EL DEBATE SOBRE LA MOVILIDAD SUSTENTABLE
Ganar las calles para ganar todos

Hay quienes piensan en una ciudad y solo imaginan edificios, calles, autos, alguna plaza. Pocos, muy pocos aún, piensan en una ciudad cuyo eje central sean las personas.
Luis Castillo
Hasta no hace mucho tiempo el problema de la contaminación en sus diferentes aspectos no era algo que preocupara a la mayoría de las personas; la contaminación del agua, del aire, la deforestación, eran cuestiones que no ocupaban las agendas públicas ni movilizaba al ciudadano común, más ocupado y preocupado por trabajar, progresar y disfrutar ―en lo posible―, el cada vez más escaso tiempo libre. Hasta parecía que se hubiera cerrado, de tanto no nombrarlo, el cuco del agujero de ozono con el que nos habían amenazado en algún tiempo.
De pronto, el término sustentable comenzó a leerse con más asiduidad con un significado preocupante, haciendo referencia a nuestra responsabilidad en cuanto al uso de los recursos naturales de nuestro planeta que, ahora sí, parecía que empezaba a dar signos concretos de agotamiento. Por lo tanto, el único modo de que no continuáramos esa debacle tenía que ver con imaginar, diseñar y aplicar lo que se denominó desarrollo sostenible, es decir, pensar en acciones que no solo dejaran de causar daño en lo inmediato sino ―y fundamentalmente― a las próximas generaciones. Pensar en un crecimiento a largo plazo sin dañar más el ambiente a partir de no utilizar recursos naturales en forma indiscriminada, es decir y en definitiva, un tipo de desarrollo soportable en lo ecológico, viable en lo económico, y equitativo en lo social.
Vivir en un medio insalubre implica el deterioro de la salud con su correlación sobre la afectación personal y social de quienes lo padecen así como el incremento del costo económico que eso representa para el Estado. Es decir, una sociedad enferma no solo es indeseable en términos sociales sino que, además, es más cara.
Uno de los contaminantes más importantes tiene que ver con los combustibles derivados del petróleo. Las ciudades, no solo las grandes urbes sino también aquellas como la nuestra, están cada vez más atestadas de automóviles, motos, camiones y colectivos que la convierten en verdaderas babeles de ruido y humo tóxico que va acumulándose en las casas, las plazas y los pulmones. El nivel de ruido exacerba el mal humor, los “accidentes” de tránsito se multiplican; en definitiva, dejamos de disfrutar nuestro espacio común, nuestra ciudad, para empezar a padecerlo.
Esto no sucede solo aquí, claro. El problema es global y más acentuado aún en las grandes metrópolis y es por eso que la preocupación por buscar soluciones también es parte de las agendas gubernamentales de los países más desarrollados. La electromovilidad, que parecía como la solución más sencilla de implementar, no está resultando tanto así más que nada debido a los costos de implementación. Los autos eléctricos siguen siendo para una élite, las motos eléctricas y los monopatines no logran atravesar en nuestro país las barreras burocráticas que permitan su expansión a pesar de que conjugan sustentabilidad y precio accesible. Y por último, las bicicletas.
Ahora bien, el cambio, como se ve, tiene que ver con una modificación del paradigma en cuanto a que se coloque ―de una vez y finalmente―, a las personas en el centro de la escena. Ciudades pensadas y desarrolladas para el bienestar de la gente, donde se priorice la peatonalización, se construyan más áreas verdes, se reduzcan las vías para vehículos y creen calzadas para peatones, ciclistas y otros usuarios de micromovilidad (monopatines, bicicletas, patinetas.)
En consonancia con esta visión, hace ya tres años presentamos en nuestro Concejo Deliberante el expediente N°6613/2020 en cuyo Artículo 3°expresaba: “CRÉASE en el marco del Programa “Corredor verde” la Red de Ciclovías, que tendrá por objeto el desplazamiento en bicicletas y/o monopatines eléctricos para su uso como medio de traslado de personas por motivos de trabajo, estudio y de recreación. Las actividades deportivas y de alto rendimiento no se encuentran comprendidas dentro de los objetivos de la Red.”; en el Artículo 4° refería: “La Red de ciclovías creada por la presente Ordenanza se materializará mediante carriles segregados por medios físicos según la ocupación prevista para las mismas y de acuerdo con las condiciones físicas y de calzada preexistentes en la arteria a intervenir (…).
En marzo del mismo año presentamos el expediente N°6591/2020 titulado: “Proyecto de ordenanza s/regulación de ciclomotores eléctricos”. De más está decir que ambos expedientes aún duermen el sueño de los justos.
Un informe de hace unos pocos meses da cuenta de que, en Argentina: “alrededor de 60% de los viajes en automóvil son de menos de 8 km, por lo que podrían también reemplazarse por soluciones de micromovilidad, que también podría cubrir aproximadamente el 20% de los viajes en transporte público, así como todos los viajes realizados en bicicletas privadas , ciclomotor o a pie”.
En diversas ciudades del mundo ―entre ellas Buenos Aires―, se está trabajando sobre lo que se conoce genéricamente como “Estrategias de Movilidad Urbana”, que propende a que se cumplan los derechos de las personas dentro de las ciudades y a su vez poder correr a los vehículos del eje central para darle un mayor espacio a los ciclistas y caminantes. Los objetivos son: la seguridad de personas y bienes y la sostenibilidad en lo social, lo económico y medioambiental.
Para lograr esto es fundamental, como mencionamos al comienzo, adaptar, diseñar, ejecutar y conservar las infraestructuras adecuadas que permitan la circulación de bicicletas en condiciones de seguridad y comodidad, sin descuidar la importancia de trabajar en la seguridad para los ciclistas, basándose en dos grandes tópicos: la seguridad en la circulación, reduciendo las posibilidades de accidentarse y, otro aspecto no menor, implementar estrategias que reduzcan los robos de bicicletas.
Tenemos no solo la oportunidad sino también la necesidad de detenernos a pensar, diseñar y llevar adelante una nueva ciudad; no se trata, en definitiva, de generar ordenanzas que se limiten a prohibir o a habilitar acciones sino, y ante todo, que busquen transformar la realidad.
*Escritor, médico y concejal por “Gualeguaychú Entre Todos”