DE GUALEGUAYCHÚ AL MUNDO
Hace 3 años vendieron todo, armaron su motorhome y salieron a la ruta: “El viaje es para toda la vida”

Mauro, Paula y Juana están en la ciudad. Es la primera vez que vuelven tras su partida, a mediados del 2019. Cambiaron de casa dos veces y tuvieron muchos trabajos. “En este tiempo hemos hecho más amigos que en toda nuestra vida anterior”, contaron.
Luciano Peralta
Viajar. Esa fue la única consigna con la que Mauro, Paula y Juana dejaron Gualeguaychú el 20 de junio de 2019. “Las lágrimas fueron de emoción”, cuentan sobre ese día, cuando salían de la ciudad por el acceso sur para tomar la Autovía Artigas.
Un año y medio antes lo habían decidido: el plan era viajar, sin rumbo prestablecido, sin tiempos, ni rutinas. Para ello habían vendido todo, literalmente todo: auto, electrodomésticos, televisores, muebles y hasta la cabina solar con la que Paula trabajaba.
“Cuando viajás te das cuenta que no necesitás más que dinero para comer y para el combustible”, dicen, sentados a la sombra de un árbol, sobre el Paseo del Puerto. Es la primera vez que vuelven a Gualeguaychú en estos tres años, pasarán el fin de semana y en los primeros días de la semana próxima seguirán viaje hacia Brasil.
“La primera parada fue en la Basílica de Luján, esa noche dormimos delante de la Basílica, fue como una bendición para el camino”, dice Mauro. Pero aclara que ese fue el único destino prestablecido. “Después, vamos a donde nos parezca. Podemos viajar cien kilómetros o treinta. Hemos llegado a lugares con la idea de pasar la noche y nos hemos quedado tres meses, como nos pasó en Viedma, Río Negro. Allá conocimos un muchacho que tenía una fábrica de churros, resulta que le faltaban empleados y una semana después estábamos encargados de la fábrica”.

“Ese tipo de cosas te las ofrece el camino. La gente se acerca, le encanta saber cómo hacemos para vivir, cómo hace Juana para seguir en la escuela y esas cosas”, cuentan. Juana, la niña de la casa, salió con siete años y en este tiempo ha continuado sus estudios de forma remota, gracias a la plataforma del Ministerio de Educación de la Nación llamada Servicio de Educación a Distancia (SEAD).
“Viajar nos cambió la vida”, coinciden. Aunque, no todas fueron buenas en el camino. Al mes de haber salido, el motor del Iveco modelo 1999 dijo basta y los dejó varados en el camino de las altas cumbres, entre San Luis y Córdoba, a más de dos mil metros de altura. “Fue un golpe duro”, reconocen. Pero enseguida destacan la ayuda recibida: “un amigo nos dio una enorme mano a la distancia, nos dijo a qué mecánico ir, la grúa nos cobró hiper barato y yo armé un motor por primera vez en mi vida”, cuenta Mauro.
La primera cuarentena los encontró en Córdoba. Fue allí donde vendieron su primer motorhome. Compraron una Renault Master y también la camperizaron íntegramente. Recorrieron el norte argentino durante el verano y en los primeros meses del año pasado, cuando volvieron las restricciones por la pandemia, volvieron a Córdoba.
“Sin poder viajar, nos fuimos a la casa de mi papá, y decidimos volver a vender nuestra casa”, recuerda Paula. Y sigue: “compramos esta camioneta, que tenía la cabina y sólo el chasis y la armamos, como a las otras dos anteriores”.
“En el viaje nos dimos cuenta que lo material no nos importa, por eso no nos aferramos a los vehículos”, agrega el papá de Juana, mientras su hija juega a algunos metros más allá.

La experiencia en el armado de sus tres casas sobre ruedas les dejó mucho conocimiento sobre el tema. Tal es así que en la actualidad se dedican al armado de motorhomes. “Nuestro primer vehículo lo armamos en un año, el segundo en dos meses y este en un mes y veinte días. El último, si bien lo hicimos con Pablo (un amigo del camino que viaja junto a ellos, en su propio motorhome) tardamos 21 días en entregarlo”, cuenta Mauro.
“Además, aprendimos a hacer artesanías, que ofrecemos en cada lugar en el que paramos. Tenemos sahumerios, atrapasueños y otras cositas que vamos haciendo mientras viajamos. De eso vivimos, aunque no parezca se necesita poco para viajar, mucho menos de lo que teníamos y gastábamos cuando vivíamos una vida más convencional”, asegura Paula.
Como todas las familias que se animan a la experiencia del viaje, esta familia de gualeguaychuenses remarca la actitud de las personas, el cariño y la ayuda recibida. “Imaginate que un día estás acá adentro y viene un señor que no conocés, te golpea la puerta y te regala dos kilos de milanesas. ¿Por qué? Porque quería ayudarnos a que sigamos. Cosas como esas nos han pasado miles, que es lo más lindo de salir. En este tiempo hemos hecho más amigos y hemos conocido más gente linda que en toda nuestra vida anterior”, coinciden. Y aseguran: “el viaje es para siempre, para toda la vida”.