POR LUIS CASTILLO
Has recorrido un largo camino, muchacha
Escribe Víctor Lapuente: "La diferencia más significativa entre aquellos lugares donde la vida es solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta, y aquellos donde es más social, rica, agradable, justa y larga, es la situación de la mujer".
Por Luis Castillo* En 1981, se creó un proyecto global de investigación a partir de una red mundial de Ciencias Sociales denominado Asociación mundial de Encuestas de valores, una organización sin fines de lucro con sede en Estocolmo (Suecia). Su objetivo es estudiar cómo van cambiando con el tiempo y qué impacto social y político tienen los valores y creencias de las diferentes poblaciones en más de 100 países del globo. Uno de los integrantes de esta ONG es el politólogo alemán Christian Welzel, quien no duda en afirmar que “las naciones progresan si las mujeres progresan, si son capaces de romper los lazos patriarcales que las mantienen atadas a clanes familiares”. En definitiva, significa que se logre dejar de lado las desiguales condiciones laborales, las relaciones interpersonales asimétricas o, ciertas prácticas que aún persisten en ciertas sociedades tales como matrimonios forzados y otras situaciones que deberían ser elecciones personales y no familiares, sociales o religioso-políticas. Como apunta The Economist, “las naciones que fallan a las mujeres, fallan” y justifica la afirmación diciendo “después que Estados Unidos y sus aliados derrocaron a los talibanes en 2001, la matriculación de niñas afganas en la escuela primaria aumentó del 0% a más del 80%. La mortalidad infantil se redujo a la mitad. El matrimonio forzado se convirtió en ilegal (…) nadie duda seriamente de que las mujeres y niñas afganas han logrado grandes avances en los últimos 20 años, o que esos logros están ahora en peligro.” Y no solamente en Afganistán, sino que en muchos países las mujeres siguen siendo un objeto de propiedad que se transmite de padres a yernos; así, aun hoy el 20% de las mujeres del mundo se encuentran ya casadas antes de los 18 años sin su consentimiento. Por otro lado, en Occidente, si bien las mujeres están exentas de estos abusos, continúan padeciendo contratos invisibles que no han firmado. El citado Welzel, en un trabajo de consulta casi obligado para los estudiosos del tema llamado Freedom Rising, describe el marco de empoderamiento humano sobre lo que él denomina Teoría evolutiva de emancipación, entendiendo el concepto de emancipación como el universal deseo humano de una existencia libre de dominación. Esos valores emancipadores son, básicamente, dos: libertad de elección e igualdad de oportunidades. Volviendo a la Encuesta mundial de valores, esta mide, monitorea y analiza: sustento para mantener la democracia, tolerancia hacia los extranjeros y las minorías étnicas, apoyo para lograr igualdad de género, el rol de religión y los niveles cambiantes de religiosidad, el impacto de la globalización, actitudes de la población hacia el ambiente, trabajo, familia, política, identidad nacional, cultura, diversidad, inseguridad y bienestar subjetivo. Estos datos -aseguran- deberían servir de base a la hora de tomar decisiones estratégicas a los responsables políticos que busquen construir sociedades e instituciones democráticas en países en desarrollo. Uno de los informes de la EMV indica que el apoyo a la igualdad de género no es solo una consecuencia de democratización, sino que esto forma parte de un cambio cultural más amplio que está transformando sociedades industrializadas con demandas masivas de instituciones cada vez más democráticas. Si bien la mayoría de la población mundial aun cree que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres, esta opinión se está disipando en las sociedades industrializadas avanzadas y básicamente entre los jóvenes de países inclusive menos prósperos. Es muy interesante el análisis en lo que se refiere a Felicidad y satisfacción con la vida. Para estos cientistas, el trípode sobre el que se sustentan las sensaciones de felicidad y satisfacción son: el desarrollo económico, la democratización y la tolerancia social. Ahora bien, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) informa que “La participación y el liderazgo de las mujeres en la política y la vida pública en pie de igualdad son fundamentales para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible antes de 2030. Sin embargo, los datos muestran que la representación de las mujeres es insuficiente en todos los niveles de toma de decisiones del mundo. Por tanto, alcanzar la paridad de género en la política es aún lejano.” Veamos algunos datos. Hasta enero de 2021 solamente en 22 países hay Jefas de Estado o de Gobierno, y 119 países nunca han sido presididos por mujeres, lo cual significa que, a este ritmo, la igualdad de género en las más altas esferas de decisión no se logrará sino hasta dentro de 130 años; en un escalón más abajo en la jerarquía gubernamental, observamos que solo el 21 % de quienes ocuparon ministerios fueron mujeres, y apenas en 14 países los gabinetes de Gobierno han alcanzado el 50 por ciento o más en la representación de las mujeres. Siguiendo con el cálculo que hicimos en relación con las jefas de Estado, la paridad de género a nivel ministerial no se alcanzará antes de 2077. Pero no se trata solo de números y porcentajes, cuando analizamos cuales son las cinco carteras ministeriales más comúnmente ocupadas por mujeres vemos que estas son: Familia/Niñez/Juventud/Adultos Mayores/Discapacidad, seguidas por Asuntos Sociales; Medio Ambiente/Recursos Naturales/Energía; Empleo/Trabajo/Formación Vocacional, y Asuntos de la Mujer/Igualdad de Género. En Argentina ha y 20 ministerios y una jefatura de gabinete, solo dos mujeres, una en salud y otra en Mujeres, diversidad y género. ¿Podríamos estar peor? Sin dudas, en la actualidad existen 27 Estados en los que las mujeres ocupan menos del 10 por ciento de las bancas parlamentarias disponibles en las cámaras bajas o únicas y, entre ellos, cuatro países sin ninguna mujer en sus parlamentos. Lo curioso -por llamarlo de algún modo- es que no es difícil darse cuenta de que la afirmación del inicio de la nota no es descabellada ni una simple intención, sino que la misma se ve refrendada por estadísticas y números. Por citar solo dos ejemplos: una investigación sobre los panchayats (consejos locales) de la India mostró que el número de proyectos de abastecimiento de agua potable en zonas donde dichos consejos están liderados por mujeres era un 62% mayor que en los consejos liderados por hombres; otro, en Noruega se encontró una relación causal directa entre la presencia de mujeres en los consejos municipales y la cobertura de la atención infantil. Afirma Theo-Ben Gurirab: “Sabemos que la participación de las mujeres influye en la política. Las mujeres aportan a la política puntos de vista, aptitudes y perspectivas diferentes que ayudan a conformar el programa político. Los cambios en la manera en que funcionan los parlamentos reflejan la influencia positiva de la presencia de las mujeres (…) la sensibilidad hacia las cuestiones de género en todos los aspectos del gobierno, especialmente en la elaboración de los presupuestos (…). La participación de las mujeres en la toma de decisiones de gobierno está dando una visibilidad política importante a los derechos de las mujeres en todo el mundo” En nuestro país, Hasta mediados de la década del ’20, las mujeres no gozaban del reconocimiento del derecho más básico en las democracias modernas: la igualdad jurídica. En 1926 se sancionó la Ley 11.357, que dejaba de tratar a las mujeres como incapaces legales y, a partir de allí, ellas pudieron, entre otras cosas, ser administradoras de sus bienes y ejercer libremente una profesión. Recién en 1947 se sancionó la Ley de Derechos Políticos de la Mujer y el voto femenino. Con el retorno de la democracia en 1983, los sucesivos gobiernos incorporaron en su agenda la cuestión de género: la patria potestad compartida en 1985, la eliminación del adulterio como delito, la sanción de la ley que reconoce el valor de la labor doméstica de las mujeres incorporándolas al sistema de jubilaciones y pensiones a las amas de casa, el cupo femenino, que del 30% logrado en 1990 se elevara a la paridad de género en 2017 superando el concepto de “cupo femenino”. Todo hace prever que ese logro del 50% quizás hoy resulte un inexplicable techo y que, en algún momento, el gobierno esté en manos de las personas más probas e idóneas, más allá del género, con la sola limitante de la ética, el conocimiento y la búsqueda irrenunciable del bien común. *Escritor, médico y Concejal por Gualeguaychú Entre Todos
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