¿Hay algo más urgente e importante que educar?
Decía Joaquín V. González que "la mayor parte, de casi todos los problemas vitales de un país dependen de su sistema educativo". ¿Figura hoy la educación entre las primeras preocupaciones y apetencias de nuestra sociedad? ¿Tenemos claro qué ciudadano queremos formar? ¿Hay algo más urgente e importante que educar?Norma Martínez de Martinetti*Especial
Bastaría con analizar algunos estudios comparativos sobre rendimiento escolar en diferentes países; propuestas electorales; discursos y debates políticos; proyectos oficiales y privados; declaraciones públicas; programas televisivos y páginas impresas, para comprobar que la calidad de la enseñanza no ha sido ni es motivo de preocupación en estos últimos tiempos.Es más, el tema no figura entre las prioridades gubernamentales y se ha transformado en una imprecisa aspiración a largo plazo.Hace cien años, a fines del siglo XIX, el Estado hizo de la escuela pública un instrumento contundente para "educar al soberano". Jugó un papel decisivo en la integración del país, consciente de que la educación posee una importancia social y política, una función democratizadora gracias a la cual el hombre se prepara para elegir a sus autoridades y para intervenir responsablemente en la vida ciudadana.Una centuria más tarde, esa exigencia se ha convertido no sólo en un deber, sino en una necesidad impostergable. Para corroborarlo, quizás convenga recurrir, más que al pasado, al presente, porque los países de mayor bienestar y desarrollo del mundo contemporáneo son los que han pensado y repensado una política educativa y la han asumido con inteligencia y resolución.¡Quién nos diera ahora un Sarmiento para acometer esta empresa! A doscientos años de su nacimiento, el Gran Maestro sigue siendo el símbolo de la educación común. Entró a la historia nacional como una tromba lanzada contra el atraso, el fanatismo y la ignorancia y proyectó su impulso civilizador para garantizar a todos los habitantes la igualdad de oportunidades.Vislumbró problemas que hoy nos aquejan -relaciones Estado-sociedad; papel de la cultura, de la ciencia, de la técnica; búsqueda del perfil nacional; transformaciones en la estructura productiva-. Y, sobre todo, concibió la función educativa como la más alta tarea de un gobernante.Su ideario no ha perdido actualidad. En la Argentina que nos toca vivir, no hay nada más importante y urgente que educar. * Profesora
Bastaría con analizar algunos estudios comparativos sobre rendimiento escolar en diferentes países; propuestas electorales; discursos y debates políticos; proyectos oficiales y privados; declaraciones públicas; programas televisivos y páginas impresas, para comprobar que la calidad de la enseñanza no ha sido ni es motivo de preocupación en estos últimos tiempos.Es más, el tema no figura entre las prioridades gubernamentales y se ha transformado en una imprecisa aspiración a largo plazo.Hace cien años, a fines del siglo XIX, el Estado hizo de la escuela pública un instrumento contundente para "educar al soberano". Jugó un papel decisivo en la integración del país, consciente de que la educación posee una importancia social y política, una función democratizadora gracias a la cual el hombre se prepara para elegir a sus autoridades y para intervenir responsablemente en la vida ciudadana.Una centuria más tarde, esa exigencia se ha convertido no sólo en un deber, sino en una necesidad impostergable. Para corroborarlo, quizás convenga recurrir, más que al pasado, al presente, porque los países de mayor bienestar y desarrollo del mundo contemporáneo son los que han pensado y repensado una política educativa y la han asumido con inteligencia y resolución.¡Quién nos diera ahora un Sarmiento para acometer esta empresa! A doscientos años de su nacimiento, el Gran Maestro sigue siendo el símbolo de la educación común. Entró a la historia nacional como una tromba lanzada contra el atraso, el fanatismo y la ignorancia y proyectó su impulso civilizador para garantizar a todos los habitantes la igualdad de oportunidades.Vislumbró problemas que hoy nos aquejan -relaciones Estado-sociedad; papel de la cultura, de la ciencia, de la técnica; búsqueda del perfil nacional; transformaciones en la estructura productiva-. Y, sobre todo, concibió la función educativa como la más alta tarea de un gobernante.Su ideario no ha perdido actualidad. En la Argentina que nos toca vivir, no hay nada más importante y urgente que educar. * Profesora
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