Historias de los héroes gualeguaychuenses en Malvinas

En ese 2 de abril, Miguel Mista, Héctor Pereyra y Diosnisio Petizco, tres de los héroes que dio Gualeguaychú a la guerra de Malvinas hablaron con ElDía sobre los momentos imborrables del horror y se lamentaron por la falta de acompañamiento del pueblo. Por otra parte, se conoció la "silenciada historia de las veteranas de Malvinas". Miguel Mista combatió en la guerra con solo 21 años. Hoy, con 55, recuerda aquel 2 de abril del '82 cuando era Cabo Primero -artillero- en la Infantería de Marina, la fuerza que estableciera la cabecera de playa en la toma de las Islas. "Nos enteramos que estábamos por desembarcar el primero de abril a las diez de la noche", recordó en diálogo con ElDía.Tocaron suelo malvinense el 2 de abril, luego de ser transportados en helicóptero desde el rompehielos Almirante Irízar. "Fue algo muy especial cuando el helicóptero tomó rumbo a Malvinas y divisamos los acantilados que sólo conocíamos por los mapas", dijo y confió que se siente "parte de la historia" y también "responsable" de mantener esa historia. "Porque hoy día tengo la sensación de que no le servimos a la política; como que el veterano de guerra no tiene el espacio que merece", opinó."A diferencia de otros años, la televisión argentina parece haberse olvidado de Malvinas, al menos en las primeras horas del 2 de abril. Regresé de la vigilia, hice un poco de zapping y no ví nada", expresó el veterano con indignación.Mista recordó que en Gualeguaychú existe una ordenanza que se refiere a la Semana de Malvinas "pero, lamentablemente, no he visto nada relacionado a la gesta", dijo.Mista estuvo en Malvinas desde el 2 de abril al 28 de mayo de 1982. "En ese tiempo, sentíamos el temblor de la turba cuando el bombardeo enemigo iba llegando".Como artillero estuvo en una dotación de Oto Melhara -obuses 105 milímetros- que abrió fuego una y otra vez, pese a las contingencias climáticas en un suelo muy blando por la turba y el frío imperante. "El cañón se enterraba en la turba, lo que empeoraba cuando la marea subía", recordó.Vuelve a la realidad y reflexiona: "emociona ver a la gente en los actos por Malvinas, pero a la vez entristece ver que no es tanta la que concurre", se lamenta el ex combatiente. HERIDO Y PRISIONEROEl excombatiente de Malvinas, Héctor Pereyra, fue parte del conflicto desde fines de abril hasta el 12 de junio de 1982 como suboficial del Ejército Argentino.Si bien su especialidad era la de enfermero, combatió como jefe de grupo defendiendo Puerto Argentino, ocasión en que cayó herido. "Nos sorprendió una granada en la posición matando a un soldado, mientras que dos caímos heridos. Fui asistido, atendido y evacuado por efectivos ingleses. Una vez tomado prisionero me derivaron a un buque hospital donde me operaron. Posteriormente, hicieron un intercambio de prisioneros y pasé al Bahía Paraíso de nuestra Armada", contó Pereyra.Hoy a 33 años de la guerra, luego de participar del acto realizado ante el monumento que recuerda a los veteranos y caídos, emplazado en Luis N. Palma y Sáenz Peña, reflexionó que comprende a la sociedad, "ya que formo parte de la misma, y así sea una decena los que vienen a los actos, significa que no nos han olvidado, y esto es importante para los que estamos vivos pero, fundamentalmente, por los que quedaron allá".Finalmente aseguró que quien estuvo en una guerra "convive con esa brutal experiencia hasta el final de sus días" y afirmó: "en mi caso, no deseo olvidarlo, y voy a morir con eso". "LAS BOMBAS NO DISTINGUEN NADA" El entonces Cabo Primero de Mar, Dionisio Petizco, llegó a Malvinas a bordo de un Hércules. Primero se hizo cargo de las lanchas requisadas, luego fue trasladado al apostadero naval; después a la gobernación hasta el primero de junio. Finalmente fue enviado "al faro, pegado al aeropuerto, para hacer las veces de vigía".El 6 de junio de 1982 los bombardeos se acentuaron "y el soldado que estaba en el Faro me despertó para que tome la guardia, así podía dormir un rato, anécdota que nunca olvidaré y que siempre tengo presente", relató. "Tenía la esperanza de que la guerra no se iba a producir, pero luego de la primera bomba que estalló en suelo malvinense tomamos conciencia de lo que estábamos viviendo y de lo que podía llegar a pasarnos. Ya no nos reíamos de las pocas pavadas que podíamos hacer", comentó.Dijo que una de sus preocupaciones en la guerra era sobrevivir y volver. "Mi mujer estaba embarazada, y al mes de regresar nació mi hija -el 25 de julio-", contó orgulloso.Pero la guerra deja secuelas. Dionisio confió que "si bien todo había terminado, en mi caso personal y en de la mayoría de los combatientes, cuando volví a mi casa no dormí en mi cama...lo hacía en el suelo; de otra manera no podía hacerlo. Fue así durante tres meses", recordó.Pero además, pensó que el nacimiento de su primera hija nunca lo iba a vivir. "Porque las bombas no distinguen nada; donde caen, matan", aseguró.Recordó que muchos cabos de la marina y el ejército combatieron con sólo 17 años; se ingresaba a la Escuela de Suboficiales con 15 años. "Eran más chicos que los propios soldados conscriptos", indicó y se lamentó porque "muchos, la mayoría, quedaron en el Crucero Belgrano; otros en la turba".Recordó que las cartas que les enviaban los familiares no llegaban a destino. "Una cuñada que trabajaba en el Correo Central me comentó que la correspondencia quedaba en determinado lugar, pero no llegaban a destino. Sí llegaban las cartas que mandaba la gente en el continente al soldado en general, para acompañarnos en la distancia. Yotengo una en especial. La recibí por ser de Gualeguaychú. Se trataba de una chica llamada Gloria, a la que solo una vez tuve la oportunidad de verla y agradecer sus palabras de aliento y esperanza".El silbido de las bombas era una espada de Damocles que se cernía sobre los ex combatientes. "Eran 20 segundos que parecían eternos, el alivio porque cayó en otro sector y la desesperación por la suerte de compañeros que estaban en las posiciones donde explotaba". Dionisio contó que en los últimos combates pudo ver las explosiones. "Fueron 72 horas. La noche se volvía día por el fuego propio y el del enemigo. Las trazantes surcaban la geografía de Malvinas, el cañoneo era incesante, las bengalas, el horror de la guerra", recordó con dolor.Sobre la desmalvinización del conflicto, Petizco mencionó que cuando volvieron de las Islas los ocultaron. "Nos trajeron de noche a Punta Quilla -Puerto Belgrano-, y nos dijeron: 'cada uno a su casa'. Es así que llegué a mi domicilio con el uniforme mugriento, ya que no tenía ropa para cambiarme. Esa es una de las cosas que duelen", confió.Sobre el acto del 2 de abril en Gualeguaychú, se mostró desilusionado por la escasa concurrencia de vecinos. "No vino nadie, salvo los colegios y las fuerzas, y esto también es una especie de desmalvinización, guste a quien le guste, sea políticamente correcto o incorrecto. Tuve el honor, el orgullo de estar en Malvinas, y trato de transmitir a los demás lo que uno siente. Estamos a disposición de quienes quieran escuchar nuestra experiencia, lamentablemente nos llaman poco, salvo a esta altura del año", dijo de manera vehemente y finalizó: "Malvinas no es solo el 2 de abril, es todos los días, hasta que las Islas vuelvan formar parte de Argentina". "SIGUIENDO EL LEGADO"Elsa Mosto es la hermana de Carlos, uno de los gualeguaychuenses que perdió la vida en Malvinas, sirviendo como voluntario en el Ejercito Argentino.Elsa recordó con cariño a su hermano. "Siempre tenemos presente a Malvinas. Especialmente un 2 de abril, estamos firmes en la tarea de que la gesta no se transforme en un recuerdo. Mi hermano y el Sargento Dimotta murieron por una causa, defendiendo una tierra que es de todos", reafirmó.Elsa sigue el legado de su mamá Blanca, quien hasta sus últimos días luchó por la causa Malvinas, en homenaje a su hijo. LA SILENCIADA HISTORIA DE LAS VETERANAS DE MALVINASCon ese título, Infobae publicó el 2 de abril un informe del periodista Juan Pablo Parrilla, que contiene una entrevista a la autora de "Mujeres invisibles", la primera investigación sobre las mujeres que participaron de la guerra.No sólo fueron madres, abuelas, hermanas, tías, amigas. También hubo protagonistas que fueron silenciadas por la última dictadura militar e invisibilizadas por los sucesivos gobiernos democráticos. Son las mujeres de la guerra de Malvinas, que sufrieron los mismos problemas que los hombres, las pesadillas, el estrés post traumáticos y el ninguneo, y que 33 años después, de a poco, están empezando hablar.La mayoría fueron enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas civiles. Sólo la Fuerza Aérea había comenzado a incorporarlas en 1980 con el rango de cabo primero. También hubo voluntarias que casi nadie recuerda. Y miembros de la Marina Mercante. Pero todas vivieron los horrores desde adentro: recibieron en el continente y en los buques transformados en hospitales a los soldados heridos, amputados, quemados y psicológicamente agobiados.Un libro y un proyecto de ley intentan rescatarlas del olvido. El primero se llama Mujeres invisibles y fue escrito por la cordobesa Alicia Panero, pero no fue publicado en formato papel. El segundo es una iniciativa de la senadora riojana Hilda Aguirre de Soria, que incluye además del reconocimiento a su labor, la consagración del derecho a una pensión vitalicia. LA MUJER DEL HÉRCULES QUE NUNCA FUE ASCENDIDAEl libro de Panero repasa historias como la de Liliana Collino, la única mujer que está probado que pisó territorio isleño a bordo un Hércules C-130 en el que se transportaban contenedores y heridos, y que en 1986 pidió su baja luego de pedir en reiteradas ocasiones un ascenso que nunca llegó. Infobae entrevistó a su autora.- ¿Qué motivó su investigación?- Yo estoy casada desde hace 30 años con un militar, vivo en una base aérea y no sabía que había veteranas. No hay una política de difusión sobre ellas. El veterano en el inconsciente colectivo es un hombre. La gente cuando escucha la historia de las veteranas no lo puede creer. Cuando salió la ley del Día del Veterano y los Caídos de Malvinas las dejaron afuera del nombre porque no se sabían que había veteranas. Pero aún hoy hay mucha negación de los hombres. Recién las invitaron a desfilar por primera vez el año pasado, en el aniversario del bautismo de fuego de las Fuerzas Armadas, el 1 de mayo.- ¿Y dónde estuvieron todos estos años?- El Congreso las reconoció cuando se cumplieron los 30 años de la guerra, pero en ese transcurso, la mayoría prefirió no hablar, primero, porque la guerra venía de la dictadura y era como vergonzante; y segundo, nadie les creía, porque nunca se habló de ellas. Además, en general, los que sufren estrés postraumático hablan muchos años después. Por ejemplo, Alicia Reynoso (NdR: una de las trece enfermeras de la Fuerza Aérea que trabajaron en el hospital reubicable en Comodoro Rivadavia), a raíz de un ACV, recién 28 años después de la guerra contó su experiencia en una sesión de terapia. Y hoy sigue dando charlas.- Al margen del silencio de ellas, ¿por qué hubo una decisión del Estado de invisibilizarlas?- Hubo una orden en la dictadura de silenciarlas. El problema es que con la democracia y con todo el avance que hubo en materia de género eso debería haber cambiado esto. En su momento les sugirieron expresamente que no hablen, principalmente, porque ellas vieron las condiciones en las que volvían los soldados.- ¿De qué hablaban? ¿Cómo eran los diálogos con los heridos?- Ellas en general no preguntaban qué les había pasado. Sólo los escuchaban. Les contaban del frío, del hambre, de que extrañaban a sus mamás. Y ellas sentían la necesidad de abrigarlos. Las de la Fuerza Aérea, por ejemplo, lo que más recuerdan es que cuando se abrían las puertas de los Hércules y bajaban las camillas, no había un sólo soldado que no pidiera por su madre.- ¿Y con los enfermeros varones cómo era la relación?- Entre los hombres el trato era más difícil, no tan íntimo ni desde los sentimientos. Con las enfermeras tenían un trato más humano.- Un dato que llama la atención es la edad de las mujeres. Aunque siempre se habló de los conscriptos, había estudiantes de enfermería de 15, 16 y 17 años.- Si, fue un abuso del Estado el haber usado chiquitas de 15 años para ese trabajo.- La historia de Doris West es particular porque era la única mujer dentro de la tripulación del buque carguero Formosa.- Doris ya estaba acostumbrada, porque tenía 50 años (hoy tiene 84). Además, era un barco civil de la Marina Mercante, no era militar, era más natural el trato. La respetaban mucho porque estaba con jóvenes y ella era más grande. Ella es una de las pocas que cobra una pensión, pero estuvo realmente en la guerra, porque el Formosa estuvo en la costa de las Islas e incluso recibió una bomba de un avión argentino. - El buque transformado en hospital que más enfermeras tuvo fue el Irizar. ¿Cómo fue la historia ahí?- En el Irizar no esperaban mujeres y a las seis que fueron les tuvieron que armar un cuarto de emergencia. Al principio no les hablaba nadie, porque se decía que las mujeres a bordo son mala suerte y, además, no estaban acostumbrados a trabajar con mujeres. Pero después se integraron, sobre todo cuando empezaron a llegar los heridos, porque el trabajo no daba lugar a esas cosas. La experiencia fue muy fuerte para todos, hombres y mujeres, porque no había antecedentes.- Con las mujeres de la Fuerza Aérea se da una paradoja, porque eran las únicas que tenían condición militar, pero en tu libro concluís que fueron las más sufrieron el maltrato de los hombres.- En un traslado de Buenos Aires a Comodoro Rivadavia, el comandante tuvo que llevar a la cabina a cinco mujeres de la Fuerza Aérea, porque no paraban de gritarles cosas machistas y piropos subidos de tono. No querían que estén ahí. También la pasaron mal en el hospital, porque no estaban muy informadas de lo que estaba pasando. Y mientras esperaban a los primeros heridos hacían vida de cuartel. No las tenían bien.- ¿Por qué elegiste para contar la historia de la enfermera chilena Griselda Gatica Garrido?- Ella trabajó en el Sanatorio Central de Bahía Blanca, a donde llegaron heridos de las islas y sobrevivientes del hundimiento del General Belgrano. Ella me conmocionó mucho porque hay toda una historia pesada con los chilenos y la guerra. Es cierto que Chile ayudó a los británicos, pero ella trata de explicar que no son los pueblos, sino los gobiernos los que hacen la guerra. Aún hoy muchos tienen un odio visceral, sin pensar que allá también vivían en una dictadura. La gente común no tuvo nada que ver en eso. Griselda no tuvo una actitud pro británica e igual se comió insultos por ser chilena. Su historia es terrible desde lo ejemplificador.- ¿Qué diferencia había entre las enfermeras británicas y las argentinas?- Las inglesas fueron 30 mujeres que estuvieron en el buque hospital Uganda SS. Si bien eran jóvenes, eran profesionales. En cambio las argentinas recién estaban haciendo la carrera y tuvieron que actuar como recibidas.- ¿Las reconocieron?- Sí, inmediatamente, en agosto, cuando regresaron a Londres. Y las condecoraron. Para ellos, todo el que se trasladó a una zona de conflicto tiene derecho a una pensión.- ¿Cómo fue el trato de las enfermeras inglesas a los heridos argentinos?- Los argentinos en el Uganda SS no tienen más que buenos recuerdos, más allá de la guerra. Hay uno que estuvo más de dos semanas y contó que no les importaba que sea argentino.- Del lado británico, una figura central es la de la artista Linda Kitson, enviada por el Museo Imperial de Guerra a retratar la guerra. Sin embargo, sus dibujos en general no muestran los horrores del combate. ¿Por qué toma esa decisión?Hasta ese momento desde el Museo Británico habían enviado hombres a las guerras, que habían estado en el frente con las tropas y habían retratado las cosas más crueles. Linda, en cambio, optó por la vida en los campamentos para dar una visión de la guerra que ella define como "más misericordiosa", por ejemplo, mostrando cómo cambiaba la vida de los civiles.- La historia oficial dice que hay tres isleñas muertas por un bombardeo británico, pero hay otras siete que murieron por las minas. ¿Son recordadas o su historia también fue invisibilizada?- Esas tres civiles sí son recordadas. Hay una placa en el cementerio de San Carlos y aparecen en las placas en Londres que tienen el listado de muertos. Igualmente, no les gusta que las recuerden junto con los militares. Para ellos es más grave y pesada la muerte de civiles. Sin embargo, es un hecho casi desconocido, que para los isleños fue terrible: había una familia, los Fowler, que como su casa era de piedra habían invitado a sus vecinos a refugiarse, y una bomba que cayó sobre su casa mató a tres mujeres.- Los especialistas británicos suelen mencionar a dos mujeres a la hora de hablar de la guerra, la entonces primera ministra Margaret Thatcher y Sarah Jones, la esposa del militar inglés de más alto rango muerto en las islas, Herbert Jones. Sin embargo, ninguna de las dos participó directamente de la guerra.- Es cierto que no estuvieron en la zona de conflicto. Pero Sarah tiene una vida muy dedicada a la guerra, porque es miembro de la Comisión de Tumbas de Guerra de la Commonwealth y preside la Asociación Familias de Malvinas. Es una mujer que lleva su pérdida con mucha dignidad.- ¿Qué opinás del proyecto de la senadora Aguirre de Soria?- Es un tema difícil porque se podrían venir encima los militares que no cobran pensiones. Pero la ley está muy bien redactada: se refiere a las mujeres que estuvieron en contacto con los heridos. Hoy sólo cobran pensiones siete mujeres del Ejército cobran pensiones y algunas de la Marina Mercante que estuvieron embarcadas. No hay un listado, pero yo sólo conozco a cuatro.- ¿Por qué crees que todas las enfermeras, aún las que trabajaron en el continente, deberían cobrar una pensión?- Porque la guerra se traslada a donde se atienden a los heridos. Por algo esas enfermeras también tuvieron estrés postraumático. Por ejemplo, hay una que tenía 15 años, que se volvió adicta a las drogas y durante 25 años no habló de la guerra.- ¿Hubo algún tipo de reclamo hasta ahora?- Algunas estuvieron peleando por sus derechos, pero no llegaron a nada, ni siquiera podían conseguir el certificado de las tareas que cumplieron.- ¿Cuál es la situación de las mujeres en las Fuerzas Armadas hoy?- En general, siguen siendo ignoradas. Es como que están obligados a integrarlas, pero hasta ahí. El año pasado, por ejemplo, las invitaron por primera vez a desfilar, pero unos meses después había un ágape, y no las dejaron entrar.
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