“Jeannot era un hombre de Dios”
José Fernando Mikulas, pastor de la Iglesia Evangélica Luterana de Gualeguaychú, habló con El Día de los desafíos pastorales de hoy. Y evocó con emoción la figura del padre Jeannot Sueyro, con quien cultivó una estrecha amistad. Por Marcelo Lorenzo Fernando Mikulas es un argentino orgulloso de sus raíces. De hecho, para él la sangre eslava y la fe luterana recibida desde la cuna son marcas constitutivas de su personalidad.Efectivamente este líder espiritual de la congregación evangélica luterana en la ciudad, donde está radicado desde 1998, se detiene morosamente en sus orígenes, en charla con este diario.Sus abuelos de origen eslovaco arribaron a la Argentina en 1920, a poco de finalizar la Primera Guerra mundial. Como tantos otros extranjeros que vinieron a estas pampas en esa época, veían a América como tierra de paz y de oportunidades.Arribaron así al puerto de Buenos Aires, instalándose en el Hotel de los Inmigrantes. "Mi abuelo trabajó al comienzo en un frigorífico. Pero luego decidió partir hacia el Chaco, quizá porque estaba apegado más a la tierra que a la gran urbe", refiere.En Presidencia Roque Sáenz Peña, donde estaban afincados sus padres, el 1 de diciembre de 1950 nació José Fernando, quien hizo la escuela primaria en el Chaco y los estudios secundarios en Misiones.¿De dónde procede la fe luterana? "Viene de la cuna. Somos luteranos por generaciones", refiere el entrevistado, quien cuenta que tras estudiar en el seminario que la Iglesia Evangélica posee en Buenos Aires, se ordenó pastor en 1974 en su lugar de nacimiento, en la parroquia de Roque Sáenz Peña."En ese lugar se encuentra radicado un núcleo importante de inmigrantes eslovacos, que llegaron al país entre 1918 y 1930, después de la guerra. Los atendí espiritualmente en su propia lengua por espacio de cinco años", relata.Allí en Chaco, Mikulas contrajo matrimonio con María Cristina Marko, y de esa unión nacieron Mariela Cristina, José Adrian, Noemí Elizabeth, Fernando Emanuel y Pablo Ezequiel.La familia se mudó en 1978 a Cipolletti (Río Negro). Cuatro años más tarde, se radicó en Bahía Blanca (Buenos Aires), donde Mikulas continuó su labor evangélica, esta vez en el ámbito carcelario.Desde febrero de 1998 están instalados en Gualeguaychú, donde el pastor atiende a los fieles en distintos sitios: Gualeguaychú, Almada, Concepción del Uruguay y Ceibas.La iglesia luterana tiene un fuerte arraigo en la región. Hay que pensar que la primera congregación se organizó y formalizó en 1905 en Aldea San Juan, cuyos primeros pastores vinieron de Brasil y de Estados Unidos. Los desafíos de la fe Al hablar sobre su ministerio, Mikulas refirió que el contexto ha cambiado dramáticamente en las últimas décadas. "Las comunidades rurales, donde la vida familiar giraba en torno a lo religioso, han cedido ante la urbanización creciente".Y lo urbano está dominado por una cultura secularista, donde una vida más mundana y prescindente de Dios es la nota distintiva. En este contexto, apuntó el pastor, "se hace más difícil permanecer fiel a los valores cristianos".Los cambios se ven, por ejemplo, en el ámbito educativo. "Nuestra congregación tiene colegios. Y aquí se plantean como en ningún otro lugar grandes desafíos. La relación maestro-alumno o padre-docente no es la de antes. Los desencuentros entre estos actores son mayores y entonces hay que trabajar con mucho criterio", destaco.En otra parte, el pastor cuestionó la extensión de cierta oferta religiosa facilista. "Muchos cultos le dicen a la gente lo que quiere escuchar. El eslogan, por ejemplo, 'pare de sufrir', parece una oferte comercial de un analgésico. Pero esto acaba en frustración, porque no aborda en forma real la cuestión del sufrimiento humano. La problemática espiritual del ser humano también queda escamoteada", reflexionó. "Un hombre de Dios" Durante la entrevista, el pastor Mikulas recordó a su amigo, el Padre Luis Jeannot Sueyro. "Lo recuerdo no sólo como una gran persona, sino sobre todo como un hombre de Dios", afirmó.Contó que conoció al Cura Gaucho en una de las tantas visitas que éste solía hacer al Hospital, para atender a los enfermos. "Yo tenía, por cierto, referencias muy buenas del padre. Se sabe que era muy querido. Un día, mientras visitaba a un enfermo de mi congregación en el Hospital, Jeannot, que realizaba su ronda diaria por el lugar, se asomó a la habitación. El paciente le dijo entonces: 'Padre, tengo la visita de mi pastor'. Nos presentamos y desde allí nació una hermosa amistad", relató.Mikulas narró que mantuvo "largas charlas constructivas" con el cura, animadas sobre todo por la creencia común de "Jesucristo como Salvador de los hombres".Pero, según dijo, siempre le impresionó el celo pastoral del sacerdote católico. "Lo vi incontables veces en el hospital. Siendo ya una persona mayor, no importaba el día ni el clima, estaba en los pasillos confesando gente, orando por ellos, impartiéndoles la bendición. Estaba, como buen pastor, ocupándose de las personas reales, de sus necesidades, cualquiera fuese su condición".En el último tramo de su vida, cuando la salud le faltaba y caía en cama, el Cura Gaucho solía recibir la visita del pastor luterano. "Entonces me preguntaba: pastor, ¿qué salmo de la Santa Biblia me trae hoy? Compartíamos la Palabra, compartíamos la oración".Mikulas evocó que la noche previa a la muerte de Jeannot rezaron juntos el Salmo 23, que dice: "El Señor es mi Pastor, nada me faltará".
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