Jesús Solís: “los Maras me advirtieron que no salía de la cancha si no ganábamos”
El delantero de Gualeguaychú fue uno de los pilares de Juventud Unida en los primeros pasos en el Argentino B. Durante su periplo por el mundo del fútbol jugó en Venezuela, Ecuador, Estados Unidos, Colombia e Indonesia; también lo hizo en las inferiores de Independiente y Huracán.Por Fabián MiróJesús Solís dio sus primeros pasos en Juventud Unida, cuando tenía seis años, para luego pasar a La Vencedora, donde formó una dupla temible con el "Chato Aguilar. Observados por dirigentes y entrenadores de Central Entrerriano, se incorporaron a la categoría 80, que daría mucho que hablar, tanto en torneos locales como en los provinciales.Delantero de mucha potencia y con el arco entre ceja y ceja, rápidamente se ganó un lugar en el Rojinegro. En diálogo con ElDía, Solís recordó que en el primer entrenamiento fracturó de un pelotazo al arquero Martín Brighenti. En esos tiempos tuvo como entrenador a Julio Colazo, "una persona que me dejó muchas enseñanzas de como progresar en el fútbol y de cómo manejarme en la vida".A los 13 años puso proa a Buenos Aires con destino a Independiente de Avellaneda, en tiempos en que los clubes, con sus máximos referentes a la cabeza, viajaban al interior del país a observar jugadores."Me fui al Rojo por Luli (Ríos), que todavía jugaba en la Primera", recuerda y agrega que tuvo un año viviendo en la pensión, pero no le gustó y pegó la vuelta a la ciudad.En Gualeguaychú estuvo siete meses, tiempo en que integró la Selección Sub 15 local, para luego regresar a Independiente, club en el que tuvo como compañeros a Gabriel Milito, Mario Turdó, Diego Forlán, Villavicencio y Eluchans , entre otros", destaca.A los 17 años quedó libre y pasó a Huracán, club en el que estuvo dos temporadas. En el Quemero compartió equipo con Celay, Montenegro, Peralta y Silvera. Jugaba en tercera cuando regresó a Independiente, ya con Guillermo Ríos como entrenador. "Se formó un selectivo para subir a Primera en el 2001, con Osvaldo Piazza como entrenador", recuerda.Luego se dieron una serie de situaciones que lo obligaron a dejar Avellaneda: llegó una oferta de Trujillanos y con sólo 20 años tomó la decisión de sumarse al fútbol venezolano, dejando de lado una oferta de Arsenal de Sarandí para continuar en el fútbol argentino. "Trujillanos estaba en la Pre Libertadores y asomaba como una buena oportunidad para mostrarme", justifica."Me encontré con un fútbol diferente al nuestro, además de los rigores del clima caluroso y una elevada altura sobre el nivel del mar, pero como era joven me adapté rápidamente", recuerda.Con el equipo venezolano enfrentó al Cruz Azul en una eliminatoria para saber quién jugaba la Libertadores. Todo venía bien, porque en condición de local Trujillanos ganó 3 a 0 con dos goles de Solís, pero en Aguas Calientes de México el equipo Cementero lo dio vuelta con un contundente 7 a 1. Luego de un año en Venezuela, pasó al Espoli, equipo ecuatoriano que por primera vez incorporaba extranjeros.El equipo era dirigido por el Tano Riggio y Solís integraba el grupo de jugadores no ecuatorianos. Marcaba goles y era de una de las piezas claves, pero "por esas cosas del fútbol el entrenador se empecinó a traer otro delantero y me buscaba la vuelta para que me fuera". Hasta que un día en el entretiempo del clásico con Nacional, en Quito, Solís fue noticia: "le pegué una trompada al DT, con tanta mala suerte que tenía una cámara enfocando la escena". Obviamente, la acción le costó la salida del partido y del club.Es así que recala en la segunda división del fútbol estadounidense, en Miami, donde no se adaptó por una serie de circunstancias que, en aquel entonces, sacudieron al mundo, como el derribo de las Torres Gemelas. "Mi viejo no tuvo noticias de mi paradero por tres días, se infartó y no nos dejaban volver por tiempo indeterminado, hasta que finalmente pude regresar", cuenta.Dejó Estados Unidos para radicarse en Colombia. Lo hizo en Millonarios de Bogotá y futbolísticamente le fue bien, pero "lo difícil fue mantenerme económicamente, debido que los cárteles de la droga dejaron de apoyar a los clubes y éstos se quedaron sin quien los financiara".Llevaba cuatro meses sin cobrar y decidió buscar nuevos rumbos. Recaló en el FAS de El Salvador, donde jugó dos años y medio. En un clásico ante Alianza, en el entretiempo ingresaron cuatro hinchas al vestuario con las caras y los cuerpos tatuados, tiempo en que empezaban a tomar fuerza las pandillas conocidas como Las Maras."Eran personas muy grandes, intimidantes, que sacaron las pistolas las dejaron en una mesa y nos dijeron que si no ganábamos no salía ninguno" y "vos argentino movete porque no salís del estadio". Resultado de la apretada, el FAS dio vuelta la historia y ganó 4 a 1, con goles de Solís.Jesús quedó en la historia de la entidad, debido a que formó parte de un plantel que alcanzó el pentacampeonato. Razón por la cual en los próximos días viajará a Miami para jugar un partido homenaje con integrantes de aquel equipo.Posteriormente, tras un largo viaje de 48 horas, desembarcó en Indonesia, futbol ignoto en el sudeste asiático donde conoció al uruguayo Gonzalo Nieres. En un país para nada futbolero, se encontró con "un modo de vida distinto, alimentos diferentes, donde es común que la gente coma perros, por ejemplo", comenta y acota que una vez cansados de la "comida tradicional", le dieron un pelotazo tremendo a un cebú y "lo faenamos para asar las mejores partes"."La carne era dura, pero fue lo más parecido a lo que comíamos en nuestro país", mucho mejor que los perros, arañas y las víboras que consumen en Indonesia.Después de su paso por el PelitaKS regresó al país para jugar el recientemente creado Torneo Argentino B con los colores de Juventud Unida, el club donde había dado sus primeros pasos.Se lo recuerda por su intensidad para jugar y por un golazo de mitad de cancha a Atlético Uruguay, que fue el punto de despegue para el 4 a 1 final. Luego sufrió la rotura del tendón de Aquiles y ya no fue el mismo delantero batallador y goleador. Pasó por varios clubes en el ámbito local y hoy, a los 37 años, trabaja como cualquier hijo de vecino, aunque comenzó a incursionar como intermediario, una suerte de "detector de jugadores que podrían probar suerte en el extranjero", explicó.
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