Juan Boari: “Me costó recuperarme de lo que viví en Haití; darme cuenta que zafé”
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El 12 de enero de 2010, Haití sufrió una catástrofe natural que dejó como saldo 300 mil muertos. Las consecuencias del terremoto aun se sienten. A tres años, el médico de Gualeguaychú Juan Boari relató su conmovedora experiencia. Mónica Farabello Juan Boari es médico cirujano y formaba parte del grupo de los cascos azules en Haití. Allí realizaba tareas sanitarias, cuando en apenas un minuto, el terremoto cambió la vida de un país, y la vida de miles de personas.A tres años de la catástrofe, la herida de Haití sigue abierta y los recuerdos fluyen en el relato de Juan que confiesa que muchas veces necesita volver a mirar fotos o videos de lo que pasó ese 12 de enero de 2010."Reviso las fotos de los pacientes que atendí; de los que se murieron. No se por qué lo hacemos, pero esta es una fecha clave, donde incluso nos mandamos mensajes de texto o hablamos por teléfono, con los compañeros que estuvimos en Haití", contó Juan Boari a ElDía. ¿Cómo vivís cada 12 de enero?Es una fecha muy especial para mi. La familia me acompaña mucho, sobre todo cuando yo necesito volver a ver ese tipo de material; mi mujer Samanta se emociona cuando yo por algún motivo le cuento las situaciones, o le cuento a alguien, y ella escucha; se vuelve a emocionar como cuando lo escuchó por primera vez.Para colmo esto está todo tan estudiado o elaborado y analizado que ya sabemos hasta a qué hora fue. A las 4:53 haitiana, o sea, 6:53 hora argentina. ¿Qué es lo que recordás de ese momento?-Recuerdo no solamente lo vivido, sino que después van apareciendo otras cosas porque te vas olvidando y de repente algo te lo hace recordar. Por ejemplo, unos regalos que yo le había comprado a Bruno, mi hijo, y que los tenía en la mano en el momento del terremoto.Como ya terminaba la misión, dijimos 'vamos a aprovechar la tarde para salir. Traemos algunos regalos, algunos souvenirs, para nuestras familias y recorramos', porque era todo un acontecimiento salir a las calles.Éramos siete: Cuatro chicas y tres chicos y entre los chicos estaba Carlitos que era el enfermero y Ballone que era el traumatólogo y yo como Cirujano. Salimos de civil y con la identificación.Hacían como 45 grados de sensación térmica y el tránsito en Haití es como los peores momentos en Capital Federal porque Puerto Príncipe tiene 3 millones de habitantes y es un caos de camionetas cargadas de pasajeros, motos, bocinas.En ese momento, una compañera mía dice: "a esta ciudad habría que sacarle 50 mil habitantes" y parece mentira que a las dos horas había 300 mil personas muertas. ¿Ustedes dónde estaban al momento del terremoto?-Nosotros estábamos en un supermercado. Habíamos recorrido el fondo y ya estábamos cerca de las cajas cuando empezó ese movimiento terrible. La sensación era que estaban arrastrando el supermercado. Y grité ¿Qué hacen? Todo era un griterío, un descontrol, el piso se empezó a mover de forma muy desarmónica. Lo primero que hice fue abrir las piernas y después me caí.Te aturdís porque todo hace ruido. Todas las góndolas caían, toda la mercadería, las botellas rotas, el griterío; los que estaban en el fondo empezaron a correr.Yo me caí; me arrastré hasta la máquina registradora y mis compañeros estaban tirados al lado mío, es el pisó. Veo caras de terror. ¿Qué pasa acá? Me preguntaba, hasta que se cayó un pedazo del techo que me hizo pensar que todo se iba a derrumbar.Trato de pararme, me vuelvo a caer, y encaro para la puerta que quedaría unos 10-11 metros. Era un paso, una caída; iba arrastrándome y a gran velocidad por la desesperación, hasta que alcanzamos a salir afuera.Vi que una compañera mía cae al piso y la pisan. Ella con una cara de desesperada y cuando alcanzamos a reunirnos afuera, una de las chicas dice "falta Natalia". ¿Volvieron a entrar para buscar a su compañera?Sí, entramos con el enfermero Carlos Salvatierra. Cuando nos dimos vuelta, vimos que el supermercado se hamacaba medio metro y sonaban las chapas; había música funcional muy fuerte y estábamos muy aturdidos. Yo no escuchaba los gritos de ella, ni ella me escuchaba a mí. Intenté arrancar la consola de sonido por donde estaba la música para poder escuchar los gritos de ella, hasta que por allá la encontramos.Una semana más tarde, nos enteramos que el supermercado se derrumbó. La desesperación y la muerteLos minutos posteriores al terremoto, fueron los más duros para los médicos y militares argentinos en Haití. Juan recuerda y lo relata en primera persona:Sacamos una señora que estaba apretada contra un balcón. Atendí a un chico que tenía la mandíbula fracturada al medio. Le hice sacar la remera porque no tenía nada, estaba en el medio de la calle y así le até y le hice una especie de inmovilización.Apareció un haitiano con una caja de guantes, caían hongos de tierra, bocinas, sirenas, gente gritando, derrumbe, temblores y en ese contexto empiezo a atender a otra señora; todo ahí en la puerta del supermercado. Carlos Salvatierra me dice: "cuidado que tenemos los balcones haciendo equilibrio sobre nosotros".Nos fuimos; subimos a la camioneta y teníamos que llegar desde el supermercado hasta el Hospital que quedaba a unas 50 cuadras.Yo pensé que se iba a partir la tierra, entonces no sabía dónde había una zanja, dónde podía haber alguna canaleta, entonces nos paramos debajo de un árbol mientras el supermercado seguía sacudiéndose. Dije 'este árbol deber tener raíces'. Agarrémonos de este árbol y nos abrazamos todos a un arbolito que había ahí. "Mi amor, estoy bien"En medio del caos, Juan envió un mensaje de texto a su mujer: "Mi amor, estoy bien, hubo un terremoto pero estoy bien" y ¿vos podés creer que le llegó?, cuenta el médico.La situación era caótica y violenta, había olor a muertos, polvo que caía por todos lados.Íbamos en la camioneta nuestra y atrás un camioncito de chilenos que nos iban escoltando, pero sacándonos la gente de encima. Era aproximadamente un millón de personas caminando por la calle; toda la gente saliendo de los escombros, tirándose encima de la camioneta y diez brasileros armados sacándolos para poder avanzar.A todo esto, 50 grados de sensación térmica; lluvia de vidrios y polvo todo el tiempo y así fuimos avanzando. La solidaridad en el caosJuan Boari y sus compañeros empezaron a operar a los heridos a las 7 de la tarde del martes y terminaron el viernes a las 10 de la mañana. "No comíamos, pero aparte no sabés qué es lo que te pasa, perdés la noción de las horas, no sabés si te estás hidratando bien o no, viendo las imágenes más trágicas que puedas imaginar; los pacientes, los niños muriéndose ahí; haciendo técnicas quirúrgicas de lo más prácticas y poco ortodoxas y hasta sin anestesia. Lo que se podía en la trinchera sin la asepsia que corresponde. Solamente un guante y nada más.Cada cuatro horas más o menos hacíamos una recorrida de pacientes y decíamos ¿qué operé y qué me queda? Y en esas 4 horas había cambiado todo el escenario, porque teníamos 50 colchones y de repente teníamos 70, y de tener un niño con una mano amputada pasamos a tener un paciente con un traumatismo toráxico que había muerto.En un momento me dijeron: Juan, ¿querés operar uno más? Y les dije: "No quiero más, llevo mas de 300 pacientes operados y me tiemblan las manos".Ahí me encerré en el container y me puse a elaborar el proceso y a llorar desconsoladamente.Después de 16 días de contar cada minuto, Juan Boari volvió a Argentina y se reencontró con su mujer y su familia. Confiesa que tuvo ataques de pánico, pesadillas y fuertes momentos de angustia que pudo superar con el amor de su gente.Actualmente, asegura que sigue recibiendo noticias de Haití, a través de un amigo que continúa allí y que lleva adelante un hogar donde le da cobijo a más de 90 huérfanos.Juan confiesa que debe seguir adelante, y que quiere seguir teniendo su vida de siempre. "No puedo ver todo con los ojos de Haití porque me volvería loco", dice la persona que salvó vidas, que arriesgó la propia y que a pesar de haber estado tan cerca de la muerte, regala vida y alegría en cada noche de Carnaval.
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