Kirchner capituló: ya no es más un pingüino, ahora es una comadreja
Por Jorge Barroetaveña
Especial para El Día
Gobernadores, intendentes, ministros y hasta concejales, deben rendirle tributo y serán candidatos testimoniales. Ellos también jugarán su suerte y su futuro a las ambiciones de un hombre.
Si la realidad se emperra en mostrar otra cosa, Kirchner se emperra aún más por cambiarla o, como alternativa, negarla. La estrategia original de impulsar a varios de sus ministros en las listas en la provincia de Buenos Aires, quedó rápidamente en la nada ante el disfavor de las encuestas. Así surgió la propia candidatura de Néstor Kirchner, de condición pingüino tal como se ha definido, aunque eso poco importa a la hora de contar los porotos. Como esto tampoco fue suficiente, la idea fue manotear la buena imagen que Daniel Scioli todavía conserva entre muchos bonaerenses y repetir, a modo de espejo, lo mismo en todo el territorio provincial.
Si antes, el que traccionaba era él, clave al fin para la victoria de Cristina en el 2.007, su nombre se ha convertido hoy en una carga pesada para cualquier boleta. La disyuntiva de bajarse o quedarse nunca fue barajada con seriedad. A esta altura si el ex presidente desiste de la pelea electoral, los peronistas, viejos catadores de las hemorragias del poder, interpretarán eso y no otra cosa: que la influencia kirchnerista está en retirada y es necesario tomar otros rumbos.
Sin posibilidades de dar marcha atrás, a Kirchner no le queda otra que fugar hacia delante. Y redoblar la apuesta. Si con Scioli no alcanza, habrá que buscar a Nacha Guevara y sus reminiscencias teatrales de Eva Perón. También habrá que sumarlos a los intendentes del Conurbano, aspirando a una banca de concejal que nunca ocuparán. Y ahora a ministros del gabinete, para amagar enfilar hacia un escaño provincial, al que tampoco nunca llegarán.
La anécdota del domicilio, es apenas eso, aunque no debería serlo. Parece que nuestra dirigencia hace un culto del no respeto a las leyes y a la malversación de la voluntad del electorado. Por allí transcurrió el esfuerzo de Gabriela Michetti y de Felipe Solá, deseosos de despegarse de las insensateces del oficialismo. No terminar un mandato para el que se fue votado, por buscar otro cargo, superior o inferior, siempre es ir en contra de la voluntad del electorado. El Pro y el peronismo disidente intentarán disfrazarlo de otra manera pero es así. Quizás la única diferencia sea la sinceridad del malversador. Néstor Kirchner ha dejado de ser oficialmente pingüino, para pasar a ser una comadreja bonaerense. Claro, seguramente ya no viajará más a su residencia de El Calafate para pasar los fines de semana y aventará de sus discursos las permanentes referencia a su Patagonia querida. Todo gracias a un trámite ultra veloz que le permitió aparecer en el padrón de Buenos Aires, igual que el resto de los ciudadanos que suelen esperar años para que les acrediten un cambio de domicilio. La política y el poder suelen dar algunas ventajas, Kirchner lo sabe y no tiene empachos en aprovecharlas. No importa que muchas veces el límite entre lo legal y lo ilegal quede difuso. Menos si de ética se trata.
Enredada en esa lógica antiética, quedó la oposición, pese al esfuerzo por despegarse de la jugada que nació en Olivos. Sólo el 28 de junio se sabrá si las ansias de castigo de buena parte de la sociedad perdonan ese ‘desliz’ o Kirchner se habrá salido con la suya.
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Si el cantito de la gente después del atroz homicidio de Daniel Capristo fue una rémora de lo que pasó en el 2.001, no hay dudas que los partidos políticos siguen en deuda. Quizás mucho más que lo que lo estaban por aquellos días. Mirando objetivamente el paisaje político, las elecciones internas y democráticas han desaparecido. Los intentos por hacer internas abiertas, eliminar las listas sábana o llegar al voto electrónico se han convertido apenas en referencias de biblioteca.
El peronismo dio un ejemplo, a fines de los ’80, cuando en una interna famosa Cafiero y Menem dirimieron la candidatura presidencial. Fueron los propios afiliados justicialistas los que lo resolvieron, en un método infinitamente más democrático, que el que Néstor Kirchner aplica ahora. Desde aquel año, el justicialismo no hizo más que encerrarse. En el 2.003, Duhalde eligió con el dedo al propio Kirchner, obligando a la sociedad a tener que elegir entre 3 candidatos del mismo origen.
En el 2.007, entre las sábanas de Olivos, Néstor le comunicó a Cristina que sería la candidata. Ahora, el congreso partidario bonaerense anuló de un plumazo las internas y le dio a plenos poderes para elegir los candidatos y resolver en consecuencia. ¿Qué es el partido entonces sino un sello de goma al que se recurre en campaña electoral? ¿Qué es el partido entonces sino un aparato dedicado al clientelismo político que sirve poco y nada para formar cuadros dirigenciales y como tanque de ideas para un gobierno del mismo signo político? Kirchner y compañía han sido los responsables, en los últimos años, del vaciamiento de las estructuras partidarias y del desprestigio cada vez más grande de la clase política. Claro, el ex presidente apenas le dio el empujón final, a una estructura que sus antecesores también se empeñaron con paciencia de orfebre en dañar gravemente.
Los radicales entrerrianos, que todavía cargan con el peso de la crisis del 2.001, y el fantasma de la ingobernabilidad que los acecha, le dieron un ejemplo al sistema. Hicieron elecciones internas y eligieron a su candidato a diputado nacional. Hayan votado muchos o pocos no importa. Le dieron la posibilidad a sus afiliados de elegir en libertad. La democracia argentina tiene aún muchas deudas pendientes. Educación, salud, seguridad. Y sólo partidos políticos fuertes y renovados podrán saldarla. Lástima que tantos dirigentes sólo tengan cabeza para pensar en su propio poder y en cómo salvarlo.
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