POR PABLO FERNÁNDEZ
La antipolítica, el discurso de las minorías
Nada de esto es nuevo, pero en cada proceso electoral queda al descubierto la maniobra. Desde algunos sectores se trata de instalar el término "politizar" como algo peyorativo, cargándolo de un sentido de confrontación y partidismo, invisibilizando que todos vivimos en una familia, somos parte de una sociedad y que es justamente la política la que nos permite organizar nuestros objetivos comunes y abrazar nuestros sueños.
Por Pablo Fernández* Quienes sostienen el discurso de la antipolítica persiguen objetivos políticos. Esa es la primera de las ironías con las cuales un sector -minoritario, pero con enorme poder de acción- siembra el descreimiento hacia las acciones y las instituciones democráticas. Con discursos lindos y globos de colores pretendieron enmascarar sus verdaderas intenciones. Fracasaron y dejaron un país más pobre, más desindustrializado y enormemente más endeudado del que recibieron. Ahora, con los mismos discursos lindos, pero sin tanto globo de color, pretenden hacernos creer que el macrismo y sus consecuencias devastadoras no existieron o que no fueron tan malas como nos hace parecer la realidad. ¿Acaso resulta aceptable utilizar, engañar y dañar a una gran mayoría para multiplicar las riquezas de una marcada minoría? La última dictadura cívico-militar y las etapas neoliberales que le siguieron en Argentina (primero Menem y después Macri) han destrozado los lazos comunitarios e impuesto al individualismo como la forma más legítima de convivir en sociedad, por lo que, en el presente, resulta difícil consolidar un proyecto común solvente y sostenido en el tiempo. En este marco, el discurso de la antipolítica atenta contra la organización sindical para profundizar la precarización laboral; atenta contra la participación ciudadana para que sean unos pocos quienes tomen las decisiones; y contra la capacidad transformadora de la realidad de cualquier comunidad organizada. Afortunadamente, sobran los ejemplos de la buena política, la de las transformaciones concretas y no sólo la de los discursos que suenan bien. Ese es el camino que defendemos y tratamos de transitar todos los días quienes entendemos a la política como la herramienta para cambiar las cosas, y no para hacer negocios y multiplicar riquezas, como demostró el mejor equipo de los últimos 50 años. Desde la política se logró restaurar el mecanismo de paritarias para las negociaciones colectivas de trabajo; la refundación del Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil; la eliminación de la Ley Banelco (que flexibilizaba las condiciones de trabajo) y un aumento en la inversión en infraestructura que pasó del 1,2% del PBI en 2003 al 3,7% en 2007. La política logró el desendeudamiento y, en consecuencia, amplió la soberanía política y la independencia económica del país. La recuperación de los fondos jubilatorios en manos de las AFJP también fue un logro de la buena política, llegando a una cobertura previsional del 94,6%, la segunda más alta de Latinoamérica, y sumando también la actualización de los haberes dos veces por año con la Ley de Movilidad Jubilatoria. Con esos recursos el Estado implementó la Asignación Universal por Hijo (AUH). Respecto a la educación, fue la política la que sancionó la Ley Federal de Financiamiento Educativo, que puso un piso de 6% de inversión respecto del PBI, pasando del 3,77% del PBI en 2003 a 6,50% en 2015; y también fue la política la que creó 16 nuevas universidades públicas nacionales y el Ministerio de Ciencia, Técnica e Innovación Productiva para darle mayor consistencia al desarrollo científico como política de Estado. Sólo cuatro años de políticas restrictivas hicieron falta para destruir buena parte de las conquistas de las mayorías. Los globos de colores y los discursos bonitos nada tuvieron que ver con lo que vinieron a hacer, e hicieron efectivamente. El discurso de la antipolítica se tradujo en medidas antipopulares que dejaron más del 35% de pobreza, 10% de desempleo y una inflación récord, que trepó al 53,5% entre septiembre de 2018 y el mismo mes de 2019. Además, y esto es lo más perjudicial para el conjunto de argentinos y argentinas, dejaron una deuda enorme e impagable en las condiciones acordadas. Para que se entienda la dimensión del problema: El Fondo Monetario Internacional (FMI) le presó a Macri 44 mil millones de dólares, que significan sólo 15 mil millones más a los 59 mil millones de dólares que durante el 2020 el organismo giró a 85 países del mundo para sobrellevar los gastos de la pandemia. En estos dos años de gestión volvió a ser el Estado el que recobró protagonismo para acompañar y cuidar, mediante diversas herramientas de ayuda directa y una extraordinaria inversión en salud, a una sociedad muy golpeada. La situación actual está lejos de ser la ideal, todavía queda muchísimo por resolver, las necesidades son grandes y demandas soluciones concretas. Por eso es peligroso el discurso de la antipolítica, sobre todo si es promovido por quienes utilizaron a la política para hacer sus propios negocios y fugar dólares al exterior, en detrimento a la sociedad que dicen representar. "Cuando la sociedad se suma a la participación de su futuro el margen de error se reduce", expresó, hace unos días, el diputado nacional Máximo Kirchner, condensando en sus palabras la idea que motoriza a toda militancia popular: la realidad se modifica organizándose y la organización siempre es política. Por eso resulta imprescindible separar la paja del trigo: el discurso de la antipolítica es el discurso de las minorías que históricamente se enriquecieron cuando fueron gobierno o cuando, desde afuera, hicieron negocios con el Estado. Hacer de ese discurso un “sentido común” es parte de ese proyecto de país para unos pocos a costas de las mayorías. El camino contra las postergaciones y por la adquisición de derechos es siempre el camino de la política y de la organización. A pesar de todo y contra todo, pensarnos de manera colectiva, participando y generando espacios de encuentro es fomentar la democracia. Y la política es la herramienta para canalizar esa construcción colectiva. Queremos volver a vivir mejor, siendo protagonistas de un país más justo y con mayores oportunidades. Ese es nuestro norte y, sobre todo, una construcción de todos los días, de cara a la vida que queremos. *Concejal PJ-Creer
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