CUPO LABORAL TRANS
La casa propia como primera exclusión y el indispensable rol del Estado en la reparación de derechos

La semana que comienza, Carol y Victoria cobrarán su primer sueldo como empleadas de la Municipalidad. Ingresaron en enero, tras aprobarse el Cupo Laboral Trans. Gualeguaychú marca el camino, pero el cambio de paradigma es lento y todavía hay mucho que recorrer. La transformación es cultural y educativa. Y los derechos, de todes.
Por Luciano Peralta "Que haga lo que quiera, pero si me sale puto, lo mato". ¿Cuántas veces escuchamos frases como esta? Tan repetidas como naturalizadas en una sociedad que excluye a lo diferente, que margina y que condena al desamor a quienes se atreven a discutir los límites impuestos, de Adán y Eva a esta parte, por la cultura occidental y cristiana. Pero, a pesar de las resistencias conservadoras, las sociedades avanzan, y lo hacen, inclusive, en el marco del evidente retroceso de la condición humana. Materializado en más guerras, más muertes, más hambre y más destrucción de la naturaleza. Aún así (y perdón por el pesimismo), las sociedades avanzan. Los casos de Carol y Victoria pueden funcionar como ejemplos. Ambas son mujeres trans, que se supieron nenas desde muy chiquitas, aunque las vistieran de azul y les cortaran el pelo bien cortito. Después de muchos años de discriminación, persecución y condena social, la semana que viene cobrarán sus primeros sueldos como empleadas municipales. Es que, en octubre, el Concejo Deliberante de la ciudad aprobó el Cupo Laboral Trans, tanto para el sector público de la Municipalidad, como para sus organismos descentralizados, las empresas subsidiadas por el Estado local y las privadas concesionarias de servicios públicos. A partir de esa norma, y de manera paulatina, todos los organismos y empresas alcanzadas por la misma deberán ocupar personas travestis, transexuales y transgénero en una proporción no inferior al 1,5% de la totalidad de su personal. Seguramente, quienes se oponen a "los cupos" (como sucede con el cupo femenino) dirán que el criterio para ocupar puestos de trabajo debe ser la idoneidad, la formación educativa, etc. Pero ¿cómo premiar el mérito cuando no existe igualdad de condiciones? ¿cómo hacerlo cuando la inmensa mayoría de las personas trans son expulsadas del sistema educativo? ¿Piensan, realmente, que en el mercado laboral -atravesado por las mismas lógicas heteronormativas que toda la sociedad- pueden competir de igual a igual con el resto? Lamentablemente, no, no es así. Justamente, el desinterés del Estado por las disidencias de género (ni hablar de la persecución y represión por parte del mismo) ha facilitado el marco ideal para la exclusión del mercado laboral de quienes no encajan en las normas prestablecidas. "Mi papá nunca me quiso"
Carol es una persona adulta que en su cuerpo lleva las marcas de una vida muy dura. Su historia, con toda seguridad, es la de miles de travestis que tuvieron que padecer tanto la persecución del Estado en democracia como la del Estado terrorista. Aunque la primera de las exclusiones fue la más dura, la de su propia casa. "Mi papá nunca me quiso, nunca me aceptó por mi condición sexual, por ser como soy. Mi mamá fue diferente, y con esa parte de la familia me llevo bien, pero la parte paterna nunca me aceptó. A la mayoría, de mi época, les pasó algo parecido. Hoy, la sociedad es un poco más abierta, pero cuando era chica a nosotras se nos hizo muy difícil. Se burlaban, nos agredían, nos tiraban piedras. Yo no pude terminar la escuela por el bullying y porque, para mí familia, era una vergüenza mandar a un marica al colegio", contó a la flamante recepcionista de la Oficina de Empleo municipal. "Mi papá nunca me quiso, nunca me aceptó por mi condición sexual, por ser como soy" Expulsada de su casa, "sin nada", y sin posibilidades de acceso al mercado laboral, Carol empezó a vivir de la prostitución cuando apenas tenía 15 años. "Fue muy duro, sobre todo durante el gobierno militar. A nosotras nos levantaban por el solo hecho de salir vestidas con ropa de mujer, nos humillaban, nos golpeaban, eso era tortura. Una lo ve, con los ojos del presente, y éramos torturadas dentro de esos calabozos", expresó, en diálogo con ElDía. Ya en democracia, mientras estaba en una de las esquinas en las que trabajaba, una noche como cualquiera, un puñado de tipos se bajó de un auto y le dio una paliza que la mandó al Hospital Centenario. Cuando despertó, habían pasado cinco días, tenía quebrada una pierna y dos profundos cortes en la cara, producto de varios culatazos. Ese y otros episodios de hostigamiento hicieron que tomara la decisión de irse de la provincia, para "poder vivir un poco más tranquila". Y su regreso se dio después de muchísimos años. "Nosotras padecimos mucho odio, mucha condena social. Yo tengo compañeras que, en Buenos Aires, pagaron con su vida el ser travestis. A mí me gustaría que las chicas de ahora estén bien, que no tengan que andar en la noche prostituyéndose, que el Estado les brinde herramientas. Somos seres humanos como todo el mundo, no somos ni enfermas ni personas malas, como muchos piensan", sintetizó Carol, quien, a pesar de las marcas de la vida, hoy se siente "muy agradecida por tener un trabajo" y, lo más importante, "una ciudadana libre, con todos mis derechos". Decidirse a los 17 "A la mayoría de las chicas les ha pasado que, al principio, cuesta que la familia acepte nuestra decisión. Sobre todo, en la figura del papá, que es más machista. A mí me pasó. Pero, bueno, ya había decidido ser una chica trans y tener mi documento de mujer. Y, hasta el día de hoy, nadie me lo pudo sacar de la cabeza", expresó, con seguridad, Victoria. Esa decisión la tomó a los 17 años, cuando empezó el colegio nocturno, pero esta vez con uniforme de mujer. "La directora no me dejaba entrar al baño de mujeres, por miedo a que los padres me vean. Al menos eso fue lo que me dijo. Entonces, yo tenía que ir al baño de profesores... aunque no le hice caso", reconoció, entre risas. "Me hacían sentir menos persona que los demás, me llené de inseguridades, y más en ese momento, en el que una está en la búsqueda de su personalidad" Como la gran mayoría, Victoria terminó abandonando el colegio por las burlas y el maltrato recibido. "Me hacían sentir menos persona que los demás, me llené de inseguridades, y más en ese momento, en el que una está en la búsqueda de su personalidad", relató la nueva empleada de la Dirección de Deportes. Lugar en el que se siente muy cómoda, ya que, hace algunos años, se dedica a la práctica de vóley. Pero no todo fue tan gustoso siempre. "Una vez me pasó que llegué a un supermercado de la ciudad, en el que estaban pidiendo gente para trabajar, y cuando el responsable de las entrevistas me miró, me remarcó: 'chicas, buscamos chicas'. Dejándome claro que yo no tenía nada que hacer ahí. Me di media vuelta y me fui". "La verdad es que en ese momento te da mucha bronca, te dan ganas de partirle una silla en la cabeza. Después, te vas a tu casa y te angustiás. Y pensás en lo que sos, en que sos una persona, con brazos y piernas para trabajar, igual cualquier otra persona heterosexual. Pero no te aceptan", lamentó. Afortunadamente, hoy su realidad es diferente. Igual que Carol, Victoria se siente plena. Terminó el secundario, quiere seguir estudiando Trabajo Social y concretando proyectos deportivos. "Actualmente, nuestras historias se visibilizan más. La gente lo toma de otra manera, creo que hay más aceptación, lo que faltaba es información", concluyó.ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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