
En junio pasado se anunció un acuerdo del gobierno con la multinacional Monsanto (1.600 millones de dólares en Córdoba). Hubo manifestaciones de rechazo
No es fácil ser coherente en la vida. Cada tanto se presentan circunstancias que provocan alteraciones y hasta contradicciones de pensamiento o de conducta.Mario Alarcón MuñizEn ciertas actividades humanas como la política, la docencia y el periodismo -entre otras-, por su carácter público y su vinculación con la gente, la coherencia es exigible. No caben pretextos. Se trata del pensamiento y la conducta de quienes pretenden orientar a los demás. Si las situaciones en derredor cambian, obligando a modificar el rumbo aún contra la propia voluntad, se dispone del lenguaje para explicarlo honestamente.La coherencia -define el diccionario- es la "relación lógica y adecuada de las partes que forman un todo" y la "relación lógica con la forma de pensar y la forma de actuar". En nuestra actualidad política tropezamos a cada momento con incoherencias que deterioran la credibilidad del pueblo en sus dirigentes, además de confundirlo. Esto no es bueno. Hasta sería grave si llegara a rozar las instituciones. Casos hay a montones.Todo al revésEl ejemplo más a mano de incoherencia política es Carlos Menem. Llegó a la Presidencia con un discurso peronista y al día siguiente lo tiró al cesto optando por una política liberal neoconservadora. Se reconoce la osadía de explicarlo: "Si en la campaña decía lo que iba a hacer, hubiera perdido las elecciones". Ergo, trampeó a la gente. Está claro. Sólo le importaba el poder.En 2008 el gobierno decidió reestatizar el sistema previsional. Más allá del acierto de la medida se destacó la incoherencia de nuestra dirigencia política. Propiciaron la reestatización y votaron a favor quienes habían respaldado la privatización en 1993; lo hicieron en contra los que en aquella ocasión habían defendido el sistema estatal. Todo al revés.Ese mismo año, el conflicto con el campo sirvió al oficialismo para desplegar la bandera de la "redistribución de la riqueza". Ocurrió a la inversa. Desde entonces la riqueza se ha concentrado aún más en los grandes grupos económicos multinacionales, confirmándose la tendencia a la desaparición de pequeños productores que abandonan la tierra. Ésta pasa paulatinamente a ser absorbida por los grandes grupos u ocupada por los "pooles" de siembra. La situación de los tamberos lo ratifica. Cada vez hay menos tambos familiares, mientras aumentan su poderío las empresas del sector que se apoderan de aquellas unidades.Grupos concentradosLo mismo ha sucedido con las exportaciones agrícolas. Apenas media docena de grandes grupos, en condiciones de acopiar cosechas y esperar, ha sido favorecida por la política de cierre temporario de exportaciones. El chacarero trabajador tuvo que vender al precio que le impusieron quienes podían aguantar y aguardar la reapertura de los puertos. De tal "redistribución" a favor del capitalismo concentrado está exenta la Barrick Gold que se lleva todas las ganancias por la explotación minera de periglaciares cordilleranos. Ni siquiera paga retenciones.El arreglo del gobierno en junio pasado con la multinacional Monsanto (1.600 millones de dólares a invertir en Córdoba, según anunció entonces la Presidenta) se inscribe dentro de la tendencia señalada. Esa megaempresa, junto a Bayer, Syngenta, Pionner y alguna más, planifican el control de la agricultura mundial. Nuestras autoridades lo saben, cabe suponer. Pero les sonríen y arreglan.Mientras tanto, cada enfático discurso reclamando las Malvinas nos entusiasma y compromete, hasta enterarnos que el Barclays Bank, de Londres -operador parcial de nuestra deuda externa desde diciembre de 2009, cuando Amado Boudou era ministro de Economía- es el principal accionista de la Desireé Petroleum instalada en las islas del sur para robarnos los hidrocarburos. ¿Y el discurso?Bien de cercaNo hace falta seguir las enumeraciones de la coherencia perdida. Pero hay una que nos toca bien de cerca, porque un sector del oficialismo proyecta rendir homenaje a la Asamblea General Constituyente de 1813 en su bicentenario y declarar feriado -por única vez- el 31 de enero, día de su inauguración.Esta iniciativa se contrapone a otros dirigentes K empeñados (bien empeñados) en rescatar asuntos que la historia oficial ha manejado a su manera. En eso estamos desde hace varios años y lo tenemos escrito, de modo que podemos hablar. Otros lo descubrieron ahora.La Asamblea fue convocada por el II Triunvirato para declarar la independencia y sancionar una Constitución. Ni lo uno ni lo otro. No hizo nada de eso. En cambio, aprobó el Himno Nacional y creó el escudo y la moneda, además de abolir los títulos de nobleza, ordenar la destrucción de los instrumentos de tortura y crear un sistema unitario regido por un director supremo.No abolió la esclavitud. Y no lo hizo porque pactó con los portugueses de Brasil que temían una gran revuelta en su tierra si las Provincias Unidas disponían la abolición. La Asamblea se detuvo en la libertad de vientres. No era poco. Pero tampoco era todo.El diputado por Entre Ríos, Ramón Anchoris, había nacido en Buenos Aires y nunca estuvo en Entre Ríos. Los seis diputados de Artigas fueron rechazados y enviados de vuelta. La Asamblea no aceptó las instrucciones del caudillo que consistían en declarar la independencia, establecer un sistema republicano, representativo y federal, autonomía de las provincias, división de los poderes del Estado (ejecutivo, legislativo y judicial) y una capital que no fuera Buenos Aires. Los echaron. Nos cerraron las puertas. ¿Y vamos a aceptar todo esto como un festejo? ¿No es acaso otra incoherencia?