La historia de Pablo Caballero, el último ladrillero
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Es vecino de la ciudad que trabaja en forma manual en la fabricación de ladrillos cerca del río Gualeguaychú. Sus herramientas son sus manos, pala, carretilla y un par de caballos en el pisadero. Es uno de los pocos que trabaja solo en un oficio muy sacrificado. Fabián Miró No hace demasiado tiempo, en las afueras de la ciudad y en zonas rurales se encontraban hornos de ladrillos en los que trabajaba un número importante de personas. Con el correr de los años, la tarea se fue industrializando y los hornos artesanales fueron desapareciendo.En el curso de la semana recorrimos la costa del Gualeguaychú, zona de monte y nos encontramos con una persona que trabaja solo en la construcción de ladrillos."Hice de todo: hasta hace un poco laburaba en el campo, pero pegué la vuelta, y no quedó otra que volver al ladrillo, como en mis tiempos de gurí", comenta Pablo Caballero, quien agrega que a los 51 años se hace "difícil conseguir un trabajo, así que me decidí por esto. No es para tirar manteca al techo, pero para pucherear alcanza". Recordó que trabajó quince años "repartiendo fruta en la calle, en algunos casos a domicilio, con el Negro Melgar". Posteriormente emigró a Escobar (Provincia de Buenos Aires) donde le hizo frente al monte en una isla "plantada con Sauce Americano". En ese trabajo "utilizábamos brazos y hombros, todo a fuerza física, en tareas como "picar, cargar barcos, sin la ayuda de maquinarias", recuerda.En el mundo de los ladrillos, comenzó a trabajar a la corta de edad de 13 años. Fue con "Juan Pereyro, del otro lado del parque, persona que me enseñó el oficio", cuenta.Caballero, nacido y criado en el barrio de Tigre, brindó detalles de los que es un día en la fabricación, elaboración y venta de ladrillos. "Es un trabajo que demanda su tiempo y hay momentos en que se debe meter unas horas más. Arranco a las cinco y media, a más tardar las seis de la mañana. Cuanto más temprano mejor, por el tema de las altas temperaturas, hasta las diez. Paro y regreso hasta las tres de la tarde, hora en que pego la vuelta y trabajo hasta que entre el sol".La primera parte del trabajo es cargar el pisadero, tarea que Pablo hace con una carretilla de madera, con la cual "cargo tierra que saco de cavas de la zona y viruta del Hipódromo. Ese material después se pisa a caballo, se completa con la liga, para finalmente extraer y cortar lo que serán los futuros ladrillos". Posteriormente, se "apilan para que se sequen bien. Cuanto este proceso finaliza, se mete al horno, al aire libre, y se quema por espació de 6 a 8 horas". Pasos que parecen sencillos, sin embargo llevan su tiempo.Explicó que tener un ladrillo, listo para colocar en obra, le demanda un tiempo de 20 días en verano, mientras que en "invierno el tiempo estipulado es de un mes y medio."La venta la hace en" forma particular" indica y agrega que tiene encargado "unos cinco mil que espero completar".Dijo que en un día puede cortar "hasta 1500 ladrillos de 25 centímetros de largo por 6 de alto".Comentó que no le vendría nada mal un ayudante, sin embargo no se consigue gente para "este tipo de laburo que es muy pesado".Cobra los mil ladrillos dos mil pesos, de los cuales tiene que descontar $200 para el flete, quedando claro que se trata de un laburo "para pucherear, sobre todo en el verano, dado que en el invierno la producción baja por el poco tiempo que se tiene para trabajar".Aclaró que una vez que termina una producción debe llevarse los ladrillos, caso contrario, "desaparecen en la oscuridad de la noche." El ladrilloEs el material de construcción más antiguo fabricado por el hombre. En los primeros tiempos se comenzó elaborándolo en su forma cruda, que es el adobe. Su difusión se debió a que el hombre le dio tamaño que se acomodaba a su mano y para hacerlo recurrió a materias primas accesibles, que se pueden encontrar casi en cualquier parte. No puede menos que llamarnos la atención que con elementos tan comunes como la tierra, el agua, el aire para el secado y el fuego para la cocción, el hombre logró fabricar un material de construcción que, con muy pocas variantes tecnológicas, siguen manteniendo plena vigencia y demanda hasta nuestros días.
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