La “Manzana de la Discordia”
La Nova ColoniaDo Sacramento, fundación portuguesa en la margen norte del Río dela Plata, epicentro de sangrientas luchas entre las Coronas de España y Portugal fue declarada Patrimonio Histórico dela Humanidadpor UNESCO en 1995.Silvia Razzetto*Trazada en 1680, bajo el sol del verano se alzaron las primeras defensas de piedra y las construcciones de adobe y de paja. Frente a la audacia lusitana el gobernador español residente en Buenos Aires, don José de Garro, atacó la fortaleza en el invierno y la ocupó.En el lapso de un siglo pasó siete veces sucesivas de manos lusitanas a castellanas y viceversa. La actuación de ambas coronas fue diferente: la portuguesa tomó posesión por medio de tratados, la española lo hizo a través de la guerra.El paisaje urbano está cargado de mensajes, signos y huellas de su transcurrir. La presencia de estos vestigios del pasado es producto de la tarea preservadora de la sociedad contemporánea. Y permite a quienes realizan una visita por descubrimiento, no solo visualizar espacios, recorrer ambientes y plantear interrogantes, sino aproximarse a la comprensión de un proceso histórico-social determinado: de la colonia a la república. La vieja Colonia del Sacramento guarda las esencias de una tradición lusitana matizada con los aportes de la ocupación hispana y criolla.Callecitas empedradas, plazas, muralla -tantas veces arrasada- puente, foso, puerta, bastiones, iglesia; casas portuguesas bajas, con gruesos muros de piedra, techos de teja a dos o más aguas, tirantería de cañas aseguradas con tientos, pisos de cerámica y piedra, ventanas enrejadas de barrotes cuadrados con aristas y arabesco central donde florecen malvones y geranios rojos; casas españolas altas, con techos de azotea, paredes anchas de ladrillo y piedra, con ventanas enrejadas de barrotes redondos totalmente lisas y destacadas con blancas cortinas de encaje. Muchas con revoques de barro pintados en rosa y amarillo, donde asoman densos jazmines y santa ritas.Y el río... siempre el río a la vuelta de una esquina.Es posible imaginar presencias, escuchar voces; las de Vasconcellos, de Cevallos, de Vértiz, de Rocamora, de Fray Malvar y Pinto, de Liniers, de Cisneros, de Elío, de Artigas, de Brown, de Lavalleja, de Garibaldi... y de vecinos de Gualeguaychú que en medio de los avatares de la invasión inglesa de 1807 y los vaivenes de 1810, llegaron a esa localidad. Unos, formando las milicias entrerrianas convocadas para la defensa del virreinato amenazado. Otros, incorporándose a las fuerzas realistas que nucleadas en Montevideo rechazaban la instalación del gobierno revolucionario.Y el viento trae otras voces, lejanas. La de aquellos pobladores que fueron convocados para expulsar al enemigo portugués en 1680. ¿Dónde se reunieron los milicianos provenientes de Buenos Aires, Baradero, Quilmes, Santa Fe, Córdoba, los tres mil guaraníes de las misiones jesuíticas y los cinco mil caballos que se trajeron? Pues, en cercanías de la actual Gualeguaychú. En Santo Domingo Soriano, en la zona de Puerto Landa.*Profesora de Historia
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