SALUD MENTAL
“La mejor manera de prevenir el suicidio es hablar del tema”
Profesionales de la salud coinciden en la necesidad de sostener el tema en la agenda mediática y en las políticas activas de los gobiernos. Mitos y verdades sobre un problema que crece particularmente en contextos de vínculos violentos, aumento de la pobreza y falta de espacios de escucha.
Por Luciano Peralta
De la pandemia por el Coronavirus no salimos iguales, ni mucho menos. La salud mental fue uno de los fuertes emergentes post encierro y la demanda de ayuda profesional creció como nunca. Este crecimiento se dio en todo el país, y en el mundo, y el Hospital Centenario de Gualeguaychú no fue la excepción.
“La percepción de los equipos de salud tiene que ver con el aumento de la demanda desde que empezaron a levantare los aislamientos propios de la pandemia, tanto en guardias, como en internaciones y en consultorios externos. Actualmente, se llega en situaciones más desbordantes”, explicó a Ahora ElDía, tiempo atrás, Ana Claret, licenciada en Psicología e instructora de la Residencia Interdisciplinaria de Salud Mental que funciona en el nosocomio de la ciudad.
El suicidio es una problemática sobrecargada de mitos, que poco ayudan a comprender su complejidad. El primer gran mito es ese que sostiene que “no hay que hablar de suicidios porque genera efecto contagio”. Es como un falso mandamiento que eclipsa al problema todo.
“No es una cuestión que se contagia. Ese sería un abordaje biologicista, pero si lo corremos de ahí, debemos involucrar a un montón de instituciones de la comunidad y debemos enfocarnos a la construcción del lazo social roto”, explicó, en este sentido, la trabajadora social Nerina Ross, quien es parte del área de Salud Materno-infantil del Hospital Centenario y directora del Comité de Docencia e Investigación de la institución.
Entonces, ¿cómo abordar un tema tan espinoso como el suicidio? La única manera de desterrar los mitos que se han consolidado alrededor de esta problemática es hablando, poniendo el tema en la agenda pública. Pero no de cualquier forma, ya que lo que se diga y cómo se diga tendrá efectos, positivos si se comunica bien, o negativos, si se lo hace de mala manera.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa que por cada suicidio hay más de 20 intentos y se la considera una muerte evitable, por lo tanto, prevenible. Y prevenir no es sólo tarea en casa o en la escuela, el suicidio se previene en los medios de comunicación, en el club, entre pares, es problema de toda la comunidad.
Los y las profesionales de la salud coinciden en que hay que hablar. “Contrariamente a lo establecido en la creencia popular, hablar del suicidio no provoca actos de autolesión o suicidios. Por el contrario, permite poner en palabras los problemas y la ambivalencia que pueden estar atravesando las personas y en muchos casos aliviar, al menos momentáneamente, algo del sufrimiento”, explicó a Ahora ElDía Anabel Hilgenberg, a cargo del Programa de Prevención del Suicidio de Entre Ríos.
“La mejor manera de prevenir un suicidio es hablar del tema como la cosa más corriente del mundo. No es algo que no sucede, de hecho, es la segunda causa de muerte entre las personas jóvenes”, expresó, en tanto, el psicólogo Leandro Rivera, director del Grupo Limbus, organización especializada en la formación, prevención y atención en salud mental.
Existe un material del Ministerio de Salud de la Nación que está disponible, y sirve como guía para, justamente, cuestionar los mitos más fuertes que, durante muchos años, han sido construidos en torno a la problemática del suicidio.
Primeramente, “es importante no interpretar necesariamente que quien se autoinflige una lesión o intenta suicidarse es alguien que no desea vivir. Tampoco hay una relación causal ni lineal entre ambas”, indica el material titulado Abordaje de la problemática del suicidio en los medios: claves para una comunicación responsable.
“No toda conducta autolesiva se relaciona con un intento de suicidio. En muchos casos remite a un sufrimiento que es volcado en el cuerpo como un intento de significarlo o de calmar el intenso dolor psíquico que atraviesa la persona. En cuanto a los intentos de suicidio propiamente dichos, muchas veces la persona puede encontrarse en una situación de ambivalencia. Hay un sufrimiento que, sin importar su origen, se vive como intransitable e insostenible. Quienes atraviesan esta situación podrían reformular el sentido de su vivir con el apoyo de personas significativas, la red comunitaria, referentes y/o profesionales intervinientes”.
Segundo: “Quienes tienen ideaciones suicidas o llevan adelante acciones suicidas pudieron haber manifestado en algún momento la intención de acabar con su vida. Las manifestaciones de angustia y los llamados de atención no deben ser naturalizados ni interpretados como actitudes inmaduras, caprichosas o manipuladoras. Deben entenderse, por el contrario, como un mensaje dirigido a un otro sobre un profundo padecer que se espera que escuche. Por lo tanto, se tienen que abordar con la seriedad y sensibilidad que ameritan”.
En tercer lugar, está “el primer gran mito”, el que eclipsa al problema todo. “Dialogar sobre el tema de forma respetuosa, serena y sin prejuicios sobre el suicidio puede reducir los riesgos de concreción, ya que permite advertir las señales, alienta a las personas a manifestar sus pensamientos dolorosos, contribuye a encontrar la oportunidad de ayudar a quien está transitando un momento de vulnerabilidad y también a desarrollar estrategias de abordaje preventivo e integral”.
Finalmente, esta guía desarrollada por profesionales de la salud refiere a otro de los lugares comunes a los que la falta de información nos suele llevar: la capacidad o incapacidad de cada persona para sobrellevar la situación. En este sentido, se explica que “la capacidad para resolver problemas puede verse reducida drásticamente por hechos violentos, extremadamente dolorosos, etc., sin que eso represente una incapacidad para resolver dificultades en general”. Entonces, “reducir a la simple voluntad y/o capacidad de la persona una situación compleja y multicausal como esta, resulta en interpretaciones fatalistas y estigmatizantes que dejan poco lugar a las acciones comunitarias y preventivas”. Debemos comprender que “las personas no son ni cobardes ni valientes, no son seres románticos que se sacrifican por amor, o que no pueden afrontar, por ejemplo, la pérdida de un trabajo”, sino que son personas, como cualquier otra, que “atraviesan un momento de gran padecimiento psíquico y necesitan intervenciones que les brinden los apoyos necesarios”.
En este sentido, Claret aportó una mirada que se corre de lo meramente médico y pone el foco en lo comunitario. “Esto sucede cuando hay un niño que es segregado en su barrio, en la escuela, a veces pasa que los mismos padres fomentan la segregación, entendiendo que hay víctimas y victimarios. Vivimos en una sociedad en la que se ha acrecentado la segregación social”. Y, si bien “no se puede asociar (el suicidio) a un solo factor, ni a un diagnóstico psicopatológico, sí es cierto que los lazos sociales fragmentados no promueven vínculos saludables, no promueven una vida saludable, por lo tanto, los factores de exclusión son mayores”.
El problema es por demás complejo y multicausal, entenderlo nos permite contar con herramientas. Las y los profesionales de la salud son fundamentales para ello, así como la divulgación de sus saberes. Resumiendo lo dicho: no hay relaciones directas, ni soluciones facilistas; no es conveniente subestimar o minimizar las actitudes de quien expresa angustia profunda o nos llama la atención; no se trata de una cuestión de voluntad o de actitud frente a los problemas de la vida. Y, siempre, debemos hablar sobre el tema.