POR JORGE BARROETAVEÑA
La misma película y el mismo final que todos sabemos cuál será
Cada uno tiene películas favoritas. Que no se cansa de ver, no importa que ya conozca la trama, los diálogos y obviamente el final. Es el placer de verlas y disfrutarlas simplemente porque le gustan. La película "La Argentina y el dólar", la hemos visto cientos de veces. Todos conocemos el final. La diferencia es que nadie la disfruta.
El domingo pasado muy pimpante el Ministro Guzmán avisó: “si retocamos el cupo de 200 dólares mensuales es una medida para ‘aguantar’ y yo no vine para eso”. Quizás sonó petulante su definición, pero el Ministro viene de llegar a un acuerdo por la deuda y su posición interna dentro del gobierno está fortalecida. Cuarenta y ocho horas después el Presidente del Banco Central, Miguel Pesce, amigo personal de Alberto Fernández y el mismo que estuvo en la cuerda floja en abril por el escándalo de jubilados haciendo colas en los bancos, anunció más restricciones en ausencia del ministro del área. A la hora de laudar en las distintas posturas, el Presidente se inclinó por Pesce. Nada nuevo que no haya pasado antes: el Banco Central se ha visto obligado a vender más de 2.000 millones de dólares en lo que va del año para sostener el tipo de cambio oficial y a este ritmo se va a quedar sin reservas. “Hay que parar la sangría”, describió el funcionario de la entidad monetaria con la mayor crudeza posible. La medida pues, implicó una devaluación encubierta del 35% porque el dólar blue rozó los 150 pesos, aunque después bajó algo. En el medio quedaron las clásicas desacreditaciones sobre su origen y naturaleza, aunque el propio Pesce se llevó las palmas cuando habló de narcos y desarmaderos como impulsores de ese mercado. Parecía Cristina hablando del abuelito miserable de Mar del Plata hace unos años que le quería regalar 10 dólares al nieto. La historia suele repetirse, y bastante seguido como tragedia. El torniquete permitirá traer algo de calma en las próximas semanas, por eso vale preguntarse para qué. ¿Cómo hará el gobierno para enviar señales de confianza y convencer a los argentinos que saquen sus ahorros al mercado? Todos lo intentaron y fracasaron. El peso argentino se ha convertido en un instrumento de cambio apenas, aceptado por todos obligadamente pero que no sirve ni para ahorrar ni para invertir. Es doloroso decirlo pero tristemente real. El debate se lleva casi toda la atención del gobierno. La pandemia ha quedado relegada a un anuncio por las redes sociales y a una reunión formal con Larreta y Kicillof. Es que lo peor se está alejando del AMBA, y ya no es tan necesario mostrar eso. Las encuestas sostienen además que buena parte de la sociedad está agotada y ha empezado a priorizar otros temas. La dictadura de las encuestas. Testigos presenciales cuentan que Larreta se tocaba los bolsillos el jueves al salir de Olivos. Y hacía bien porque la guadaña de recursos que le van a sacar a la Ciudad de Buenos Aires la siguen revoleando por el aire. La pelea es abierta a esta altura, y con final incierto porque será la justicia la que tenga la última palabra. Para el gobierno nacional es todo ganancia. No sólo desde los números, también desde lo político porque metieron una cuña y dispararon la interna larvada por el liderazgo de la oposición. Fue Monzó, enojado con el ex presidente Macri desde hace bastante, el que blanqueó el debate: directamente pidió jubilarlo. Se vuelve pues a la pelea de halcones y palomas, momentáneamente juntos por los dislates del oficialismo en el Parlamento. La vicepresidenta está sacando leyes a medida y eso actúa como acicate para disminuir la intensidad de las peleas opositoras. Pero el camino que están desandando tiene destino final y en algún momento tendrán que resolver el nombre del dueño del liderazgo opositor. Entre los que la dejan hacer, los que le tienen miedo, los que le deben todo o casi y los que no les interesa, Cristina va moldeando su propio camino y se va sacando espinas de encima. Y lo hace sin decir una sola palabra. No la necesita tampoco. Y tampoco le interesa que la imagen del Presidente Fernández quede cada vez más condicionada por la sombra de su poder e influencia. Pensar a esta altura que Alberto cortará amarras con su vice es una utopía que nunca tuvo mucho asidero. La alianza gobernante demostró ser eficaz para ganar elecciones, pero todavía renguea en demostrar que puede gobernar con algún grado de eficiencia. Por supuesto que está el telón de la pandemia, pero no será eterno. Cuando la pandemia nos deje (por la vacuna o lo que sea) todo quedará al desnudo. No será posible disimular nada. Parece que la única que lo sabe con certeza es Cristina que se apura para hacer los deberes. Lo está haciendo bien. ¿El resto? No saben para dónde disparar. No saben, no pueden o no quieren. Terminan siendo funcionales. Al cabo, el final de la peli ya lo sabemos todos ¿no?
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