La oposición sigue enredada en su propia falta de liderazgo
El espectáculo de las bancas vacías es algo que la democracia argentina ya no soporta. Lo hizo la oposición hace un mes cuando no le dieron los votos. Lo hizo el oficialismo el miércoles para hacer caer dos sesiones, tanto en Diputados como en el Senado. La democracia argentina ya no tolera semejantes desplantes. Ganen o pierdan, están obligados a debatir. Por Jorge Barroetaveña El gran interrogante que alumbró las elecciones del 28 de junio del año pasado fue la capacidad que tendría nuestra clase dirigente de digerir los resultados y actuar en consecuencia. El oficialismo reaccionó como se preveía, desesperado tratando de rescatar la cuota de poder que le había quedado y hacerla valer como si la sociedad no se la hubiera tocado. En seis meses y en trámite relámpago, la Casa Rosada obtuvo todo lo que quiso del Parlamento. Así se atalonó para lo que vendría que, a la postre tampoco fue demasiado complicado. El kirchnerismo sigue siendo un ejército bien disciplinado con un líder a quién nadie le discute nada. La oposición es un magma en movimiento, sin liderazgo definido y con una comunión parcial sobre algunos temas.Desde que las sesiones arrancaron en marzo, los legisladores opositores fueron incapaces de conseguir quórum propio (salvo una vez en el Senado), dejándose arriar por las huestes que conducen Rossi y Pichetto respectivamente. El miércoles fue la prueba más acabada. Una nueva ausencia del ex presidente Carlos Menem volteó la sesión en la Cámara Alta y una demora en la llegada de varios diputados, hizo caer la sesión en la Cámara Baja. "Pecamos de ingenuos", dijo un diputado recientemente desembarcado en la Cámara, en un verdadero acto de sincericidio. Ni siquiera la amenaza del Vicepresidente Julio Cobos de descontarle el 20% de la dieta a los legisladores que no asistan amedrentará al kirchnerismo, ya ducho a esta altura en esquivar los compromisos fuertes.De todas maneras, la situación tampoco podrá extenderse en el tiempo. El Congreso de la Nación debe funcionar, acorde al juego de mayorías y minorías que la gente votó el 28 de junio pasado, algo que deberán entender todos los legisladores. Justamente, el rol del Parlamento es legislar, trabajar en las comisiones, ir al pleno, sentarse, debatir y ganar o perder. Esas son las reglas del juego de la democracia. Retacearla eso al sistema es negar su esencia misma y atentar contra el mandato para el que los mismos legisladores fueron elegidos. Si la incapacidad para el consenso queda manifestada crudamente, y los acuerdos brillan por su ausencia, la única manera de dirimir las diferencias es votando. Tan sencillo y contundente como eso. Se sientan unos, se sientan otros, y el que obtenga la mayor cantidad de votos, habrá conseguido su objetivo. Boicotear ese acto, no sólo deja en evidencia una brutal incapacidad para dialogar y consensuar, sino un profundo sentido autoritario. En la actualidad, no hay democracia moderna donde no asistir a una sesión se haya vuelto una práctica habitual. En la Argentina, lamentablemente, seguimos abriendo rumbos. Lo que pasa en el Congreso es el fiel reflejo de una oposición dividida y sin liderazgo definido. El Peronismo Federal, que arrancó con muchos bríos después de junio, parece diluirse entre los pliegues de sus propias indefiniciones. Eduardo Duhalde es el único que ya recorre la Provincia de Buenos Aires toreando a Néstor Kirchner y avisando que va a dar pelea y se sube al ring. El resto, salvo Das Neves desde la gélida Patagonia, todavía está tiritando. Reutemann vive amagando pero no se define. Deja que hablen por él y somete su decisión a lo que hará Kirchner. La Argentina y sus necesidades no toleran más dudas. El ex gobernador de Santa Fe hace de la duda, el centro de su carrera política, buscando quizás aumentar las expectativas a su alrededor. Parece, a todas luces, una grosera equivocación. El error a lo mejor sea pensar que Reutemann adaptará su naturaleza a los requerimientos del país de hoy. Que se apure, porque la Argentina se consume de a minutos y se devora liderazgos con llamativa rapidez.Macri y De Narváez, hasta ayer aliados, ahora se mandan mensajes a través de los medios. El primero, debería preocuparse más por su gestión en la Capital Federal y la citación del Juez Oyarbide por las escuchas. El segundo, por concretar algo de todo lo que insinuó el año pasado y respetar lo que marca la Constitución. Si no puede ser candidato a presidente, tendrá que aprender a convivir con eso y no buscar que se fuerce la interpretación de la Carta Magna. ¿Aprenderán alguna vez nuestros dirigentes a respetar las reglas del juego y no intentar cambiarlas si los perjudican o, lo que es peor, les impiden hacer lo que ellos quieren?Mientras la oposición sigue enredada en sus propias mañas, Guillermo Moreno hace de las suyas con el aval de Néstor Kirchner. El zorro pierde el pelo pero no las mañas. El 'superministro' Moreno no trepidó en levantar el teléfono y presionar para que los académicos no insistan con sus críticas al INDEC. La táctica de seguir negando la inflación, con la simple y feroz brutalidad de ocultar los índices reales, no se ha modificado un ápice.El ex presidente en tanto planifica su desembarco en la UNASUR. Sin la oposición uruguaya, como le transmitió Mujica a Cristina durante una visita relámpago a Olivos, el sureño tiene el camino despejado para su objetivo. Así tendrá el pretexto ideal para no ir nunca más a la Cámara de Diputados y monitorear con tranquilidad todo lo que ocurra en el Congreso. En esta realidad plagada de paradojas, esta bien podría ser una más. Los organismos supranacionales se han caracterizado siempre por su capacidad para resolver diferencias entre los países, a partir del diálogo y el consenso. Néstor Kirchner, por su naturaleza, estaría lejos de tener esas cualidades. Pero la política argentina todo lo puede y a lo mejor el ex presidente muestra una cara que, hasta ahora, poco le conocemos.
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