HISTORIAS DE LA CIUDAD
La otra cara del Camino de la Costa: cómo es vivir en un asentamiento en la zona ribereña

En uno de los sectores que han progresado mucho en la ciudad, también se encuentra otra cara distinta al desarrollo. A pocos metros de la rotonda del Camino de la Costa se encuentra un pequeño asentamiento que en su momento fue mayor, con gente que vive como puede en casillas de madera costanera, chapa y cartón.
Fabián Miró
Dicen que “no todo lo que brilla es oro”. Todos nos deslumbramos con las grandes playas, complejos hoteleros en el mundo que ignora o mira para otro lado a las villas miserias y a la gente que vive en la indigencia a pocos metros.
Si bien este no es el caso del Camino de la Costa, el contraste entre lo que se ha levantado y lo que se está construyendo, es muy grande con la miseria y falta de oportunidades que tienen muchos vecinos que viven el día a día.
Claudia Fernández, vive sola con sus cuatro hijos, dos de los cuales tienen problemas de salud al fondo del terreno donde también habitan sus padres. Lo hace en una casa de material muy precaria, con las ventanas rotas y algunas anuladas para que ingrese el viento frío del invierno.
Entrevistada por AHORA ElDia, Claudia dijo que tiene “cuatro chicos que van desde los 4 a los 14 años. La mayor tiene un retraso mental y el nene de 6 años sufre de epilepsia”. Contó que “no tengo un trabajo fijo, además se me hace difícil porque tengo 4 criaturas, dos con problemas de salud. La peleo día a día, recibo una pensión por la nena con discapacidad, las asignaciones por los chicos y hago trabajos, changas como limpiar casas y demás para ayudar en la economía familiar que cada vez se hace más duro llevar adelante”.

Contó que en “la casa es muy precaria y si bien la mayor parte es de material no tengo pisos, las ventanas están rotas y las chapas agujereadas, razón que cuando llueve la casita se llena de agua, lo mismo que el baño”, añadiendo también que “nosotros, los que tenemos poco y nada, en la mayoría de las veces somos los excluidos del Camino de la Costa, porque hay vecinos que tienen un carro, un par de caballos, animales de granja que parece ser que les molestan a quienes compraron para hacer casas de fin de semana, cuando nosotros llevamos años en la zona. Vivimos aquí desde cuando todo esto era monte y chacra”.
En cuanto a sus hijos detalló que “al nene de seis le descubrieron epilepsia hace poco, cuando comenzó a tener convulsiones, además es asmático y con tanta humedad en el entorno, es que vive con problemas de salud”.
La Escuela
Claudia contó que “los vecinos llevamos los chicos a escuelas de la ciudad, cruzando el Puente Méndez Casariego todos los días. Este año pude costear el remis con un costo elevadísimo para mi economía. Muchas veces llegábamos a nuestra casa y no nos alcanzaba la plata para cocinar algo. Y lo de alquilar un coche no es un capricho por la sencilla razón que no puedo arriesgarlos a llevarlos caminando tres kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. En mi caso me quedaba en la casa de una amiga, en la escuela misma, para esperarlos y volver con ellos”. Acotó que “la mayoría de los padres los lleva caminando o en el mejor de los casos en bicicleta, aunque también están los que viven en la zona con un mejor pasar económico que nosotros y los llevan y traen en auto. En nuestro caso, el de los excluidos que tenemos problemas económicos serios, nuestro sueño es el de contar con un transporte para los chicos”.
La mujer contó que sus hijos “van a la Escuela 47 en el Barrio Munilla y si bien es un poco más lejos, fue la única que integró a mi hija que tiene retraso madurativo”.
La cocina
Claudia explicó que “elaboro productos de panificación que cuando puedo vendo, pero no me dejan comercializar en el Camino de la Costa porque no soy frentista y no tengo un gazebo para instalarme. Si lo hago me arriesgo y la gente del Municipio me puede sacar lo que elaboro. Fui al municipio con el carnet de discapacidad de la nena, pero me negaron el permiso porque tengo que estar en ferias populares itinerantes o algo así, en definitiva un montón de trabas”.

La Casa
Dijo que en “en la última inundación grande, tuve que salir con mis chicos y fuimos a parar al puerto, ocasión en que la asistente social no me quiso anotar en un barrio para gente con este tipo de problemas. Fui la anteúltima en entrar en un barrio que se denominaría Emergencia Hídrica y supuestamente tendríamos una casa y figuraríamos en el sistema como que ya la tenemos en la zona de Artigas. Habrían entregado un número de viviendas bajo cuerda vaya a saber a quién. Ese día, el de la entrega, nos echaron, pero ingresamos igual. Entregaron cuatro, quedando el resto pendiente de hacer. Insistimos hasta que de Viviendas de la Municipalidad nos dijeron que la plata no está, que los materiales desaparecieron, que en el gobierno de Macri no giraron fondos, aunque el Intendente que firmó esto sería el mismo Piaggio”.
Camino de la Costa al Fondo
Al final de la parte pavimentada del pintoresco paseo, continúa un camino de tierra que sería conocido como Calle 17. Siguiendo esa traza de camino, que cuando llueve se torna intransitable, se encuentra un caserío donde vive la familia de Exequiel Ortiz.
El hombre vive en una ranchada de madera, chapa y nylon. Exequiel contó que tuvo “una infancia dura, en una familia numerosa, con un padre alcohólico en el Barrio Munilla. Desde muy pequeño tuve que salir a laburar para ayudar a parar la olla. No hubo tiempo para la escuela y casi que no se leer y escribir”.

Señaló que “acá vivimos un grupo de familias, mientras que otras dejaron el lugar. Hacemos lo que podemos, tenemos animales de granja como chanchos, patos, alguna cabra, gansos y gallinas. Salimos con el carro a buscar alimentos para los animales y si sale alguna changa la hacemos. La mano está dura y a nadie le sobra un peso, razón por la que hay que andar más. Somos muchos los que andamos en carro ganándonos la vida y para todos no alcanza”.
Exequiel acotó que “en esta zona no tenemos agua dulce, la que hay es salitrosa y la usamos para el baño nada más. La de consumo la traemos de la ciudad”, expresando también que “tener animales ayuda, pero la sequía pega fuerte, cada vez hay menos pasto para los caballos y los animales de granja. El ganso es caminador y se las rebusca, pero tenés que darle unos granos de maíz cada tanto”.
Dijo que “por fortuna la chancha parió unos 12 lechones. Algunos serán para consumo propio y otros se venderán”, expresando que “a los chicos los llevo a la escuela en el carro, aunque en un tiempo cruzábamos el río en un bote que lamentablemente se rompió”.