UNA HISTORIA CON FINAL ABIERTO
La pandemia le cerró las puertas que Buenos Aires le había abierto: "Descolgué la bolsa de box y me volví"

Luciano Peralta La corta y todavía amateur historia de Baltazar Sellanes en el mundo del boxeo podría ser cualquiera de las miles que se repiten en casi todas las ciudades del país. A pesar que el boxeo argentino está lejos de sus años de gloria, sigue siendo una disciplina bien arraigada a los sentimientos argentos. Seguramente, su historia identificará a muchos y muchas jóvenes. Y por ese sólo motivo, esta nota tiene ya razón de ser. Aclaro, por otra parte, que no soy periodista deportivo ni, mucho menos, especialista en boxeo. Pero me gusta, algo conozco, y, además, lo que voy a contar es una historia de vida más que de box. Hecha las aclaraciones pertinentes, hablemos de Baltazar Sellanes. Fue hace casi cuatro años, cuando debutó arriba de un ring de boxeo, en el gimnasio Eliseo Rébora, del Club Pueblo Nuevo. En ese mismo escenario lo vi enfrentarse a Sergio Paissé, con quien luego volvió a pelear. Fue la única vez que lo vi, y de casualidad, porque había ido a ver a Sergio. Esa noche saqué algunas fotos casi desde dentro del ring, y fue también la única vez que lo hice. "Del boxeo me gusta, antes que nada, el entrenamiento. Me gusta que es más táctico, una disciplina de mucha inteligencia" Sellanes empató, pero dejó una muy buena impresión. "Fue una pelea muy dura, que, para mí, gané bien. Yo llegaba con tres peleas de experiencia en el boxeo y él como con cuarenta", recuerda sobre esa noche. ¿Cómo llegás al boxeo? "En la secundaria, como todo pibe, me rateaba y a veces me peleaba. Entonces, mi vieja, que venía a este gimnasio, -el X Treme Fighter, donde hicimos la nota- un día me dijo que iba a empezar a venir todos los días con ella, para que deje de andar en la calle".
"Cuando vine me encontré con Marcos Egui, un chico más grande que yo que conocía 0 del Colegio Nacional. Me contó que hacía karate (acá antes se hacía karate). Yo hacía fierros, no más. Pero veía cómo entrenaban. Al año, empecé, también. Me gustó. Después Mario (González, profesor y dueño del gimnasio) empezó con MMA (artes marciales mixtas) y lo seguí. Y después, lo mismo, con Muay Thai", relata Baltazar, sentado en medio del gimnasio de Paraná y Urquiza. Después de muchas peleas en el circuito amateur, Baltazar hizo tres combates profesionales de Muay Thai. "Una disciplina muy dura", asegura. Pero a los 18, tras algunos desencuentros personales, se le dio por empezar boxeo. "Del boxeo me gusta, antes que nada, el entrenamiento. Me gusta que es más táctico, una disciplina de mucha inteligencia. Eso me atrapó. El arte de pegar sin que te peguen", destaca, entusiasmado. Fueron siete las peleas que disputó en la ciudad, pero la necesidad de seguir creciendo en la disciplina lo llevó a Buenos Aires, a donde desembarcó en febrero de 2019. Al otro día de llegado se presentó en la Federación Argentina de Boxeo, en el barrio de Almagro, y a la semana ya estaba entrenando. Representando a la Federación hizo 14 peleas. "No son muchas -dice-, pero gané en experiencia. Peleé con pibes de 45 peleas, eso, sumado al entrenamiento en la Federación, me sumó muchísimo". "Mi idea es volver, obviamente. Imaginate, si me fui sin conocer nada, ahora más ganas tengo de volver. Es que, además de entrenar, hice varios contactos, conocí mucha gente. Gracias a Mauricio Cabrera, un entrenador de la Federación que me llevó a trabajar con él, conocí el ambiente. Nosotros armábamos y desarmábamos el ring, por ejemplo, en el Club Sportivo Barracas, donde se hacen muchos eventos. Entonces, veía las peleas y tenía acceso a los camarines, con todos los boxeadores. Estaba en mi salsa", cuenta Baltazar, dispara una risa cómplice y sigue: "Pero un día llegué al gimnasio y en la puerta estaba pegado un comunicado que anunciaba el cierre, desde el 31 de marzo, por el tema de la pandemia. Me quería morir. De un día para el otro me quedé sin poder entrenar y sin laburo, porque también se cortaron todas las peleas, los eventos. Lo único que hacía era entrenar en la terraza de la pensión en la que estaba, porque no se podía salir. Y cuando me prohibieron eso, porque le empezó a molestarle a los que vivía ahí, dije 'ya fue', descolgué la bolsa de box y me volví". ¿Un sueño? "Para un futuro, como todo boxeador, uno sueña con ser campeón mundial. Sé que es un laburo muy duro y que te tiene que acompañar la suerte, un equipo y un montón de cosas más. Pero eso sería lo más lindo para mí. Si no, me gustaría llegar hasta donde se pueda, lo importante es siempre dar lo máximo, y en ese camino estamos".ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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