
Hoy se cumplen 167 años del decreto del entonces gobernador de Entre Ríos por el cual la villa fundada por Rocamora fue elevada a la categoría de ciudad.
Marcelo Lorenzo
Se cuenta que el 4 de noviembre de 1851 los vecinos de Gualeguaychú celebraron con regocijo que su villa fuera ascendida a la categoría de ciudad. Festejaron, así, el decreto firmado por el gobernador Justo José de Urquiza, quien había fijado por esos días su residencia provisoria en la localidad.
De esta manera, la villa hispana fundada por Tomás de Rocamora en 1783, en virtud de la dinámica mercantil que había adquirido tras casi 70 años de vida organizada, daba un giro decisivo hacia la modernidad.
Atrás había quedado ese caserío de ranchos de adobe y paja, que llevaba una vida apacible y que durante los años de anarquía vio pasar por sus tierras varios ejércitos.
Es que
"la villa de San José de Gualeguaychú, por la extensión de su población, por su comercio y por los importantes servicios que ha prestado, es acreedora a las consideraciones y alto aprecio del gobierno", refiere el decreto oficial que hoy se conmemora.
La decisión de Urquiza revelaba, en principio, que esta localidad a mediados del siglo XIX - que según algunas fuentes tenía poco más de 4.000 residentes-, ya sobresalía por su dinamismo en el conjunto provincial.
Pero los historiadores marcan también el hecho de que era de la preferencia del gobernador. Unían al caudillo con Gualeguaychú razones geopolíticas, la adhesión de sus pobladores a la causa federal y fuertes motivos sentimentales.
"A juzgar por los sucesos y por lo que dicen los documentos, evidentemente, en la relación entre el gobernador y el pueblo de Gualeguaychú existió un reconocimiento mutuo por los favores y apoyos prestados desde una y otra parte, en distintos momentos", refiere la historiadora local Delia Reynoso en el libro "Historia de San José de Gualeguaychú".
Para ilustrar el alto aprecio que tenía Urquiza por los locales se suele mencionar su opinión sobre el carácter terco y bravo pero justo del pueblo del sur entrerriano:
"Es difícil hacerle doblar el cogote, tardío, pero seguro para atropellar, parco y justo para pedir, pero cuando embiste hay que abrirle cancha y complacerlo en lo que pide".
SITIO ESTRATÉGICO
El decreto del 4 de noviembre que elevó a Gualeguaychú a la categoría de ciudad en tono elogioso, debe leerse a la luz del momento histórico y de los planes políticos de Urquiza.
Hay que pensar que pocos meses antes, concretamente el 1° de mayo de 1851, el caudillo entrerriano, a través del célebre "Pronunciamiento", había desafiado el poder del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas.
Los sueños del gobernador entrerriano eran ambiciosos. Como federal pretendía equiparar a las provincias y al mismo tiempo dotar a los argentinos de una Constitución. Pero para eso debía vencer un duro escollo: derrotar a Rosas que representaba el poder absolutista de Buenos Aires.
En este contexto, Gualeguaychú se convirtió en el escenario del proceso previo a la batalla Caseros. Ya la villa había sido un lugar estratégico en los meses anteriores cuando Urquiza realizó su campaña a la Banda Oriental.
Finalizada esa campaña en la que resultó victorioso, el caudillo eligió a Gualeguaychú para ajustar los preparativos del Ejército Grande. Fue así que se reunió en la Isla de Fraga (hoy Libertad), a fines de junio de 1851, con sus aliados militares uruguayos y brasileños.
Al lugar arribaron personalidades de la época, como el sargento mayor Domingo Faustino Sarmiento (quien había vuelto de su exilio en Chile para unirse al Ejército Grande), que estuvo en la isla en noviembre de ese año, tras llegar por barco hasta el puerto de Landa.
El sanjuanino, como le gustaba hacer cuando viajaba, dejó una interesante descripción de la Gualeguaychú de aquella época:
"(...) una linda villa que aspira a ser ciudad y que en los últimos tres años ha hecho grandes progresos, gracias al comercio activo que sostiene con Buenos Aires y a las producciones de la ganadería que de allí se exportan. Estas ciudades frescas, apresurándose a desenvolverse, tienen un poco del aspecto de las norteamericanas de la misma edad. Predomina en los edificios la arquitectura gaditana (de Cádiz), que es hoy argentina (...)".
Cabe consignar, por otro lado, que Gualeguaychú se convirtió en una de las piezas claves para lograr el apoyo de la opinión pública al plan de desplazar a Rosas del poder y de inaugurar el período de la organización nacional.
En efecto, el gobernador entrerriano, que ya contaba con un periódico en Paraná, decidió comprar dos imprentas en Montevideo y destinó una de ellas a Gualeguaychú.
De esta forma nació el 5 de marzo de 1849 "El Progreso de Entre-Ríos", el primer periódico en letras de molde fundado en la ciudad, del cual fue alma mater Isidoro de María, como redactor y tipógrafo de la imprenta.
LA MÁS PROGRESISTA
Según refiere la historiadora local Elisa María Fernández (en el libro antes citado) la estrecha relación que tenía Urquiza con Gualeguaychú despertaba celos en el resto de la provincia.
Ocurre que el gobernador fue un activo impulsor de emprendimientos locales (hospital militar, comandancia, teatro 1° de Mayo, capitanía del puerto), en los cuales involucraba al erario público.
Fernández relata que el comandante López Jordán estaba molesto por la atención que recibía la villa del sur entrerriano y solía expresar ese desagrado públicamente.
Pero había otros que no tenían empacho en decir que, en comparación con Gualeguaychú, ni Gualeguay ni Concepción del Uruguay daban la talla "en cantidad de población, de comercio y de recursos".
Así opinaba el diplomático español Antonio Cuyás y Sampère, residente de la villa, quien aconsejaba al gobernador apostar por Gualeguaychú porque
"en la actualidad -decía en una de sus cartas
- es la más rica y comercial, la más productiva para el tesoro de la provincia".
Varios meses antes del decreto que la ascendió a ciudad, Sampère elogiaba la transformación de la localidad en carta al gobernador:
"El día que V.E. se pasee por sus calles lo admirará el número de sus lujosos edificios, el día que tienda su vista a los alrededores de su campaña, se presentará a sus ojos otra población (...) Entonces, Señor, comparará el rápido progreso de este pueblo con la aridez y el atraso de Gualeguay".
Por otro lado, cabe resaltar que más adelante Urquiza decidió construir en el camino real que unía Gualeguaychú con Concepción del Uruguay una residencia en la chacra del cura Erausquin, que luego fue llamada "La quinta del General".
Esa casa de campo -situada en el predio en el que se encuentra actualmente el regimiento local- no sólo fue un lugar de descanso en los ajetreados viajes que hizo con su familia, sino que Urquiza la convirtió en un espacio apartado y tranquilo para reuniones con personalidades políticas y diplomáticas de la época.
RAZONES DEL CORAZÓN
Cuenta la historia que mientras Urquiza reunía las tropas para acometer la empresa política y militar que lo convertiría en un personaje histórico relevante del país, encontró el amor en Gualeguaychú.
En uno de los tantos viajes a la villa, a la que luego elevará al rango de ciudad, el General de 51 años, que tenía fama de mujeriego, durante una fiesta quedó prendado de una joven muchacha veinteañera, hermosa y llena de gracia.
Urquiza sacó a bailar a Dolores Costa y según los testimonios aquello fue amor a primera vista. En muy pocos meses la vida de "Dolorcita", como la llamaba cariñosamente el caudillo, dio un giro crucial, al convertirse en esposa del vencedor de Caseros y del primer presidente constitucional de Argentina.
Desde 1851 compartió con él dieciocho años de su vida hasta el asesinato del general. Juntos construyeron una familia numerosa -11 hijos- y la historia atestigua que Dolores devino en el complemento perfecto de Urquiza.
Habría sido ella la razón sentimental que hizo que el caudillo tuviese predilección por Gualeguaychú y hay quienes especulan que fue uno de los motivos de peso para que le otorgara el cambio de estatus institucional.
El historiador Gustavo Levene sugiere esta hipótesis:
"Los vecinos de la villa de Gualeguaychú, que un decreto especial de Urquiza asciende a ciudad, malician que la causa de tantas novedades se llama Dolores Costa, una joven de veinte años que allí vive, hija de un inmigrante genovés y una criolla (...) Y esta vez parece que el asunto va en serio (...) El seductor de siempre ha caído seducido (...) El romance va a fructificar en muchos hijos".