La Presidenta camina tranquila hacia octubre y piensa en el día después
Las semanas que quedan hasta el 23 de octubre, no prometen sobresaltos para el gobierno. La Presidenta está en condiciones de dar una par de batallas finales. Pero sólo ella decidirá cuándo lo hará. Jorge Barroetaveña Moyano es una piedra en el zapato. El líder sindical cuenta, desde hace más de un año, sus últimas horas al frente del movimiento obrero y hace rato dejó de tener el respaldo presidencial. En rigor, el camionero, nunca tuvo una relación franca y amplia con la Presidenta de la Nación. Moyano fue un producto genuino de Néstor Kirchner, funcional al modelo que, con los tiempos de cambio, dejó de serlo. Su estilo, más vinculado con la vieja guardia sindical que con los nuevos 'yuppies' de la política, siempre chocó pero ahora se nota más. El jueves, crudamente, el taxista Viviani admitió que hacía más de un mes que no veían a la Presidenta. No contó claro que los teléfonos están cortados y su jefe, Moyano, ha sido sistemáticamente ladeado de la campaña electoral. Lejos han quedado aquellas manifestaciones multitudinarias organizadas por el líder camionero y sus aliados, que entregaba como ofrenda al modelo pero también servían para demostrar su poder de movilización y control sobre la calle. Esto, justamente, obsesionó a Kirchner desde que comenzó su mandato. El ex presidente tenía grabadas a fuego las últimas horas de De la Rúa, el descontrol social y los saqueos. Y las muertes. No quería que eso se repitiera y Moyano siempre fue un reaseguro. Lo dejó crecer, miró para otro lado mientras se acumulaban causas judiciales y desoyó los reclamos constantes de Graciela Ocaña que pedía le pusieran límites y controlaran su manejo de la 'caja sindical'. Pero Cristina, después de un año sin Kirchner, ya no necesita más de Moyano. Es más, tampoco comparte sus métodos ni sus formas y está en condiciones de prescindir de él. No del movimiento claro está, pero sí de sus estructuras y condicionamientos. En estos meses jamás escuchó sus pedidos para ocupar lugares expectantes en las listas, y le dio a Scioli suficiente aire para encorsetar sus ambiciones sobre el PJ. Utilizó a La Cámpora para ponerle límites y condujo con mano de hierro las negociaciones salariales que, el viernes, llegaron a un acuerdo del 25% de aumento para el salario mínimo. La CGT y Yasky pedían el 40%, los empresarios aceptaban el 19%. Al final, la cifra quedó más cerca de los primeros que de los últimos. Es que aceptar el 40% de aumento hubiera implicado también, indirectamente, darle la razón a Facundo Moyano que denunció que el INDEC 'dibuja' la inflación. En el gobierno lo saben por autoría pero tampoco comen vidrio.El golpe final sobre el poder sindical de los camioneros empezará a gestarse desde el Congreso, con la nueva conformación de las cámaras. Esta semana hubo un anticipo. El gobierno pretende avanzar sobre el manejo de las cajas sindicales y controlar los fondos a los que los gremios echan mano sin mucho prurito. En la Rosada ya sondean reemplazantes para Moyano, entre los gremios 'amigos', aunque algunos levantan voces de alerta, entre ellos Julio De Vido, el único interlocutor que le quedó a la CGT en el gobierno. De Vido sabe que Moyano todavía tiene mucho poder, que puede traducirse en una gran capacidad de 'daño'. A menos de dos meses de las elecciones del 23 no conviene hacer olas. Arriba del 50%, después de las elecciones, no habrá decisión que la Presidenta no pueda tomar. Ese será el momento del golpe final.
***Algunos opositores se abrazaron a las irregularidades en el escrutinio del domingo pasado como si eso fuese a cambiar la historia. El resultado, lo aclaró el propio Juez Blanco y luego Lorenzetti de la Corte Suprema, no sufrirá modificaciones, porque los problemas afectaron el recuento de los votos oficialistas y opositores. La confusión, sobre todo en la provincia de Buenos Aires fue tal, que bien cabe la sospecha de alguna intencionalidad política. La democracia argentina no arrancó hace dos días. Es inconcebible que, con tantas elecciones en el lomo, siga habiendo tantas dudas y, peor aún, sospechas sobre la transparencia del escrutinio. Los antecedentes pareciera no bastan. En Chubut se produjo un escándalo mayúsculo. Una elección cerrada, que se definió por un puñado de votos, provocó un escándalo nacional. Hace 4 años en Córdoba, Luis Juez sigue denunciando que fue privado de la gobernación por las irregularidades en el escrutinio. Y ahora las denuncias se multiplicaron. Es obvio que, con semejante diferencia la ecuación final no cambia, pero qué pasa si lo que se define es una banca para el Congreso de la Nación. O sucede lo mismo en octubre cuando todo está en juego. A coro, la oposición salió a reclamar la implementación urgente de la boleta única en todo el país. Las experiencias de Santa Fe y Córdoba demostraron que es un sistema infinitamente más transparente y fácil de controlar. Habrá que hacerle ajustes pero será el entierro eterno de las manganetas con las boletas, sustracciones y otras yerbas que forman parte de un peligroso 'folklore' electoral de los partidos más grandes en detrimento de las minorías.Con lo que el kirchnerismo dejó arriba de la mesa, los opositores hacen lo que pueden. Y hasta ahora es bastante poco. Alfonsín se relame las heridas de su alianza con De Narváez, Binner contesta los ataques de una izquierda que no lo entiende, y Duhalde optó por abrazarse a la 'ilusión' del fraude. Pintan como estrategias flacas para enfrentar lo que se viene.
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