
Si aceptamos lo expuesto en relación al significado de la palabra, la evolución del lenguaje tal cual lo ejercemos hoy, no resulta una tarea que pueda ser explicada, descifrada en forma lineal.Por Martín Aldeano*Opinión Al aumentar la cantidad de componentes en una sociedad tribal, por escaso que fuera el número de sus integrantes, las connotaciones del lenguaje aumentaron proporcionalmente.Para no abandonar la piedra que nos acompañó en la primera exposición sigamos con ella, pero agreguemos un componente más al dúo de parlantes primarios. Ahora el emisor del mensaje debe dejar en claro si la piedra que pide es para él o para el tercero en discordia. El receptor del pedido deberá interpretar claramente el mensaje.Cuando la palabra fue definitivamente la opción, entre seguir vivo o perecer, su ejercicio no admitió interpretaciones. La sublimación de los significados, tal vez haya llegado cuando el hombre fue conciente de sus emociones y sentimientos. No puedo imaginar otra circunstancia, ni como nace la necesidad.-(A propósito, sublimación es un vocablo del lenguaje alquímico. Groseramente significa destilar, descomponer, despojar un elemento de sus componentes degradantes, hasta que solo quede lo esencial. Lo noble de su condición).-En algún momento el hombre sintió la necesidad de poner en palabras cosas que no estaban en el medio, sino que lo habitaban. Una pena, una alegría. Entonces el lenguaje cotidiano fue insuficiente. La montaña estaba en el paisaje y podía ser alta o baja o escarpada. El río estaba en la geografía y como la montaña estaba expuesto a la mirada o la curiosidad del hombre. Su contemplación podía ser compartida por todos los integrantes de tribu o de la aldea. Ahí estaban: la montaña, el río, la nube, el pájaro y el árbol. Contundentemente integrados al medio.El pensamiento, necesita de la palabra para manifestarse. La evolución humana se hizo siguiendo un orden. La secuencia no es anárquica, es sucesiva y no puede alterarse. La palabra manifiesta la idea, con ella, el hombre se ordenó con el medio ambiente. Le dio nombre a las cosas que hasta su irrupción en la vida no lo tenían y acordó con el prójimo el significado de cada nombre.Todo sabemos que es un árbol, conocemos más o menos bien su estructura y componentes. Un árbol se compone de raíz, tronco, ramas, hojas, flores, brotes, etc. Todas sus partes son palpables. Se nombran y se tocan. La sombra es también parte del árbol. Se percibe pero no es asible.La índole de la sombra del árbol difiere de sus otras partes, no solo en su inmaterialidad y su eventualidad. También en su percepción. La sombra es inmaterial su percepción no. El beneficio de la misma en un clima de sol agobiante es apreciable. Sin embargo no podemos asirla y transportarla. No solo por su inmaterial condición, sino porque su eventual pertenencia corresponde al árbol, aún cuando solo es posible con la presencia de la luz solar.Cuando los sentimientos se manifestaron fue necesario encontrar la palabra que los tradujera y acordar, una vez más, que identificaba. Porque ahora el significante no estaba en la geografía, sino dentro del hombre.Aparece una nueva geografía. El alma del hombre y en ese paisaje la tristeza, las añoranzas, las alegrías. ¿Como explicar el goce?- No hay palabras, el hombre no las encontró. Recurrió entonces al símbolo. Sublime estrategia de aludir a una cosa, con otra.¿Metáfora? ¿Parábola? ¿Alegoría? ¿Imagen?-Llámelo como quiera.Todas son construcciones del lenguaje para nombrar lo inasible. El amor, el odio, la paciencia, la alegría.Quizás, en la contemplación de una nocturna fogata, el hombre tarareo una primigenia y torpe melodía. Tal vez en la misma delectación, en el mismo encantamiento le puso a esa melodía las primeras palabras.Podemos suponer que en ese momento nació el músico, el poeta, el profeta y el salmista. Todo porque un día, ignoto día, el hombre descubrió el lenguaje y encendió una fogata. Tal vez sin saber o quizás si; que Prometeo le obsequió el fuego de los dioses, no solo para entibiar sus noches o sus días. También para encender el fuego interior que despertó el ángel dormido que lo habitaba. Y el hombre se hizo a la vida presintiendo, sospechando, que cuando Dios amasó el barro para modelarlo, lo hizo cantando porque estaba feliz.