RECUERDOS DE NUESTRA CIUDAD
La Vieja Terminal y el Mercado Municipal: dos lugares que marcaron el pulso de Gualeguaychú
La semana pasada se reinauguró el edificio donde funcionó durante muchísimos años la vieja terminal de Gualeguaychú, un lugar que dio vida a una parte muy importante de nuestra ciudad. Alrededor de donde arribaban y partían los colectivos de larga distancia nació una microeconomía que permitió que hoteles, comedores, bares y lugares de esparcimiento tuvieran su época de oro. Además, en paralelo, el Mercado Municipal ubicado detrás hizo historia ofreciendo productos frescos y de calidad para todos los vecinos.
Amílcar Nani
Durante casi todo el siglo XX fue el corazón neurálgico de Gualeguaychú. Allí llegaban y se iban personas desde y hacia distintos puntos de la provincia y el país. Fue testigo de despedidas tristes e ilusiones alegres, y por años alimentó la economía local con el Mercado Municipal que formaba parte del complejo. Esta es la historia de la Vieja Terminal de Gualeguaychú.
Reinaugurada, trasformada y puesta en valor hace poco, esa mole arquitectónica que ocupa gran parte de la manzana de Bolívar, Chalup, San Martín y 3 de Febrero ahora renació en formato de Centro Cultural y Comercial, comenzando de esta manera a transitar una nueva historia y reviviendo una esquina que por más de dos décadas fue un agujero negro de abandono, salvo por el funcionamiento de algunas pocas oficinas.
Sin embargo, los veintipico de años últimos fueron una excepción, ya que gracias al flujo constante de pasajeros que llegaban y se iban en empresas de transporte de larga distancia como Tata, Rápido, Ciudad de Gualeguaychú, Jovi Bus, Flecha o ETA internacional, esa zona del centro de la ciudad era una de las más activas, movidas y desveladas, porque no eran los mismos aires y aventuras que se vivían de noche a los que se experimentaban cuando el sol estaba en el cielo.
“Cada micro que arribaba a la terminal firmaba una planilla donde figuraba su destino, hora de llegada y cantidad de pasajeros, lo mismo para los que salían de acá. Esa planilla se enviaba a municipalidad para el cobro del derecho de andenes”, relató hace algunos años Norma Mujica a la ReVista Visión Municipal, que edita la Dirección de Personal del Municipio. “Los coches se anunciaban siempre diez minutos antes y sobre la hora, además se tocaba un timbre”, agregó.
Allí, esta trabajadora municipal jubilada contó que, por ejemplo, los turnos de trabajo en la Terminal de Gualeguaychú eran de seis horas y que se distribuían a partir de la medianoche (de medianoche a 6 de la mañana; de 6 de la mañana al mediodía; del mediodía a las 6 de la tarde; y de las 6 de la tarde hasta la medianoche, comenzando de esta manera nuevamente el ciclo).
El efecto de la Terminal de Ómnibus en la zona fue muy fuerte, y de hecho la economía regional de esas cuadras se comenzó a realizar en función de este establecimiento. No por nada, la zona estaba plagada de hoteles –varios siguen activos en la actualidad– que eran los refugios de los turistas que visitaban nuestra ciudad. Pero más turistas, los hoteles estaban pensados en su mayoría para otro tipo de visitantes: los viajantes comerciales.
Durante años, vendedores de cualquier producto que uno pueda imaginar arribaban a Gualeguaychú –muchos de ellos de manera periódica– con una valija en una mano y un portafolio con carpetas en la otra. Tras alojarse en el hotel (casi el mismo y la misma habitación), estos vendedores se dirigían a algunos de los comedores o restaurantes que también habitaban la zona. Luego de descansar del viaje, se dedicaban durante dos o tres días a recorrer los diferentes comercios de la ciudad para intentar vender ese producto que luego los clientes locales podrían adquirir. Un sistema de preventa donde primero se compraba y a los días se recibía la mercadería.
La terminal también influyó en el esparcimiento: terminada la jornada laboral de los viajantes, algo había que hacer, por eso se instalaron cafés en las zonas aledañas y también, con los años, encontró un nicho la timba ya que no hay que olvidar que antes de que funcione en la Costanera, el Casino de Gualeguaychú funcionaba en el hotel Embajador, en la esquina de San Martín y 3 de Febrero, a pocos metros de donde llegaban y partían los colectivos.
Dentro del edificio de la Vieja Terminal, además de las boleterías, también funcionaba un bar, que además de servir refrigerios a los viajantes que tenían que quemar el tiempo hasta que saliera su colectivo, también se transformaba por las noches en una especie de refugio para borrachines locales sabiendo que sin importar la hora siempre iban a encontrar una copa para beber y una charla díscola para tener. Inclusive, algunos gualeguaychuenses que se habían quedado con gusto a poco con la salida del sábado a la noche se acercaban a ese lugar para recibir el amanecer y desayunar algo antes de volver a sus casas.
El Mercado Municipal
La otra parte del edificio no fue consecuencia de la Terminal de Ómnibus, pero con el correr de los años crearon un lazo simbiótico entre ellos que por esa época no se podían concebir por separado. Se trata del Mercado Municipal, que funcionaba en la parte lateral y posterior de la estación de micros.
Durante años, allí se conseguían productos alimenticios frescos que los gualeguaychuenses buscaban para preparar los manjares diarios en casa. Frutes, verduras e inclusive por un tiempo carne vacuna.
Pero fueron dos los productos más característicos del lugar, no sólo por lo particular de cada sino que uno en especial por el aroma que hacía característico el barrio: la venta de pescado fresco.
En bateas repletas con hielo reposaban los sábalos o los bagres, los dueños de los puestos ofrecían a los gritos los productos más frescos salidos de nuestro río o del Uruguay. No había mejor lugar para encontrar una buena pieza de río para degustar.
El otro producto característico era la Cámara Frigorífica que ofrecía un producto indispensable en una época donde la energía eléctrica no es algo usual como hoy en día: las barras de hielo. Se vendían de a un cuarto, de a media o la barra entera. Las porciones más grandes podían durar varios días y mantener alimentos frescos en lugares como zonas rurales o en los campings, donde muchos aventureros y turistas se llevaban una para conservar la comida y enfriar la bebida.
“Trabajábamos en las cámaras municipales, con hielo en barra que se traía del frigorífico, el pescado y las medias reses. En el mercado había carnicerías y pescaderías, las barras se vendían al público, salían de la cámara y por una rampa se acercaban a la ventanilla de venta cortábamos cuarta o media o se llevaban la barra entera”, relató Alberto Rodríguez, trabajador de la Dirección de Rentas, en la edición de mayo de 2019 de la ReVista Visión Municipal.
El mercado existe en Gualeguaychú desde 1864 y estaba sujeto a la fiscalización de las autoridades comunales. En la gestión del intendente Basavilbaso, ante las quejas y denuncias de los vecinos por el abandono del edificio en lo que respectaba a la higiene y salubridad, se redactó el Reglamento Interno, el cual establecía las obligaciones y derechos de la empresa y las facultades de control de la comuna, todo con el fin de mejorar las condiciones del local y ordenar su funcionamiento.
En este sentido, la empresa debía costear un encargado de limpieza general; y a su vez, comisarios y celadores municipales y también de la empresa eran las autoridades responsables del cumplimiento del reglamento, que comenzó a regir el 1 de abril de 1875.
Un dejo de nostalgia
Durante años, la esquina de Bolívar y Chalup fue escenario de ilusiones de personas que llegaban a disfrutar de nuestra ciudad, de vendedores que soñaban con invadir Gualeguaychú con sus productos y de visitantes circunstanciales que se encontraban con una urbe incipiente. Pero también fue momento de tristezas, como la de aquellos padres que despedían a sus jóvenes retoños que se iban a otra ciudad a buscar el futuro o los estudios que en esa época eran imposible por estos lares.
Sin dudas, ahora esa manzana comienza a tener una sobrevida diferente y pujante, pero nunca hay que olvidar que durante más de cien años la manzana de Chalup, San Martín, 3 de Febrero y Bolívar fue el centro neurálgico de Gualeguaychú.
* Un agradecimiento al Archivo Histórico por compartir el material informativo para esta crónica.