LA VISITA DE UN ESCRITOR
Si "la lectura es el eje de todo posible aprendizaje", se comprende la preocupación de los docentes frente a la falta de interés que ponen los alumnos en la lectura.Raquel BartheLos maestros sienten que son capaces de enseñar a leer y escribir (alfabetizar), pero que, una vez alcanzada esta destreza, el niño pierde el interés y no llega a transformarse en un lector competente y entrenado.En el camino hacia esa competencia lectora, tan deseada por docentes y padres, se produce una grieta que, en lugar de cerrarse con el tiempo, cada vez se ensancha más hasta que, en la adolescencia, es casi un abismo infranqueable.En el afán de construir un puente, las escuelas emprenden actividades diversas, con un gran desgaste de recursos, tanto humanos como económicos. Y, cuando éstos últimos no alcanzan, recurren al apoyo de las editoriales.Entonces se programa y se lleva a cabo "la visita de un escritor".La alianza escuela-editorial-escritor parecería ser la fórmula perfecta para lograr que se forme el lector.Los tres componentes de dicha fórmula comparten un mismo propósito: la lectura, aunque por diferentes motivos.Los objetivos no son los mismos:& La Escuela necesita un lector entrenado y competente que comprenda todo tipo de texto, para que se cumpla con éxito el proceso enseñanza-aprendizaje.& La Editorial, también necesita esos mismos lectores para poder vender su producto: el libro.& El Escritor, por su parte, desea comunicarse y, para eso, necesita ser leído: si no hay lectores no habrá libros y, entonces, ¿para qué o para quién escribiría?
Finalmente, la escuela organiza "la visita de un escritor" y con su llegada crecen las expectativas. Esta visita puede ser aislada o en el marco de una Feria de Libros en la escuela.Los chicos lo reciben con entusiasmo y lo colman de preguntas.Los docentes esperan que ese autor consiga lo que ellos no pudieron: despertar el interés por la lectura, construir un puente sobre el abismo que, sin proponérselo, abrieron.La editorial espera que el autor promueva el producto (libro) y se produzca la venta masiva de libros.
Pero... la fórmula que parecía perfecta, era una fórmula incompleta: el LIBRO, protagonista principal, estuvo ausente y, sin libro no hay lectura.Los maestros desconocen al autor y a su obra. Han considerado que sólo viene para "trabajar" con los alumnos y que por lo tanto el docente sólo debe limitarse a un papel de observador pasivo (en algunos casos, hasta llegan a ausentarse del aula). No preparan ni anticipan la visita; suponen que la sola presencia de un escritor hará que sus alumnos se transformen en lectores.Los chicos, al desconocer la obra del escritor, encausan sus preguntas hacia la vida personal, profesional o sobre temas editoriales. Su curiosidad es inagotable, pero no pueden preguntar acerca de los libros escritos (y no leídos) de la "ilustre visita"; libros que ni siquiera están presentes como objetos decorativos para saciar sus expectativas.El escritor, entonces, se transforma en un "promotor de libros" y se confunde el concepto de autoría con el de propiedad y la "ilustre visita" se desjerarquiza; inspira recelo y la sospecha de que solo está allí para vender sus libros. De esta manera el sus de autoría es interpretado como propiedad, creando un inmediato rechazo a la compra del libro.Este rechazo es compartido por los maestros que pasivamente esperaban que el escritor hiciese el trabajo que ellos no consiguieron hacer: potenciar la capacidad lectora de sus alumnos. Esperan el tendido de un puente sobre ese abismo que ellos mismos construyeron.El libro-objeto es considerado como un objeto comercial, en lugar de cultural y, por lo tanto, no deseado. Entonces la actividad que la escuela había propuesto como extensión cultural se convierte en un simple "show literario", donde los tres componentes de la fórmula quedan defraudados ante la falta de los resultados esperados.Los chicos no se convirtieron en lectores. Algunos (que ya lo eran) descubrieron durante la jornada, que ya habían leído algún libro de ese autor y que, aunque en sus casas tenían el ejemplar, perdieron la oportunidad de hacerlo dedicar. Otros se interesaron por leer, pero no supieron si los libros estaban en la biblioteca escolar o dónde comprarlo. No contaron con el apoyo de los padres, que ignoraban gran parte de la actividad.La editorial hace un balance de sus gastos y llega a la conclusión de que no llegaron a ser una inversión, ya que no se vendieron libros ni se formaron lectores que, en un futuro, puedan comprarlos.El escritor se fue, luego de un arduo "trabajo" sin haber tenido ni siquiera la gratificación de dedicar algún ejemplar; esa dedicatoria que lo une al lector y que establece un vínculo de complicidad entre ambos; esa dedicatoria "del autor al lector" que transforma un libro igual a muchos otros en un ejemplar único.El maestro, fuera de todo el proceso, no puede ni siquiera evaluar lo sucedido para emprender estrategias que den continuidad a la actividad realizada y que permitan alcanzar el tan ansiado objetivo de la "formación de lectores" y la excelencia educativa.Los padres esperan la "excelencia educativa", pero no se acercaron a compartir la fiesta con sus hijos, apoyando al maestro y a la escuela. Controlan desde afuera el hacer de la escuela, pero sin un compromiso que los una en la educación de los hijos; delegan, controlan, pero no comparten.
¿Lleva todo esto a la reflexión y a la autocrítica? ¿O cada uno culpa de las fallas a los otros? ¿Se efectúa una evaluación de lo ocurrido? ¿Se reúnen para elaborar un informe? ¿Se proponen soluciones o reajustes para continuar el trabajo?
Por mi parte, y tras una larga experiencia adquirida visitando escuelas, llego a la conclusión de que sólo es conveniente la presencia de un autor, con posterioridad a la lectura, por parte de los alumnos, de alguna de sus obras. Y aclaro "lectura por parte de los alumnos" porque en algunos casos se confunde "leer" con "escuchar" y, en esa oralización de la lectura, los niños son escuchadores pasivos.
La oralización que entrena una escucha atenta, es un recurso valioso, pero no en el caso de la presencia de un escritor porque, cuando no hubo lectura previa, éste pasa a ser un docente más, un tallerista, un promotor o un vendedor de libros y su rol de escritor queda desvirtuado.
Tanto la visita de un escritor, como una feria de libros, jornadas de lectura, "maratones" o cualquier otro tipo de actividad de extensión cultural, que esté más allá del quehacer cotidiano de la escuela, tendría que ser la culminación de un proyecto institucional consensuado donde estén comprometidos todos los niveles: autoridades, docentes, alumnos, padres y comunidad. Un trabajo llevado a cabo interdisciplinariamente a lo largo del año lectivo y continuado en los siguientes, con objetivos claros, planificación precisa, metas a alcanzar en tiempos determinados (a corto, mediano y largo plazo), con continuidad y consecución en su desarrollo; con evaluaciones periódicas que posibiliten los ajustes y modificaciones necesarias para seguir adelante y alcanzar la finalidad propuesta.
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