Las fragilidades latinoamericanas
Una sensación de malestar social atraviesa a la sociedad latinoamericana. La protesta de los indignados es contra la corrupción de las élites. ¿Síntoma del fin de la bonanza económica? América Latina vive un trance especial: de repente gruesas movilizaciones sociales, expresan su rechazo e indignación ante la conducta de las dirigencias políticas, visualizadas como corruptas.Lo que se vive en Brasil es paradigmático. El tumulto social es de una magnitud impensada. Sobre todo porque hasta hace poco ese país venía disfrutando de un boom económico, que era aplaudido por el resto del planeta.Ahora la cúpula gobernante enfrente un caso resonante de corrupción. El megaescándalo de Petrobras sacude al partido gobernante (PT), mientras la justicia brasileña lleva adelante un "mani pulite" inédito.Nunca una investigación había rozado a figuras tan poderosas (senadores, diputados, ejecutivos y empresarios), algunos de los cuales ya están tras las rejas.Chile también enfrenta casos resonantes de corrupción, que generaron el cuestionamiento masivo de su gobierno, cuya imagen se desplomó. Pero hasta hace un par de años los delitos públicos no eran percibidos como un gran problema en el país trasandino, que era visto como un modelo de institucionalidad.Los gobiernos latinoamericanos se ven acosados por un malhumor social que se expresa en un reclamo de transparencia. Hay quienes piensan que estas fragilidades institucionales son el subproducto de una economía en declive.Detrás de todo está la desaceleración china, la caída de los precios de las materias primas y la huida de capitales. Al retirarse la bonanza económica, emerge la indignación ética de importantes sectores sociales.La relación entre la demanda de gobiernos decentes y la marcha de la economía genera controversia. En Argentina, por caso, a los gobiernos se los suele cuestionar por su ética cuando los bolsillos de los ciudadanos flaquean.La permisividad hacia la corrupción política en estas pampas se hizo máxima popular en los '90 con aquel célebre "roban pero hacen".Al respecto una encuesta reciente sobre cultura constitucional llevada a cabo por Poliarquía e IDEA Internacional arrojó resultados elocuentes: el 43% de la población dijo estar dispuesta a transgredir la ley, y otro 9% a considerarlo, si cree que tiene razón.Curiosamente hoy está en el ojo de la tormenta el sistema electoral -piedra de toque del régimen democrático- del cual se sospecha que facilita el fraude a gran escala.En tanto en México, el otro gran país latinoamericano, las denuncias de corrupción y abuso de poder son una constante histórica. "Somos legalmente corruptos", sostiene el mexicano Armando Regil Velasco, presidente del Instituto de Pensamiento Estratégico Ágora, al quejarse de que en su país hay muchas leyes pero poco Estado de Derecho.Aunque la sociedad no es inocente. "Dicen que un pueblo que elige corruptos no es víctima, es cómplice. Por error u omisión, los mexicanos somos cómplices de esta cadena interminable de corrupción", sostiene Velasco, en un artículo aparecido en el diario 'El País' (España).Y añade: "Los protagonistas de estas historias que tanto avergüenzan y dañan al país son un reflejo de nuestra sociedad, de lo que valoramos y permitimos, de lo que toleramos y aplaudimos".La reflexión recuerda aquella aseveración según la cual cada sociedad tiene el gobierno que se merece. Y que el francés André Malraux modificó, al asegurar que los ciudadanos tienen en realidad los gobernantes que se les parecen.
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