DÍA MUNDIAL DEL SIDA
Le diagnosticaron VIH, estuvo al borde de la muerte y hoy vive en plenitud: “Me amigué con la enfermedad”
Gustavo abandonó el tratamiento en un par de oportunidades, puso en riesgo su vida y tras superar internaciones hoy reflexiona acerca de los aprendizajes que le dejó el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) y alienta a otras personas a hablar del tema para que no lo tengan que transitar en soledad.
Gustavo vivió en Gualeguaychú entre 2012 y 2015, mientras terminaba su profesorado de teatro, hacía obras, programas de radio y transitaba el VIH en completo silencio. Todo comenzó en España, donde vivió una década. A fines del 2011, a su pareja y a él le diagnosticaron VIH. “Yo me casé en España, habíamos vuelto de un viaje de Argentina. A él le habían salido unas verrugas y se hizo un estudio y le dio VIH positivo, y después me lo hice yo y también. Ahí fue un quiebre en la relación, porque en ese momento él se enojó mucho, no conmigo sino con el síntoma. Nos separamos a principios del 2012. Pero en ese momento, ví a mi médico y me dijo que los análisis estaban bien, que todavía no empiece el tratamiento, y cuando me venga a Gualeguaychú que arranque, pero no pasó, fue todo muy caótico: volví al país cuando no lo tenía pensado, separado, sin trabajo, había tocado fondo”, relató el hombre oriundo de Maciá en diálogo con Ahora ElDía.
“A finales del 2013 mi cuerpo empezó a darme señales, me salieron verrugas y manchas, y a todo esto nadie lo sabía. Se lo conté a una amiga y me dijo ‘esto no es para preocuparse, pero sí para ocuparse’. Así que me contacté con una amiga de Rosario que trabajaba en Diversidad y viajé allá a comenzar mi primer tratamiento”, contó.
En 2015, por cuestiones laborales, se fue a vivir a Villaguay: “Ahí empecé un camino holístico, que es a lo que me dedico hoy; había comenzado a conocer terapias alternativas, como las constelaciones familiares. Solía olvidarme tomar las pastillas y un día me dije ‘no las tomo más’. Me acuerdo que tiré el frasco al inodoro y dije ‘ya me curé’”, reveló Gustavo.
Pasó el tiempo, hasta que en 2018 hizo un viaje de mochilero a Bolivia. Al volver le dio una diarrea leve. “No le di importancia, pero seguía y ya era crónica, entonces empecé a perder peso, casi no comía porque todo lo vomitaba, sólo tomaba agua, estaba tan débil que no podía levantarme de la cama, o tenía que bañarme sentado. Fue entonces que decidí internarme en el Hospital Urquiza. Cuando los médicos vieron mi estado de salud le dijeron a mi familia que no tenía muchas posibilidades de sobrevivir. En aquel momento, ya venía haciendo un trabajo espiritual y me acuerdo que le dije a mi madre que traiga un cura para que me dé su bendición. Cuando me vio, me dijo ‘a esto tenés que transitarlo” y me dio mucha paz. Estuve dos meses internado, no me podían parar la diarrea. Una noche me empezó a dar vueltas toda la habitación y comencé a ver imágenes de toda mi vida hasta que me quedé dormido. Los médicos pensaron que me había muerto, pero al otro día al despertar, la diarrea había parado. Para mí, fue un milagro”, sentenció.
Luego de ese momento crucial de su vida, Gustavo se recuperó y retomó su tratamiento, pero su lucha aún tuvo varios capítulos más: “Empecé a dar clases, pero en 2019 antes de la pandemia me fui al Bolsón y ahí abandoné nuevamente las pastillas. De ahí, me fui a España ya bastante débil, con las defensas muy bajas. Allá vuelvo a retomar el tratamiento cuando una médica me dijo ‘usted parece que se quiere morir’. Esas palabras me hicieron preguntarme ¿qué estaba haciendo? En ese momento hice la rehabilitación y volví con el VIH indetectable, y seguí mi tratamiento en el Hospital Centenario, y lo sigo a rajatabla, está indetectable e intransferible, tomo una pastilla y me hacen un control de la carga viral cada 4 meses. Siento que me pude amigar y dejé de pelearme con la enfermedad. No concebía que mi vida dependa de una pastilla. Ahora estoy mucho más tranquilo y accedí a dar mi testimonio porque puede servir y ayudar a otro que lo está transitando. También, para derribar tabúes, que todavía hay muchos, sobre todo en lo que respecta a la información. Hay personas que piensan que se pueden contagiar tomando mate. Espero que mi experiencia sirva para concientizar y allanarle el camino a otros”, deseó.
Hablar del VIH, los cuidados y la lucha contra la discriminación
“Nunca me victimicé ni me pregunté por qué a mí, ni empecé a buscar culpables; sí fue una lucha conmigo mismo, cuando dejaba la medicación había como una pulsión de muerte, mis defensas estaban bajas y también mi amor propio, llegué a mi límite, pero fue un gran aprendizaje. Cada uno lo atraviesa como puede”, reflexionó Gustavo, que expresó que poder hablar del tema fue “muy sanador”.
“No se puede andar tomando una medicación a escondidas. La primera persona a la que se lo conté fue a mi amiga y después a mi madre. Fue un culebrón, pero sentí que tenía que abrir la mochila y sacarme ese peso. Mis padres están separados y en ese momento ella lo llama a él y le dice: ‘tu hijo tiene Sida’, cuando hay diferencia entre síndrome y el virus, pero bueno fue todo un proceso. Mi padre es un tipo de campo. Un día le pedí que me acompañe hasta Rosario y lo senté con mi médico que le explicó todo de forma muy amorosa. Recién después de eso, se tranquilizó. Fue todo un gran lío, pero ahora estoy muy bien. Fue un acto muy reparador”, sintió y reveló que “tenía un primo hermano que era VIH positivo y el falleció hace dos años por dejar la medicación; eso también me hizo tomar mucha conciencia”.
Acerca de los cuidados que debe mantener, Gustavo explicó que “aunque está indetectable e intransmisible, siempre tomo mis recaudos y me cuido”.
Sobre la reacción de los otros, comentó: “Nunca me pasó decirle a alguien y que lo tome mal; igual sé que todavía falta, que hay personas que no lo pueden decir por miedo a quedarse sin trabajo, al rechazo, pero es un proceso interno y familiar. A mí, por suerte, me sostuvo mi familia. El acompañamiento y la comprensión ayudan mucho, transitarlo solo es muy doloroso. Cuando me amigué con la enfermedad, se me ordenó la vida”, concluyó.
EL DATO
Cada 1 de diciembre se celebra el Día Mundial del Sida. “Es un llamado a proteger la salud a través de la protección de los derechos humanos. Garantizar el acceso a la PrEP es un paso crucial para cambiar el camino del VIH en nuestra región y hacer que su eliminación sea posible. En la actualidad, alrededor de 2.7 millones de personas en Latinoamérica y el Caribe viven con VIH. Solamente en 2023, aproximadamente 135.000 personas adquirieron el virus, y 35.000 vidas se perdieron por causas relacionadas con el Sida. Las nuevas infecciones son más altas en las poblaciones clave, lo que resalta la necesidad de prevención y apoyo específicos para estos grupos”, manifiestan desde la Organización Panamericana de la Salud, y destacan que “lograr una carga viral indetectable, no sólo permite a las personas con VIH llevar una vida sana y activa, sino que también significa que no pueden transmitir el virus a otros”.