Lo que dijo Aldo Ferrer
Gualeguaychú tuvo nuevamente la visita de Aldo Ferrer, referente indiscutido del pensamiento nacional.Julio MajulOpinión Su visita se enmarca en actividades organizadas por el oficialismo político nacional, pero excede largamente a una sección partidaria.Gustavo Rivas fue el presentador del orador, en una clara confirmación de lo que dejamos sentado. Tras una semblanza de la larga siembra intelectual y como funcionario de nuestro visitante, Gustavo recordó que -como pocas otras personas- Ferrer hizo siempre como funcionario lo que había predicado como pensador. Algo que merece resaltarse, por lo infrecuente.Ferrer recorrió brevemente la historia políticoeconómica de la Argentina y su inserción en el mundo, desde el predominio del Atlántico Norte, desde fines del siglo XV hasta mediados del XX; y la irrupción de nuevos centros de poder, que culminan con el avance de la civilización china en la actualidad.Siempre fiel a lo que ha escrito a lo largo de más de medio siglo, Ferrer expuso la realidad imperante en nuestro país, hasta el triunfo del neoliberalismo, primero con Videla/Martínez de Hoz y luego con Memem/Cavallo. Y la irrupción de la recuperación de la política como primacía sobre el poder de los mercados concentrados y del dinero multinacional, que ocurre con el kirchnerismo. (Aclaro que él no lo nombró tan claramente).Finalmente, alertó sobre los múltiples problemas no resueltos que aletean sobre nuestro país, por lo irresuelto de varios temas esenciales.En definitiva, para ser claritos, podríamos decir que revindicó la política económica del kirchnerismo, y fue crítico con la (falta de ella) del kristinismo.Sobre el cierre, explicó que si la relación con China era de una notoria asimetría, la responsabilidad era nuestra, no de China.Como broche de oro, enseñó que la solución a nuestros dramas vendrá de la mano de la libertad de expresión, no de arreglos mágicos y menos de alguna suerte de pensamiento único.Espero haber sido fiel intérprete de lo dicho por este embajador de la racionalidad y la nacionalidad, en un país (el nuestro) devastado por la prepotente soberbia de los ignorantes, y la codicia de algunos poderosos.
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