Lo que el viento dejó
Decir que no, no es negar el pasado y mucho menos renegar de la historia, decir que no es corregir el futuro y eso no esta mal. También se puede afirmar que quien es capaz de decir que no y fijar limites puede decir que si, sin traicionarse y con mucha dignidad.
Porque el pecado no esta en el hecho, sino en la intención y en la mala fe puestos de manifiesto. o
Por Dr. Raúl Arellano
Especial para El Día
La historia política contemporánea reciente registra algunas circunstancias al respecto. Felipe González, ex presidente español y socialista si los hay, centralizó su campaña electoral en excluir a España de la OTAN porque consideraba que no era oportuno ni conveniente esta; quizás dando cumplimiento a algún mandato partidario. Cuando las urnas lo proclamaron triunfador y máximo responsable del gobierno español debió asumir una decisión trascendental para su pueblo. Después de un análisis estratégico y casi de conciencia ciudadana rectificó su posición política de cara al Parlamento y a su gente, dando las razones que justificaban su compromiso. La encrucijada en cuestión ahora respondía al interrogante de ¿Salvar al partido o salvar a España? obviamente no dudó en salvar al país y dijo ¡Sí a la Otán! Los resultados en lo político como en lo social evitan todo comentario y España tomó vuelo propio, primó la visión del estadista y no del político.
Para revisar y analizar, España ¿Se desangró, tuvo alguna crisis institucional, vendió el alma socialista al diablo, exigieron que se vayan todos? No, definitivamente No. El pueblo entendió lo que había que entender y un Pacto de la Moncloa político, silencioso e inteligente homologó tamaña definición y nadie se rasgó las vestiduras.
Resulta imprescindible entender que la globalización llegó a la política, cambiando paradigmas históricos, generando nuevas amenazas y construyendo renovadas oportunidades. Desconsiderar este enfoque es como creer que la gravedad física no existía antes de Newton y no era ley.
El análisis no intenta bastardear gratuitamente y de manera desconsiderada la clase política argentina, pero a la luz de la realidad que nos toca vivir y a veces padecer, da la sensación que resulta un manual práctico de lo que no hay que hacer, casi como un estilo de gobierno. Decisiones improvisadas, acciones inoportunas, una obediencia debida autista y peligrosa, una fidelidad partidaria sustentada en fondos coparticipables, elección de socios estratégicos inadecuados y una gestión de gobierno que vive mas en la prensa y sigue estando ausente en la realidad cotidiana y en la economía real.
Todo esto dentro de un periodo inicial de gobierno que en nada se parece a una luna de miel como ocurre históricamente con gobiernos electos, donde se consolidan algunas ideas fuerzas en ese primer tiempo.
Dios sabrá donde se esconde el rédito político de un programa sin programa, con muchos anuncios y pocas acciones.
Toda gestión de gobierno y como atributo esencial que forma parte de su legitimidad política se ha perdido: la confianza, creando mucha incertidumbre en los mercados y en el plano social, en un año electoral y con un mundo convulsionado.
De manera casi ingenua, pregunto y me pregunto ¿No se podría haber modificado la agenda presidencial en su visita reciente a mandatarios latinoamericanos con problemas en sus liderazgos y con un grado de institucionalidad cuestionable? Dicha circunstancia dentro de un contexto importante e histórico que vive EE.UU., cuando todavía no se ha definido su política exterior y se ignora aún que espacio ocupa Latinoamérica en el programa oficial. Mas que una desprolijidad una provocación encubierta innecesaria e inoportuna.
Definitivamente, la clase dirigente está en crisis, cada vez cuesta mas armar listas representativas y esperanzadoras. ¿No hay gente interesada y comprometida con la sociedad, no hay espacio para gente con sentido común, que esconden los partidos políticos en su falta de apertura?, tema para sociólogos y no para economistas
Es posible que un factor de naturaleza cultural y moral defina un grado importante de voluntarismo en las acciones con la cosa pública y una ineficiencia recurrente. Esto contribuye a desarrollar de manera consciente o inconsciente el país del más o menos y a tener una visión pobrista del futuro.
En la política moderna, como en la vida de las empresas, a la competencia se le contrapone la incompetencia, porque el modelo no tiene mas espacio para el no saber hacer, no alcanza con el diagnóstico y urge tomar decisiones cuando corresponden evaluando su cumplimiento.
La habilitación y la legitimidad de las urnas resultan cada vez mas insuficientes para legitimar una gestión de gobierno cualquiera sea y esto es uno de los cambios de paradigmas en las democracias modernas, que no se puede ni debe obviar.
La opinión pública y el ciudadano de a pie juzgan y valoran el saber hacer, juzgan resultados, juzgan el nivel de gobernabilidad, juzgan la exclusión social, juzgan el número de desocupados, juzgan no tener sueños; porque se les va la vida en cada voto y en cada reclamo.
Un siglo XXI con letra de tango; problemático y febril; que no acepta viejos remedios para curar nuevas enfermedades y resolver nuevas expectativas.
Los viejos políticos hoy resultan políticos viejos y con mucho respeto porque no están viejos sino que piensan viejos, porque su experiencia es relativa y no porque no sea importante ocurre que resulta insuficiente y poco convocante ante los nuevos escenarios, ante los nuevos desafíos y ante la velocidad de los cambios que exigen una nueva actitud, alto pragmatismo y decisiones en tiempo real.
Porque no se logra una economía de mercado mas inclusiva sin reconstruir las instituciones que la definen.
Estado o Mercado ya fue, hoy se debe hablar de Estado y Mercado vinculados con políticas de mediano y largo plazo.
Hoy mandan nuevos paradigmas, nuevas estrategias, se desarrollan nuevos recursos, hay un management político innovador y audaz en respuesta a los modelos sociales y sus circunstancias que así lo demandan.
No alcanza con ser popular, con ser militante y amigo de todos, porque se privilegia el modo de obtener resultados, cierta representatividad y cumplir mínimamente con algunas promesas prometidas porque las urnas no suelen olvidar ciertos olvidos.
Es bueno considerar que grandes problemas invitan a grandes soluciones y que grandes crisis generan nuevas oportunidades; eso si; ninguna oportunidad golpea ninguna puerta, pasa delante de todas. No es suficiente con esperarla resulta imprescindible estar preparado para esperarla.
Por fin y por último
La legitimidad política de los políticos y su nueva patología requieren ser un poco zorro (para evitar las trampas) un poco león (para ahuyentar los lobos) y no traicionar la causa
¿Dónde están los zorros y donde se esconden los leones que necesita la clase política?; porque el 2011 esta a la vuelta de la esquina.
Definitivamente ningún pueblo tiene el gobierno que se merece, sino que se le parece…
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