UNA TRISTE REALIDAD QUE AVANZA
Los asentamientos de Gualeguaychú desde adentro: la casilla de madera donde se alimentan más de 40 chicos

El referente del Frente Barrial “Pocho” Lepratti Fabián Vallejos indicó a Ahora ElDía que el problema de fondo radica en que la gente tenga un trabajo digno y formal. Señaló que en el barrio Juan Pablo II, en San José al Norte, "pudimos armar una casita para brindar un mejor servicio en el merendero Barrios de Pie”. Vecinos del mencionado barrio contaron como es vivir el día a día en casillas de madera, chapa, cartón y nylon.
Por Fabián Miró
Fabián Vallejos y María Carmona, integrantes del Frente, dialogaron con Ahora ElDía” en el asentamiento de San José al Norte, a pocos metros de un nuevo barrio que se construye en el lugar, muy cerca de la ruta 136.
Lo hicieron a un costado de un merendero que antes eran cuatro palos y al aire libre. Ahora con mucho esfuerzo levantaron una edificación modesta donde sirven la leche y factura a unos 40 chicos, a los que se suman algunas madres los días lunes, miércoles y viernes.
En ediciones pasadas hacíamos referencia a que los asentamientos no paran de crecer en la ciudad. En su oportunidad hicimos referencia al Espinillo. Ahora es tiempo de hablar del de San José al Norte que está muy cerca de unirse con el de Santiago Díaz al Norte por calle Federación. La gente no tiene plata para hacer frente a un alquiler y muchos terminan levantado una casilla de chapa y madera.
Fabián Vallejos y Maru Carmona junto a otros integrantes del Frente Barrial “Pocho Lepratti” trabajan denodadamente para darle una mano a quienes habitan en una zona olvidada de la ciudad capacitando a sus habitantes para que el día de mañana puedan tener una salida laboral y ayudando en la dieta de los chicos y no tanto con el Merendero Manos a la Obra. Fabián contó que “hace un par de años que estamos dando la merienda en el barrio, debido a que el crecimiento de las necesidades en los sectores populares es muy grande y la necesidad de viviendas, el no poder afrontar un alquiler, lamentablemente empuja a la gente a vivir en barrios populares. Junto a María Carmona estamos haciendo un censo para que este barrio quede en el registro de barrios populares y el mientras tanto seguimos laburando con los vecinos. Se trata de una tarea que demanda mucho esfuerzo, pero gracias a la solidaridad de la gente sostenemos el merendero que ahora pudimos techar y cerrar, cuando antes eran cuatro palos, un toldo y al aire libre”.

Mencionó que “mucha gente de la ciudad nos ha dado una mano importante para contar con un espacio para preparar la merienda, gente que conoce la problemática de los vecinos, a los que no vamos a nombrar porque ellos prefieren ayudar de esta manera, también algunos sectores de la política nos han dado una mano. Siempre estamos parados en la cuestión de poder resolver sobre los problemas de fondo, trabajando en la coyuntura. Una leche, una factura es la coyuntura; mientras que el problema de fondo pasa por solucionar la calidad de vida. Es así que trabajamos para que los vecinos se sumen a cooperativas de trabajo en el ámbito local. Hemos mantenidos reuniones con el profesor Mauricio Weber que está al frente de las mismas. También participamos en el espacio del poder popular realizando algunas charlas “.
Indicó que continúan “avanzando, no como nos gustaría, pero de todas maneras estamos contentos porque logramos tener nuestro merendero en un espacio para el mismo, mejorar un poco la calidad de vida de vecinos que se siguen sumando al barrio porque no pueden pagar un alquiler, o literalmente porque no les queda otra. El barrio crece porque las necesidades de la gente también crecen”.
María Carmona detalló que el merendero funcionaba “todos los días, lunes a viernes. Con más de 30 chicos y adultos concurriendo al mismo, no solo del barrio, también de los alrededores. Ahora con la faltante de leche estamos trabajando los lunes, miércoles y viernes únicamente, aunque pan y factura, gracias a Eduardo que colabora siempre, tenemos todos los días”
Contó que la situación es complejo porque “cada vez llega más gente y no solo los gurises, también las madres de los pibes y hay veces que no tenemos para todos”

Fabián comentó que “hace 4 meses se cortó todo lo que alimento seco como fideos y demás desde el Ministerio de Desarrollo Social de La Nación. Eso nos complicó muchísimo porque con lo que recibíamos, de alguna manera, resolvíamos cuestiones alimenticias básicas de los vecinos y teníamos la idea de hacer un comedor, sin embargo al cortarse ese flujo de recursos quedamos de manos atadas”. Sostuve que “cuanto más nos cortan, más nos incentivan a seguir ayudando a los que menos posibilidades de salir adelante tienen”. Dijo que “estaría bueno que haya recursos y que se den soluciones reales. Siempre pedimos que los vecinos del barrio Juan Pablo II puedan tener un trabajo, tengan su sueldo, cobren en blanco y planificar a futuro, su cobertura social, que puedan caminar a esa realidad. Por supuesto que hicimos gestiones y muchos están en el plan potenciar trabajo realizando tareas comunitarias, pero la idea es de la que tengan un trabajo formal.”
María contó que la leche y pan/factura lo “damos en horas de la tarde entre las 17.30 o 18.00, aunque con estas térmicas pensamos hacerlo un poco más tarde”. Finalmente Fabián solicitó que la “gente venga y haga una experiencia de solidaridad, que vea cómo viven sus vecinos y lo importante que es aportar algo que por más mínimo que sea es importante, que compartan un momento con los chicos que les lean un cuento, muchas son las cosas que se pueden hacer”.
La palabra de las vecinas
Valeria tiene 35 años. Contó que “se vive como se puede con lo que recolecta mi marido en el carro que puede ser cartón, aluminio lo que salga y lo que podemos obtener de algunos animalitos y aves de granja que tenemos en un espacio que nos hicimos. Tengo cinco hijos. El mayor trabaja en el campo y vive por su cuenta; mientras que los otros cuatro estudian, dos en la Pablo Haedo y dos en la 106. Vivimos en una casilla que dividimos en dos piezas, pero la situación cada vez es más compleja porque los chicos son grandes”. En cuanto a la ola de calor señaló que “tenemos que salir de la casilla porque no se puede estar por las altas temperaturas en el interior, salvo de noche, pero hasta ahí nomás”.

Contó que el “número de gente que llega a un lugar que antes era monte sigue creciendo”.
Dijo que la “prioridad a la hora de comer la tienen los nenes. Hacemos fideos con huevos, arroz, lo que se pueda y si de noche no alcanza con mi esposo tomamos unos mates con pan y le damos de comer a los chicos”.
Jéssica, 33 años, madre de cinco chicos contó que “hasta no hace demasiado tiempo vivía con un familiar, pero éramos muchos, razón por la que no quedó otra opción que armar una casilla y venirnos, armar una casilla que es chiquita, tiene un solo ambiente que es en el que vivimos todos”. Dijo que su esposo “trabaja en el campo y cobra por quincena. A veces alcanza para tirar todo el mes y otras veces no. Si tuviésemos que alquilar viviríamos una semana”.
Calles de tierra, que un particular arregló para que poder acceder con un vehículo, casillas que se van sumando día a día, gente no `puede alquilar siquiera una pieza y opta por una casilla que en invierno semeja a una cámara de frío y en verano a un horno. Una realidad que pocos ven y de la cual unos pocos se ocupan. Por fortuna está la solidaridad de la gente que acompaña en silencio con lo que puede y más inclusive. Las respuestas de funcionarios con aire acondicionado en sus oficinas no llegan y cada vez son más las personas que están o rozan la línea de la indigencia.