Los crujidos de la oposición preocupan más que las peleas en el gabinete
Cruje la oposición, pese la victoria pírrica que obtuvo la madrugada del jueves en el Congreso de la Nación. Porque aún está carente de proyecto y todavía parece lejos de ser una alternativa válida de poder.Por Jorge BarroetaveñaColumnista El escándalo de los legisladores denunciando presiones y apretadas no es nuevo. Las horas previas a la votación de la Resolución 125 en el Congreso de la Nación serán recordadas, cuando pasen los años, como el ejemplo más vívido de hasta dónde sirven los resortes del poder para intentar torcer voluntades díscolas. En la historia ya tiene su lugar las famosas 'Banelco' del gobierno de Fernando De la Rúa, inmortalizada por la investigación que aún no terminó y por la banalización que se hizo de ella.Pero el miércoles, fue una prueba de fuego para el oficialismo. Sin la presencia corpórea de su líder, respetó sus mandatos y no se apartó un ápice de sus métodos. Desde Corea, la Presidenta monitoreó la sesión y fue siguiendo paso a paso lo que pasaba. Antes de embarcar a la reunión del G-20 había sido clara: no hay negociación y el presupuesto se aprueba tal como está. Los ministros, sobre todo Fernández, Randazzo y De Vido ya sabían lo que tenían que hacer. Avanzarían hasta dónde los dejaran. Y la oposición, o al menos buena parte de ella, los dejó hacer y deshacer.A las dos de la mañana, después de perder la votación para pasar a un cuarto intermedio, fue Elisa Carrió la que pidió la palabra. La fundadora del ARI y la Coalición Cívica tiene muchos defectos. Sus métodos de conducción partidarios suelen recibir cuestionamientos, sus vaticinios apocalípticos muchas veces han estado lejos de cumplirse y su personalismo se ha vuelto insoportable para más de un seguidor. Pero tiene boca. Y boca grande. Pidió la palabra y planteó una cuestión de privilegio, denunciando las presiones a las que estaban sometiendo a muchos legisladores. Y le puso nombre y apellido: Aníbal Fernández, el Jefe de Gabinete. Ninguno de los que la siguieron en el uso de la palabra se atrevieron a tanto. Algunos utilizaron eufemismos estúpidos para referirse al hecho, sin adquirir real dimensión de la grave denuncia que estaban formulando. Hasta el imperturbable Federico Pinedo, titular de la bancada del PRO, se vio desbordado por las circunstancias y por la inacción con la que asistía a la fuga de diputados de su propia bancada. De los 11 legisladores nacionales del macrismo, hubo 5 que no estuvieron en el momento clave, entre ellos Gabriela Michetti. Lo mismo se repitió en forma transversal en todas las bancadas. Ni los radicales ni el resto de los partidos se salvaron de la debacle que dejó a la oposición al borde del papelón. Al final, la moción de Claudio Lozano ganó 4 votos, el proyecto de presupuesto volvió a comisión y todos respirarán por una semana. Oposición frágilPero lo que pasó dejó al descubierto cuán frágil es el armado opositor y la incapacidad que hasta ahora han demostrado sus líderes para darle certezas a la sociedad sobre qué es lo que viene después del kirchnerismo. Si el olor de fin de fiesta que había hasta hace un mes, cambió parcialmente por la muerte de Néstor Kirchner, para las elecciones de octubre del año que viene falta una eternidad, y los humores de la sociedad argentina pueden volver a cambiar. La Argentina necesita, como el agua, de una oposición seria, responsable y que esté en condiciones de ser gobierno. Cuatro locos gritando en el Parlamento pueden ser buenos para las cámaras de televisión pero nunca conducir una república. Hace un año y medio, cuando el electorado castigó las prácticas abusivas del kirchnerismo y sus niveles de confrontación innecesaria, envió otro mensaje claro destinado a quienes podían reemplazarlo. Casi sabiamente el voto no se concentró en un sólo partido ni en una sola persona; se dispersó hábilmente para ver hasta dónde, los sucesores del modelo kirchnerista, tenían habilidad para enfrentar la situación. Y hasta ahora, han defeccionado.El caso más emblemático sea quizás el de Carlos Reutemann. El ex gobernador de la provincia de Santa Fe ha terminado siendo peligrosamente funcional con aquellas estructuras que dice aborrecer. En el 2.003, pasó a la historia su negativa ante Eduardo Duhalde de ser candidato presidencial. Tenía todas las de ganar. Pero se bajó y espetó su famosa frase: "ví cosas que no me gustaron". Jamás aclaró suficientemente dicha afirmación y todo quedó en la nebulosa. Ocho años después, con todo para ser el candidato del peronismo anti-kirchnerista duda hasta el infinito y somete a sus seguidores a un mar de incertidumbre. O la política no le entiende los ritmos a Reutemann, o el 'Lole' no alcanza a comprender los tiempos de la política argentina. La Argentina, después de 8 años de kirchnerismo, sigue buscando certezas, no vacilaciones.En el Congreso si hubo presiones o intentos de soborno, los legisladores deberán aclararlo con nombre y apellido. Ya no alcanza con las insinuaciones y las dobles lecturas. Para que la justicia pueda actuar de una vez por todas y castigar a aquellos que utilizan indebidamente los fondos públicos es necesario saber quiénes fueron los que llamaron y que fue lo que propusieron. Sino todos terminarán siendo alcahuetes de un sistema corrupto que sólo se guía por los favores y no por las convicciones. Pero el escándalo del Congreso sirvió para tapar que, el que también cruje, es el gabinete de Cristina. Hace un mes, ¿quién iba a pensar que dos ministros se pelearían públicamente? ¿O que uno le enmendaría la plana al otro, como hizo Fernández con Boudou por la inflación? Allí radica la principal preocupación de la Presidenta por estas horas. Néstor ya no está para manejar eso y poner los límites. Ahora es ella la que carga con la responsabilidad.
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