Los secretos que esconde el río
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La belleza paisajística del Yaguarí Guazú, como lo llamaban los aborígenes de la zona, cobra mayor relieve si esa impresión estética va acompañada de un relato antropológico. Es lo que se puede vivenciar viajando, en lancha, con un guía avezado como Raúl Almeida.Marcelo LorenzoEl programa consistió en hacer un viaje placentero por las aguas mansas del río Gualeguaychú, fotografiar el maravilloso espectáculo que ofrecen su flora y fauna, y a través del guía, que detenía los motores de la lancha para platicar con los pasajeros, conocer la historia detrás de cada referencia geográfica.Con la embarcación de Raúl Almeida, la comitiva de 9 personas, pudo navegar aguas abajo por el río, y recorrer algunos de sus arroyos y sitios característicos, hasta llegar a la desembocadura en el río Uruguay, para divisar desde allí a la pastera instalada en Fray Bentos.La travesía náutica tuvo lugar el 21 de abril pasado, en un día soleado. Fue organizada por el grupo encargado del rescate cultural del Cementerio Norte, para que Ricardo Cicerchia, el historiador que vino a dar un curso en la ciudad, pudiese junto a su familia, conocer Gualeguaychú desde la perspectiva de su río.EL DIA fue parte de la excursión en la que, junto a Almeida y Cicerchia, participaron: Susana Pierangeli, Daniela De Mommio Pierangeli, Juan Cicerchia Pierangeli, Noelia Ochoa, Luciano Ronconi, Micaela Barrionuevo, Gabriel Padilla y el profesor Eduardo Ramírez.Desde el río cambia el ángulo de observación. Al punto que la costanera, el puerto y la Isla Libertad, los enclaves emblemáticos de la ciudad, adquieren otra fisonomía. La isla donde está emplazado el mítico chalet y donde a mediados del siglo XIX Justo José de Urquiza hizo preparativos para Caseros, reuniendo en el lugar al estado mayor del Ejército Grande, parece tener otro encanto.Más adelante absorbe la atención de los navegantes el ex frigorífico. Desde la lancha es posible capturar la belleza del muelle y seguir asombrándose de las dimensiones del edificio fabril, un icono de la historia económica local, que recuerda además al país ganadero.El río Gualeguaychú, como se sabe, es un afluente del río Uruguay, y éste es un curso de agua especial, toda vez que está casi al mismo nivel que el mar, y no tiene tanta pendiente como el río Paraná. "Esto hace que sea un río para disfrutar, porque no es peligroso ya que la corriente no es fuerte", apuntó.La observación de Almeida es interesante. "Por eso, cuando hay sudestada y el Río de la Plata crece, se invierte el sentido del Uruguay, que así corre al revés. Es decir aguas arriba. Y esto es rarísimo para un río", explicó.Y añadió: "En los estudios que se hicieron sobre el impacto de la pastera Botnia se analizó, justamente, este efecto. Y se determinó que cien días al año el río tiene lo que se llama 'reflujo', en una distancia de entre 30 y 40 kilómetros".El Gualeguaychú es un típico río de llanura, con muchos meandros (curvas) en su curso, que se alimenta de las lluvias de su cuenca. Y cuando el Uruguay crece, sobre todo por sudestada, el curso de agua local también lo hace.El indio de la zona y la zona del indioLa excursión náutica devino en un viaje antropológico. Raúl, hijo del profesor y arqueólogo Manuel Almeida y presidente del museo que lleva este nombre, es un experto no sólo de los meandros del río sino de la cultura de quienes, desde los tiempos más remotos, vivieron en este hábitat: el pueblo chaná.Desde muy chico acompañó a su padre, junto a sus otros hermanos, en las tareas de excavación en la zona. Y ahora administra el legado de 40 años de investigación etnológica.Gracias a la vocación de Don Manuel hoy sabemos mucho más de los chanás, de estos "ribereños plásticos" -como se los conoce por las cerámicas que producían-, quienes fueron eliminados, junto a otros grupos étnicos, por el hombre blanco europeo.Las investigaciones etnográficas en el litoral entrerriano demuestran que en el siglo XVI habitaban esta región chanás, guaraníes y charrúas. Estos grupos humanos tenían una estrecha dependencia con el espacio ecológico, de donde extraían los recursos para alimentase.Los ríos eran determinantes de su estilo de vida, según el relato de Raúl Almeida. Estos pueblos, como el chaná, eran grupos seminómades que se dedicaban a la caza y a la pesca. Permanecían un tiempo en un lugar hasta que los alimentos disminuían. Luego se trasladaban a otra zona con más recursos."En los lugares que son sumamente bajos levantaban el terreno, hacían cerros. Algunos asentamientos tienen entre 4 y 5 metros de altura para que ninguna creciente los tape", destacó el guía.Humedal en peligroEl ecosistema en torno al río Gualeguaychú tiene al agua como componente fundamental y por tanto se asimila al concepto de "humedal", un lugar donde abunda la diversidad biológica.Innumerables especies vegetales y animales dependen de que este entorno no sea modificado por la influencia del hombre. Algo que sin embrago no ocurre, según el relato de Almeida, quien acusa sobre todo a los agricultores de los campos adyacentes de estar destruyendo el sitio.Un efecto dramático es que se agravan las condiciones para que se produzcan grandes crecientes: "Todo el desagüe de los campos se produce a través del río y los arroyos. Esto se está complicando cada vez más por el desmonte para destinar a la actividad agrícola. Así el agua no tiene contención. Para graficar: si uno tira un baldazo de agua en un piso de cemento, el agua corre. Pero si lo tira en el césped, el agua se prende. Al campo le han sacado los montes, es decir el césped. Entonces una lluvia de 100 milímetros es como un baldazo de agua que cae de golpe al río".Pese a que los humedales están protegidos por ley, no se respetan cosas básicas, como los 50 metros desde el borde del río hacia adentro de los campos, una franja de vegetación que tiene que permanecer intocada, señaló.El afán productivo de los dueños de parcelas que dan al río lleva a que, según Almeida, se eche mano a tierras poco fértiles, secando lagunas interiores. "Cuando el río crece inunda un sector cercano a la costa y se forman lagunas, que tienen su propia fauna y flora. Pero los agricultores les hacen zanjeos y canales para secarlas, y utilizar esa tierra. Y como es tierra de poca calidad la llenan de fertilizantes y agroquímicos".Así se quedan sin hábitat nutrias, carpinchos, garzas y patos, entre otros. En tanto que los peces sufren el volcado de agroquímicos que arrastran las lluvias, y toda la vegetación se ve afectada por las fumigaciones aéreas, que muchas veces llegan hasta los cursos de agua.Rincones del ríoNavegando por el Gualeguaychú, en el kilómetro 14, uno se topa con el canal artificial llamado "El Corte", excavado con máquinas a vapor y palas, allá a fines del '30, que se construyó para lograr un camino más directo hacia el río Uruguay, cuando todavía operaba el puerto local.La excursión luego siguió hasta el arroyo Venerato -que toma su nombre de uno de los primeros pobladores de esa zona, el indígena Venerato González-, un lugar hermoso donde se puede hacer avistaje de aves y reconocimiento de flora y fauna autóctona.Luego la lancha se internó en el área conocida como "barranca muerta", donde abundan restos fósiles marinos. ¿Cómo se explican estos restos? Esta zona estuvo bajo el mar hace unos 5 o 10 mil años y luego el mar se retiró, indicó Almeida. La explicación es que en el período cuaternario se produjo un movimiento de ascenso del nivel del mar sobre estas tierras que involucran al delta entrerriano.A unos pocos metros donde el río Gualeguaychú desemboca en el Uruguay la comitiva llegó a "Cerros Indios", un sitio de gran potencial arqueológico, donde hoy funciona un complejo turístico.De hecho el emprendimiento comercial explotaría en el futuro la riqueza asociada a los restos y productos realizados por los grupos indígenas que se asentaron en el lugar, para lo cual han estado trabajando antropólogos.La embarcación pasó luego la guardia de Puerto Boca, de Prefectura Naval Argentina, y se instaló a metros de la escollera que marca el límite con el río Uruguay, desde donde se observaron, a la distancia, Fray Bentos y la pastera finlandesa. Desde aquí impresiona ver la magnitud de la fábrica, cuya silueta y humo contaminante desentonan con el paisaje natural circundante.En la vuelta al puerto de Gualeguaychú, la lancha se metió en el corazón del humedal, al recorrer el estrecho arroyo Lorenzo, un enclave vegetal virgen y muy bello, un emblema de la selva en galería. "Acá veníamos con papá en canoa y nos bajábamos para acampar", recordó Almeida.Ya en la ciudad, la excursión culminó con una visita al museo arqueológico 'Prof. Manuel Almeida'. El encuentro con el mundo cultural chaná, así, fue el lógico corolario del recorrido por el río Yaguarí Guazú, que guarda los secretos y tesoros de esa desaparecida etnia, que habitó estas tierras en tiempo remoto.
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