Luis Luján: “Mi escritura nació del deseo de dejarle algo a mis hijos”
Se crió escuchando historias familiares y de paisanos. Y con el paso del tiempo le preocupó qué memoria tendrían de él sus hijos, cuando muriera. Luis Luján le dijo a El Día que en ese momento empezó a escribir. Marcelo Lorenzo "Dios inventó al hombre para oírle contar cuentos", dice un refrán popular. De este mandato divino provendría la urgencia humana de escuchar y de narrar.Algo que se vuelve imperioso en escritores como Luis Luján, que se ve a sí mismo como un receptor y contador de historias. "Lo que vi, de lo que fui testigo, o lo que me contaron. Esa es la base de mis relatos", le dijo a este diario.De esa sustancia está hecho el libro en proceso de edición, titulado "La lleva atada al pie. Cuentos, relatos y personajes del fútbol suburbano".Se trata de una literatura en clave humorística que pinta retratos pintorescos en torno a los cultores del deporte más practicado del país, aunque en este caso ambientado en el sur entrerriano.El escrito continúa los relatos contenidos en el libro "Muerto el Pedro se acabó la rabia", de 2005, donde ya están presentes los cuentos sobre el fútbol.Luján comentó además que está trabajando en la confección de un diccionario de personajes populares de Gualeguaychú. Cada uno de ellos, dice, refleja un ambiente social y de época, pero su particularidad es que portan una "hazaña".El escritor local destaca como narrador de historias lugareñas, pero también es poeta. "Materia prima", así se llama su último libro de poemas, publicado en 2013. Del mismo género es "A pesar de todo", de 1996."Ceibas, tierra grandiosa", en tanto, es un escrito en prosa de 2007, donde Luján traza un perfil del pueblo donde vivió por 25 años, comunidad mítica que hiciera famosa Fray Mocho en su escrito"Un viaje al país de los matreros" (1897). Vocación de escritorEl entrevistado comentó que el despertar a la literatura estuvo estrechamente ligado a la inserción en su medio social, de la mano sobre todo de su padre, quien era un "gran narrador oral"."Al principio fui un tipo muy tímido -relató-. Crecí prácticamente solo en el campo. Me costaba relacionarme. Después heredé el oficio de bolichero de mi padre y de mi abuelo. Atender un almacén, un bar, implicaba atender a la gente. Y ese contacto me abrió a otro mundo".En el ambiente rural, siendo muy chico, fue absorbiendo la cultura de los paisanos. "En Sarandí, donde mi viejo tenía el almacén, era un lugar que tenía un campo, un potrero. Allí venía gente de Las Mercedes, La Lata, Villa Lila. Eran troperos que encerraban la hacienda en el campo y pasaban la noche en el lugar. Al otro día, a las 5 de la mañana, salían para la Rural. Nuestro almacén estaba a cinco kilómetros de la Rural", contó.Según Luján, la llegada de estos gauchos era para él algo extraordinario. "Llegaba una tropa y corría detrás de ellos. Bajaban todos los aperos, largaban todos los caballos, y empezaba el rito del asado. Mate con ginebra, mientras la carne se asaba, y se contaban relatos inverosímiles. Eran unos tremendos mentirosos. Esto formaba parte de mi vida. Recuerdo haberme levantado a las cinco de la mañana para ir a tomar mate con ellos. Yo tenía 8 años".Luján vivió 25 años en Ceibas, donde trabajó en un almacén junto a sus padres. Allí, según relató el escritor Fray Mocho, perdida entre los pajonales que "festonean las costas entrerrianas", vive "la población más heterogénea y más curiosa de la república".Ya como escritor, y en Gualeguaychú, Luján retratará el alma y las cosas de ese lugar singular, a través de crónicas donde abundan leyendas, dichos, nombres, sobrenombres, reportajes, instituciones, fotografías, personajes, cuentos y poesía.Fue en la Capital del Carnaval donde nació la decisión de hacer literatura. Esto contó Luján: "Hice el secundario de adultos en el año '90. Al terminar los estudios, empecé a escribir. Yo digo que mi escritura surgió del deseo de dejarle algo a mis hijos. Mi preocupación era: si yo muero, ¿qué memoria van a tener mis hijos de mí? ¿Voy a dejar que ellos se queden con la versión de otros, que les dirán 'tu padre fue de tal manera'? Entonces empecé a escribir en un cuadernitos cosas de la familia. Cosas que les podían servir a ellos para construir una identidad paterna. Escribía con la esperanza de que algún día lo leerían".Según refirió, en ese ejercicio de la escritura fueron saliendo los primeros rasgos literarios. "Surgió lo poético y esa cosa costumbrista que ya venía de mi padre, un gran narrador oral. De hecho fui volcando los relatos que él me hacía".Entre esas historia sobresalía, por ejemplo, la del bisabuelo Tomás Rosa Luján, que se mató a tiros con un vecino. "Mi bisabuelo sembraba lino. El vecino tenía ovejas. Veinte ovejas en un linar hacen un desastre. Entonces mi bisabuelo le dijo que se las iba a matar si entraban. Y así ocurrió. Después se encontraron en un camino y se mataron los dos a balazos. Seis tiros en el mismo lugar le pegó mi bisabuelo".En los campos del sur entrerriano, a principios del siglo XX, los paisanos eran diestros en el manejo de las armas. "Revisando la historia me entero que la gente de la zona rural se juntaba en boliches o en casas de familia a timbear. Y el tiro al blanco era parte del juego. Cuando salía el sol tiraban al blanco por guita", cuenta Luján El humor, nota distintivaDicen que una de las características de la identidad entrerriana es el humor. Y Luján cree haber heredado este rasgo y de hecho en sus cuentos, como ha reconocido María Eugenia Faué, "el lector tiene asegurada la sonrisa redentora". "Siempre apunto al humor -asegura el escritor-. Es una filosofía que fui adquiriendo a lo largo de la vida. Pero esto es cultural entre los entrerrianos, que tenemos por ejemplo la capacidad de reírnos de nuestra mala suerte. Como aquel tipo al que le falta una pierna y te dice 'ya estoy rascándome las patas'. Yo busco en mis cuentos y relatos este lado risueño de las cosas. Aunque también escribo cosas con un tinte más serio".Uno de esos personajes que despierta la sonrisa del lector, y que integra la saga de los semidioses futboleros populares, es "Pata 'e Fierro", que vivió en Pueblo Belgrano y era pariente del escritor."Fierro Luján era un tipo que tenía una fuerza descomunal -relató-. Y eso debido al trabajo que hacía. Esa fuerza la ponía en el fútbol cuando pateaba. Por eso le decían Pata 'e Fierro. Un día, con la pelota, desmayó a un caballo que estaba pastando como a doscientos metros. Tiró un penal, le erró al arco, y le pegó al animal en la carretilla. Lo durmió. El caballo murió después porque, como le quebró la carretilla, no pudo comer más".La fuerza de Fierro Luján obedecía al oficio que tenía: era guarda hilo, un trabajo asociado al telégrafo de la época. "Ese hilo se cortaba por todos lados, y cuando eso ocurría se interrumpían las comunicaciones. Alguien tenía que recorrer la línea y repararla, y eso hacía mi pariente. Todos los días lo hacía, y recorría grandes extensiones. Además de otras herramientas, llevaba una escalera porque el hilo del telégrafo estaba arriba, sostenido por postes. Entonces el tipo, llevando todo eso, caminaba kilómetros, en días de lluvia, tormenta o de sol intenso". El futbol iguala"Todo lo que sé de moral lo aprendí jugando al fútbol", expresó el francés Albert Camus, premio Nobel de Literatura, y que en su Argel natal jugó de arquero.Esa frase utilizó Lujan como epígrafe del libro que está por aparecer. Es el fútbol visto como otra fuente de la sabiduría, que porta enseñanzas, y que a la vez es mecanismo de convivencia y socialización."El futbol sobre todo nos iguala, produce una mezcla extraordinaria. ¿Cómo se arman los partidos en el potrero? Con los que están presentes", le dijo a este diario.¿Y en qué posición juega Luis Luján en la cancha? "De enganche con proyección. Medio campista con visión de gol", contesta riéndose.El deporte practicado democráticamente en el campito, en el potrero, en el barrio, congrega a personajes variopintos como es el caso del 'Lagarto' Barbosa, cuya historia inspira el título del libro que está por aparecer.El caso es que Barbosa, que era temible por su velocidad y destreza, era un goleador nato. Pero cierta vez chocó contra un defensor y quedó desmayado.Lo sacaron del partido por un rato, y cuando se recompuso se metió como una tromba en el juego. Pero no se había percatado que en el interín (mientras él estuvo fuera) los equipos habían cambiado de lugar en la cancha, porque había comenzado el segundo tiempo.Y finaliza el relato: "No había manera de pararlo. 'La lleva atada al pie...' comentan desde fuera. Entre el mediocampo y el área grande gambeteó nueve jugadores, entre ellos varios de su propio equipo que intentaban pararlo. Se habían dado cuenta de que el Lagarto no se había dado cuenta del cambio de arco. Y entró al área, con un extremo del ojo visualizó el arco y metió un derechazo bomba que rompió la red. ¡Qué golazo por Dios! Lástima que a su propio arquero. Claro, tenía la ceguera neta del goleador nato". Árbitros rarosEn los cuentos y relatos futboleros suburbanos, Luján le dedica un lugar especial a los árbitros, que son "arbitrarios por definición", según señala el escritor Eduardo Galeano."Marimoña", por caso, "era morocho adobao, juez de línea. Le gritaban:- ¡Cobre juez, cobre! Y ahí salía Marimoña con su chuequera, le blanqueaban los ojos. En cierto partido cobró una falta, al parecer inexistente, entonces le reclamaron: -¿Qué cobró juez...? Y Marimoña les respondió: -Amontonamiento".Otro personaje es "Mamenga". "Nombre verdadero: Germán Bienvenido, de apelativo Mamenga, por lo que chupaba. Tuerto. Se había sacado un ojo con un cuchillo tratando de descorchar una botella (...) Sobre todo cuando algún jugador le reclamaba alguna falta no cobrada, enseguida saltaba con su defecto: -Pero vos sos abombau o te hacés... -decía y le señalaba su ojo tuerto- no ves que de este ojo no veo nada".
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