Luís Piedrabuena, un héroe olvidado
No resulta fácil explicar por qué razón permanece olvidado un personaje tan pleno de valores -valentía, perseverancia, generosidad, patriotismo- digno de ser resaltado a través de la educación, como ejemplo motivador para las jóvenes generaciones.
Por Gustavo RivasEs el caso de Luis Piedrabuena, un héroe desconocido, ya casi anónimo, pero de los muchos que forjaron nuestra nacionalidad. A él le dedicamos esta nota, con la intención de reparar la injusticia.Nació el 24 de Agosto de 1833 en Carmen de Patagones, la ciudad más austral de la Pcia. de Bs. Aires, separada de Viedma por el Río Negro. A los tres años, ya manifestaba su vocación de marino, cuando fabricaba sus propios barquitos de juguete y los lanzaba a flotar por el río. A los ocho, se subía a las canoas de su familia y salía a remar. Después se construyó una balsa con ramas de guindo, en la que implantó un rastrillo como palo mayor, una pala de horno como timón y un trozo de tela como velamen. Un día -a esa edad- se alejó tanto aguas abajo, que se estaba acercando peligrosamente en la desembocadura del Río Negro, a las rompientes de las olas en la barra, cuando fue divisado por un pailebote norteamericano que hacía su ingreso. Su capitán, G. Lemon, admirado por el desempeño firme de aquel niño, lo subió a bordo y lo regresó a su casa. Allí el marino obtuvo el permiso de sus padres para embarcarlo con él y así en 1842, con apenas nueve años, el pequeño grumete ya navegaba entre Bs. Aires, Montevideo y otros puertos. Desilusionado después con su tutor, abandona la nave en Bs. Aires y se embarca con el capitán de la Armada Nacional James Harris, antiguo compañero de Hipólito Bouchard y colaborador de Fitz Roy. De regreso a Patagones en 1847, a los 14 años, se construye él mismo su primer barco, un cúter, con el que remontó gran parte del Río Negro. En Julio de ese año se embarcó con el viejo y prestigioso marino W. H. Smiley -(a) el cónsul de los mares- hacia las Islas Malvinas y luego al Cabo de Hornos. A esa edad ya había ganado la admiración de los marinos más viejos y por eso, el Capitán Héctor Ratto pudo después definirlo en su biografía: "fuerte como un bogador, paciente como un timonel y ágil como un gaviero; tiene sentimientos de grumete, alma de marinero, inteligencia de piloto y aplomo de capitán". En 1848 hace su primera incursión por la Antártida. Pero el destino le reservaba otras grandes hazañas marinas que le dieron prestigio y en especial, sus innumerables salvamentos y rescates de náufragos en aguas peligrosas. El primero lo hizo en 1849, a los 16 años, viajando con Smiley a la Isla Navarino: con gran riesgo se largó en medio de fuertes vientos, en una zona de riscos para rescatar a una tripulación de 14 personas que acababan de zozobrar. Proezas de ese tipo se repiten y a los 18 años ya contabilizaba 146 náufragos rescatados, por lo que su ejemplo de abnegación fue después destacado por el mismísimo Perito Francisco Pascasio Moreno, cuando llegó a esa zona. En 1850 al mando de la goleta Zerabia hace frecuentes viajes, llevando vacunos y ovinos a las Malvinas, y de regreso recorre los canales fueguinos, que llegó a conocer al detalle.En 1854 como capitán del buque argentino "San Martín", realiza un viaje a Nueva York y después recorre el mar de las Antillas, a bordo de la corbeta norteamericana Nerryman. De regreso al Sur en 1855, salva en Punta Ninfas (Chubut) a 42 náufragos de la barca norteamericana Dolphin. En 1859 remonta el Río Santa Cruz y al llegar a la isla que bautiza Pavón - que le fue cedida por el gobierno- construye allí un reducto y luego una factoría. Era importante tal acto de ocupación en esa zona desolada, ya que marcaba un jalón en el ejercicio efectivo de nuestra soberanía. Allí izó la Bandera Argentina, que nunca había flameado por esas zonas y cuando la instalación ya era una colonia, trabó relación con los indígenas, tratando se sumarlos a la causa de nuestra patria. En ese lugar se encuentra hoy la hermosa ciudad santacruceña que lleva su nombre y es visitada por miles de turistas de todo el mundo.Luego se traslada a la Isla de los Estados, que también le fue concedida, donde arma en 1862 un pequeño refugio en Puerto Cook. En él también iza la Bandera Nacional para asegurar el dominio territorial argentino. Para ese entonces ya tenía su propia goleta: Nancy (que le comprara a Smiley), con la cual continuó salvando muchas vidas en esa zona. Luego de contraer matrimonio con Julia M. Dofour -1868- se instala en Punta Arenas, donde su presencia despierta el recelo de la autoridad chilena. Desde 1843 el país vecino con la goleta Ancud había ocupado el Estrecho de Magallanes, instalando allí el Fuerte Bulnes. En un viaje a Bs. Aires, Piedrabuena convence al Presidente Mitre de la necesidad de ocupar esa zona y balizarla. Al asumir Sarmiento, no recibió el mismo apoyo.En 1863 inscribió otra página de gloria: con la pequeña goleta Espora surcó la parte más bravía del peligroso Cabo de Hornos, en el que tantas expediciones naufragaran. En un acto de emocionante simbolismo patriótico, pisó tierra y plantó un cartel que decía: "aquí termina el dominio de la República Argentina". Dieciséis años después, se plasmaba en el Tratado celebrado con Chile (1881) al Cabo de Hornos como extremo sur del límite internacional.Otra increíble hazaña lo muestra como un hombre de temple, capaz de superar las mayores adversidades. En 1873, él mismo naufraga con la goleta Espora en Bahía de las Nutrias, frente a la Isla de los Estados. Cuando todo parecía perdido y su tripulación condenada a morir abandonada, el empeñoso capitán sin desfallecer, se dedicó a recuperar del buque lo que pudo y a construir primero un refugio. Luego, con los restos de la Espora y sin otras herramientas que ¡dos sierras y un par de hachas! construyó un pequeño cúter de 12 m. al que bautizó Luisito y con él pudieron volver a la civilización.En 1874 con el minúsculo Luisito en las inmediaciones de la Isla de los Estados, hace dos nuevos salvamentos: los navíos Eagle y Dr. Hanson. Por este último, el Emperador de Alemania le envía en obsequio como testimonio de gratitud, un anteojo marino. En la plaqueta del estuche se leía: "Nosotros, Guillermo, por la gracia de Dios, Emperador de Alemania y Rey de Prusia, consideramos esta caja como recuerdo de gratitud al Capitán Luís Piedrabuena, del buque argentino Luisito, por los servicios prestados en el salvamento de la tripulación del Dr. Hanson, naufragado en Octubre de 1874". Otros gobiernos europeos tuvieron para con él, gestos similares y esta noble conducta humanitaria continuó hasta 1882, un año antes de su muerte, cuando socorrió a los náufragos del Pactolus frente a la isla de los Estados. Ese mismo año, por encargo del Instituto Geografico Argentino, comandó la expedición que llevaba al joven científico italiano Giaccomo Bove, por lo que fue distinguido con una medalla de oro.Piedrabuena era un celoso custodio de aquellos lejanos parajes y ayudó a cimentar la soberanía nacional, en épocas en que Chile se obstinaba en avanzar y Buenos Aires descuidaba su defensa. Él, que no tenía sueldo del Estado, se encargaba de hacer ocupaciones, actos posesorios, plantaba instalaciones, sumaba a los indios a la causa argentina, como el cacique Biguá y el indio Casimiro. Pero además, aportó una información valiosísima al Dr. Félix Frías, nuestro diligente embajador en Chile, de modo que después, gracias a Piedrabuena, a la hora de discutir límites entre los colosos Diego Barros Arana y Francisco Pascasio Moreno, previo al Tratado de 1881, a cada acto posesorio chileno podíamos oponer uno argentino y asegurar para nuestra soberanía una parte importante del territorio.Fue también, formador de muchos jóvenes a quienes enseñó con generosidad los secretos del mar. En 1878 el Gobierno de Avellaneda, lo incorporó a la Armada Nacional como "Capitán sin sueldo" y así su goleta en periódicos viajes entre Bs. As. y los mares del sur, embarcaba a los futuros oficiales de nuestra Marina de Guerra, con lo que se convirtió en su primer buque-escuela.Otros biógrafos, el Cap. Cándido Eyroa, el Padre Raúl Entraigas (Piedrabuena, Caballero del Mar), rescatan su mezcla de heroísmo y grandeza moral. Nos permitimos agregar a ello, el contraste con otros marinos honrados en sus respectivos países por los servicios prestados. Mientras ellos tenían patentes de corso e iban detrás de sus ganancias, el bravo Piedrabuena jamás cobró un peso por sus admirables salvamentos. Nadie lo obligaba; simplemente cumplía con hidalguía, las leyes del mar. Ello resalta una característica de los argentinos, como el jugarse con desprendimiento con el que lo necesita. Ojalá rescatemos su memoria.
Por Gustavo RivasEs el caso de Luis Piedrabuena, un héroe desconocido, ya casi anónimo, pero de los muchos que forjaron nuestra nacionalidad. A él le dedicamos esta nota, con la intención de reparar la injusticia.Nació el 24 de Agosto de 1833 en Carmen de Patagones, la ciudad más austral de la Pcia. de Bs. Aires, separada de Viedma por el Río Negro. A los tres años, ya manifestaba su vocación de marino, cuando fabricaba sus propios barquitos de juguete y los lanzaba a flotar por el río. A los ocho, se subía a las canoas de su familia y salía a remar. Después se construyó una balsa con ramas de guindo, en la que implantó un rastrillo como palo mayor, una pala de horno como timón y un trozo de tela como velamen. Un día -a esa edad- se alejó tanto aguas abajo, que se estaba acercando peligrosamente en la desembocadura del Río Negro, a las rompientes de las olas en la barra, cuando fue divisado por un pailebote norteamericano que hacía su ingreso. Su capitán, G. Lemon, admirado por el desempeño firme de aquel niño, lo subió a bordo y lo regresó a su casa. Allí el marino obtuvo el permiso de sus padres para embarcarlo con él y así en 1842, con apenas nueve años, el pequeño grumete ya navegaba entre Bs. Aires, Montevideo y otros puertos. Desilusionado después con su tutor, abandona la nave en Bs. Aires y se embarca con el capitán de la Armada Nacional James Harris, antiguo compañero de Hipólito Bouchard y colaborador de Fitz Roy. De regreso a Patagones en 1847, a los 14 años, se construye él mismo su primer barco, un cúter, con el que remontó gran parte del Río Negro. En Julio de ese año se embarcó con el viejo y prestigioso marino W. H. Smiley -(a) el cónsul de los mares- hacia las Islas Malvinas y luego al Cabo de Hornos. A esa edad ya había ganado la admiración de los marinos más viejos y por eso, el Capitán Héctor Ratto pudo después definirlo en su biografía: "fuerte como un bogador, paciente como un timonel y ágil como un gaviero; tiene sentimientos de grumete, alma de marinero, inteligencia de piloto y aplomo de capitán". En 1848 hace su primera incursión por la Antártida. Pero el destino le reservaba otras grandes hazañas marinas que le dieron prestigio y en especial, sus innumerables salvamentos y rescates de náufragos en aguas peligrosas. El primero lo hizo en 1849, a los 16 años, viajando con Smiley a la Isla Navarino: con gran riesgo se largó en medio de fuertes vientos, en una zona de riscos para rescatar a una tripulación de 14 personas que acababan de zozobrar. Proezas de ese tipo se repiten y a los 18 años ya contabilizaba 146 náufragos rescatados, por lo que su ejemplo de abnegación fue después destacado por el mismísimo Perito Francisco Pascasio Moreno, cuando llegó a esa zona. En 1850 al mando de la goleta Zerabia hace frecuentes viajes, llevando vacunos y ovinos a las Malvinas, y de regreso recorre los canales fueguinos, que llegó a conocer al detalle.En 1854 como capitán del buque argentino "San Martín", realiza un viaje a Nueva York y después recorre el mar de las Antillas, a bordo de la corbeta norteamericana Nerryman. De regreso al Sur en 1855, salva en Punta Ninfas (Chubut) a 42 náufragos de la barca norteamericana Dolphin. En 1859 remonta el Río Santa Cruz y al llegar a la isla que bautiza Pavón - que le fue cedida por el gobierno- construye allí un reducto y luego una factoría. Era importante tal acto de ocupación en esa zona desolada, ya que marcaba un jalón en el ejercicio efectivo de nuestra soberanía. Allí izó la Bandera Argentina, que nunca había flameado por esas zonas y cuando la instalación ya era una colonia, trabó relación con los indígenas, tratando se sumarlos a la causa de nuestra patria. En ese lugar se encuentra hoy la hermosa ciudad santacruceña que lleva su nombre y es visitada por miles de turistas de todo el mundo.Luego se traslada a la Isla de los Estados, que también le fue concedida, donde arma en 1862 un pequeño refugio en Puerto Cook. En él también iza la Bandera Nacional para asegurar el dominio territorial argentino. Para ese entonces ya tenía su propia goleta: Nancy (que le comprara a Smiley), con la cual continuó salvando muchas vidas en esa zona. Luego de contraer matrimonio con Julia M. Dofour -1868- se instala en Punta Arenas, donde su presencia despierta el recelo de la autoridad chilena. Desde 1843 el país vecino con la goleta Ancud había ocupado el Estrecho de Magallanes, instalando allí el Fuerte Bulnes. En un viaje a Bs. Aires, Piedrabuena convence al Presidente Mitre de la necesidad de ocupar esa zona y balizarla. Al asumir Sarmiento, no recibió el mismo apoyo.En 1863 inscribió otra página de gloria: con la pequeña goleta Espora surcó la parte más bravía del peligroso Cabo de Hornos, en el que tantas expediciones naufragaran. En un acto de emocionante simbolismo patriótico, pisó tierra y plantó un cartel que decía: "aquí termina el dominio de la República Argentina". Dieciséis años después, se plasmaba en el Tratado celebrado con Chile (1881) al Cabo de Hornos como extremo sur del límite internacional.Otra increíble hazaña lo muestra como un hombre de temple, capaz de superar las mayores adversidades. En 1873, él mismo naufraga con la goleta Espora en Bahía de las Nutrias, frente a la Isla de los Estados. Cuando todo parecía perdido y su tripulación condenada a morir abandonada, el empeñoso capitán sin desfallecer, se dedicó a recuperar del buque lo que pudo y a construir primero un refugio. Luego, con los restos de la Espora y sin otras herramientas que ¡dos sierras y un par de hachas! construyó un pequeño cúter de 12 m. al que bautizó Luisito y con él pudieron volver a la civilización.En 1874 con el minúsculo Luisito en las inmediaciones de la Isla de los Estados, hace dos nuevos salvamentos: los navíos Eagle y Dr. Hanson. Por este último, el Emperador de Alemania le envía en obsequio como testimonio de gratitud, un anteojo marino. En la plaqueta del estuche se leía: "Nosotros, Guillermo, por la gracia de Dios, Emperador de Alemania y Rey de Prusia, consideramos esta caja como recuerdo de gratitud al Capitán Luís Piedrabuena, del buque argentino Luisito, por los servicios prestados en el salvamento de la tripulación del Dr. Hanson, naufragado en Octubre de 1874". Otros gobiernos europeos tuvieron para con él, gestos similares y esta noble conducta humanitaria continuó hasta 1882, un año antes de su muerte, cuando socorrió a los náufragos del Pactolus frente a la isla de los Estados. Ese mismo año, por encargo del Instituto Geografico Argentino, comandó la expedición que llevaba al joven científico italiano Giaccomo Bove, por lo que fue distinguido con una medalla de oro.Piedrabuena era un celoso custodio de aquellos lejanos parajes y ayudó a cimentar la soberanía nacional, en épocas en que Chile se obstinaba en avanzar y Buenos Aires descuidaba su defensa. Él, que no tenía sueldo del Estado, se encargaba de hacer ocupaciones, actos posesorios, plantaba instalaciones, sumaba a los indios a la causa argentina, como el cacique Biguá y el indio Casimiro. Pero además, aportó una información valiosísima al Dr. Félix Frías, nuestro diligente embajador en Chile, de modo que después, gracias a Piedrabuena, a la hora de discutir límites entre los colosos Diego Barros Arana y Francisco Pascasio Moreno, previo al Tratado de 1881, a cada acto posesorio chileno podíamos oponer uno argentino y asegurar para nuestra soberanía una parte importante del territorio.Fue también, formador de muchos jóvenes a quienes enseñó con generosidad los secretos del mar. En 1878 el Gobierno de Avellaneda, lo incorporó a la Armada Nacional como "Capitán sin sueldo" y así su goleta en periódicos viajes entre Bs. As. y los mares del sur, embarcaba a los futuros oficiales de nuestra Marina de Guerra, con lo que se convirtió en su primer buque-escuela.Otros biógrafos, el Cap. Cándido Eyroa, el Padre Raúl Entraigas (Piedrabuena, Caballero del Mar), rescatan su mezcla de heroísmo y grandeza moral. Nos permitimos agregar a ello, el contraste con otros marinos honrados en sus respectivos países por los servicios prestados. Mientras ellos tenían patentes de corso e iban detrás de sus ganancias, el bravo Piedrabuena jamás cobró un peso por sus admirables salvamentos. Nadie lo obligaba; simplemente cumplía con hidalguía, las leyes del mar. Ello resalta una característica de los argentinos, como el jugarse con desprendimiento con el que lo necesita. Ojalá rescatemos su memoria.
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