RECUPERANDO NUESTRA HISTORIA
Manuel Almeida, el arqueólogo de Gualeguaychú
Apasionado por la naturaleza y el conocimiento, el profesor Manuel Almeida dejó una huella imborrable en la ciudad. Su legado, años después de su partida, continúa sorprendiendo a quienes visitan el museo que lleva su nombre en nuestra ciudad.
En épocas de vacaciones, Gualeguaychú ofrece un abanico variopinto de opciones para el entretenimiento. Porque además de playas y carnaval, también tiene una serie de ofertas culturales dedicadas no sólo a la pedagogía local sino también a satisfacer el interés de los que vienen a visitarnos de todas partes del país.
Un de las opciones más entretenidas e interesantes es el Museo de Ciencias Naturales y Arqueología “Profesor Manuel Almeida”, un espacio dedicado a la investigación científica; la conservación de colecciones paleontológicas, biológicas y arqueológicas; a la educación y a la cultura.
Ubicado en 25 de Mayo 533, las exhibiciones del museo se dividen en cinco salas. La primera de ellas dedicada a la paleontología (particularmente a la megafauna); la segunda a la vida y obra del profesor Manuel Almeida; la tercera a la biodiversidad de Entre Ríos; y la cuarta y la quinta a la arqueología, es decir a la historia de los primeros habitantes de Gualeguaychú y sus alrededores.
“Si hay algo que papá tenía claro, es que todo eso que encontró no era de él, era de la comunidad, insistía; y sobre todo en que los chicos de las escuelas lo conocieran”, explicó a Ahora ElDía su hijo, Raúl Almeida, quien se encuentra a cargo del museo al que concurren grupos de escuelas, turistas, locales y arqueólogos de todas partes por igual. “Personalmente me siento satisfecho porque era lo que papá quería, que los chicos conocieran, como él decía, ‘a nuestros abuelos indios’”, comentó.
Don Manuel Salvador Pedro Almeida nació el 4 de diciembre de 1915 en Gualeguaychú. Fue docente en escuelas primarias, secundarias y en el nivel terciario, pero su aporte como educador fue mucho más allá y perdura hasta nuestros días. A lo largo de 40 años, realizó excavaciones arqueológicas en la zona, logrando recuperar y clasificar más de 8.000 piezas pertenecientes a la fauna prehistórica y a los pueblos originarios que habitaron estas tierras; una contribución invaluable a la historia local.
Retrato de Don Manuel Almeida
Compartiendo con las personas su visión de que los hallazgos -fósiles y arqueológicos- forman parte de una herencia común, el profesor Almeida cada tanto recibía a personas que se acercaban a mostrarle lo que habían encontrado.
Un caso llamativo es el de una tortuga gigante encontrada en el Arroyo El Cura. Los restos de su caparazón llegaron sueltos a sus manos, los cuales unió y pegó cada uno de los fragmentos como si fuera un rompecabezas. Así fue que descubrió, para sorpresa de todos, que se trataba de una especie que habitó la región hace un millón de años.
El camino del arqueólogo
El vínculo de Manuel Almeida con la Arqueología y Paleontología llegó de casualidad y fue alimentado por su inquietud y afán de conocimiento. Así lo explicó su hijo: “Más que nada, creo que él fue un gran naturalista. Le apasionaba la Biología, incluso fue profesor. Tuvo toda una vida en contacto con la naturaleza y fue muy inquieto: se interesaba por algo y se metía, y hasta que no lo dominaba, no lo dejaba. En sus salidas al río, empezó a encontrar huesos en la costa y ahí fue cuando se zambulló en la Paleontología y en los restos fósiles. Junto y recolectó hasta 1959, que fue la creciente grande del río Uruguay. Él iba mucho con la familia -yo no había nacido- a pasar los veranos a Ñandubaysal. Un día, pescando pejerreyes, encontró pedazos de cerámica y de vasijas en la playa. Así que empezó a interiorizarse, leer e investigar sobre el tema, a indagar qué era eso y quiénes habían andado por esos lugares”.
Más allá de su formación docente, Manuel fue un gran autodidacta. Tal es así que, muchos años después, investigadores y arqueólogos se sorprendieron al ver la metódica forma con la que supo dar registro y clasificación a sus hallazgos. También, llamó la atención a más de uno las herramientas que él mismo fabricó y adecuó para su trabajo de campo y que hoy se encuentran exhibidas en el museo.
“Él siguió hallando y viendo que lo que decían que había en esta zona no era lo que encontraba, si no mucho más. Entonces eso fue como un desafío. Estudió métodos de arqueológicos, cómo se debía trabajar, y ahí empezó a avanzar”, aseguró Raúl.
Gran conocedor de los ríos, Don Manuel siguió pistas y datos que lo llevaron hacia El Potrero, en primer lugar, y luego a Ensenada del Bellaco, donde encontró material guaraní. También exploró la Costa Uruguay Sur hasta las Islas. “Se centró, sobre todo, en la boca de nuestro río y de ahí hasta unos 40 kilómetros de la zona, que es Puerto Landa, La Estopona, que él dijo que ‘ahí era el queso’, ahí estaba la mayor concentración de sitios arqueológicos”, detalló su hijo.
Una aventura constante
Raúl tuvo la oportunidad de acompañar a su padre en incontables salidas a la naturaleza, junto a su familia o solo con su padre. “Era una aventura, toda una experiencia: tuvimos que hacer puentes y caminos para llegar a tal o cual lugar, quedamos aislados por la lluvia… De hecho, una vez, llegamos a estar 10 días sin poder volver a casa, sin que supieran qué nos había pasado porque nos había agarrado una tormenta tremenda”, recordó.
“Papá tenía un cajón de comestibles que nunca se tocaba. Eso estaba en la camioneta, la Estanciera. Era un cajón de supervivencia, se tocaba en caso de emergencia. Ahí tenías diez días de comida: polenta, arroz, un tarro de tomate… Pero eso no era lo que se llevaba para consumir. En eso el viejo era un capo. Además solucionaba todos los problemas. Era muy habilidoso y con mucha experiencia. Tenía mucha experiencia en los campamentos”, contó Raúl, y agregó: “Todo era en aquel momento muy simple, pero bien acomodado, equipado. No pasábamos tampoco necesidades. Era irnos los viernes, papá ya no daba clase, me esperaba que llegara de la escuela y nos íbamos hasta el domingo”.
Raúl Almedia, hijo del gran arqueólogo Manuel Almeida
Por otra parte, aunque señaló que Don Manuel trabajaba mayormente solo, en muchas oportunidades lo acompañaba su familia o -eventualmente- amigos y colegas. Raúl destacó la ayuda que él y su padre recibían de cazadores y pescadores que les brindaban información sobre los sitios: “Nosotros, en La Estopona, zona de Landa, conocimos a un viejito, cazador, que era analfabeto y vivía de la caza, perdido en el monte. Él fue uno de los grandes guías que tuvimos porque sabiendo lo que buscaba papá le decía ‘Don Almeida, en tal lugar encontré cerámica de lujo’. Terminó acompañándonos en las excavaciones y trabajando con nosotros”, contó.
Desenterrando una historia olvidada
La parte menos conocida o mencionada del trabajo del Profesor Almeida quizá sea su investigación histórica del período posterior a la Conquista. Una labor que rescata del olvido lo qué pasó con los chaná, guaraníes, charrúas y otros grupos que vivieron en los montes y las costas aledañas a Gualeguaychú.
“Papá fue el primero que empezó a hablar del tema, a cuestionar, no con un revanchismo, sino a contar lo que fue la Conquista. A sacarle ese mote de ‘salvaje’ al indio. Fue un choque de dos culturas; uno entiende, pero fue una injusticia lo que pasó. Los primeros que llegaron fueron estos grupos humanos que tenían una cultura, que no solamente terminaron sino que esa (otra) cultura la corrió para un costado y la ocultó”, señaló Raúl y mencionó que “si no hubiera existido el interés de excavar y rescatar estos valores, hoy sería algo totalmente perdido y olvidado”.
“A la plaza Colón le pusieron el nombre de Dan Manuel. Nosotros estábamos trabajando en un proyecto para que quede la estatua de Cristóbal Colón y, al lado, que esté la de papá, ya que, si bien Colón es parte de la historia, después hubo una evolución, entendimos lo que pasó, reconocimos a los pueblos y en Gualeguaychú hubo una persona que rescató esa parte del relato que algunos quisieron silenciar”, concluyó.