Memoria, divino tesoro

Juventud, divino tesoro,¡ya te vas para no volver!Cuando quiero llorar, no lloro...y a veces lloro sin querer...Qué mejor que esa primera estrofa inolvidable, de aquel poema "Canción de otoño en primavera", que en 1905 publicara el poeta nicaragüense Rubén Darío en su también inolvidable libro "Cantos de Vida y Esperanza". Julio Zarra*Opinión Porque, cuánto tiempo estuvimos creyendo falsamente que juventud y memoria iban de la mano. Por supuesto que en los primeros 40 - 45 años de nuestra vida, la memoria, como algunas otras funciones del organismo, está en su plenitud y máximo potencial a desarrollar. Y también por supuesto, que hacia el final de la vida, existe una declinación natural con capacidades que van disminuyendo lenta y progresivamente.Pero de ahí a que "perder la memoria es normal con la edad", estamos a un abismo de distancia. Ninguna falacia mayor a que en la ancianidad sea normal perder la memoria o que debamos resignar nuestra memoria y aceptar la pérdida de esa función como "normal", como podríamos resignar a hacer salto en alto o subirnos a una tabla de surf, a excepción de los hawaianos que lo hacen con la misma capacidad y facilidad que caminar, aún después de los 70 años de edad, ya que lo tiene incorporado desde muy niños, como la función de nadar, caminar, bailar o sentarse en cuclillas, tal vez casi como en una suerte de "memoria genética" (la herencia de instintos, trasmitida de generación en generación). La memoria en el siglo XXIHoy ya sabemos entonces que no es normal perder la memoria por "la edad", que es un síntoma de un cuadro patológico cerebral. Y también hoy sabemos que la memoria es, sin dudas, la principal función del cerebro humano.La memoria no solo es la capacidad para almacenar, retener y evocar información, sino que podemos considerarla la principal acción del cerebro, ya que con la memoria no solo recordamos, sino que también pensamos, "sentimos", asociamos (ideas con sensaciones sensoriales: olfatorias, auditivas, visuales, gustativas y táctiles), tomamos decisiones y hasta condicionamos y producimos cada acto de nuestra vida. De la memoria, directa o indirectamente dependen muchas de todas las otras funciones cerebrales.El cerebro humano contiene aproximadamente unos 100.000 millones de neuronas (células del sistema nervioso) y unos 100 billones de interconexiones (sinapsis) entre éstas.[] Aunque a ciencia cierta nadie sabe la capacidad de memoria del cerebro, puesto que no se dispone de ningún medio fiable para poder calcularla, el astrónomo, cosmólogo y escritor estadounidense Carl Sagan asegura que tenemos la capacidad de almacenar en nuestra mente la información equivalente a la de 10 billones de páginas de un libro o enciclopedia. Somos nuestra memoriaPara el escritor argentino Jorge Luis Borges: "Somos nuestra memoria, somos ese químico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos".Existen muchos tipos de memoria, de acuerdo a como la estudiemos y como la clasifiquemos, desde la simple división entre memoria a corto y a largo plazo (o inmediata, reciente y remota), por su duración, hasta las memorias de referencia, de trabajo, episódica, semántica, declarativa (o explícita), de procedimiento (o implícita), etc., por su contenido o utilización. Por eso, dada la gran complejidad de tantas funciones conjuntas que desarrollan la memoria, la hacen altamente sensible y vulnerable. Por lo que debemos cuidarla siempre lo más posible, porque de la memoria depende prácticamente toda nuestra vida psíquica.Los primeros estudios sobre la memoria comenzaron en el campo de la filosofía, en la época medieval. Así la filosofía escolástica (movimiento teológico y filosófico del pensamiento medieval, que se basaba en la coordinación entre la fe y la razón, pero que en cualquier caso siempre suponía una clara subordinación de la razón a la fe) define la memoria como "una potencia del alma".A finales del siglo XIX y principios del XX, la memoria pasó a ser el paradigma por excelencia de la psicología cognitiva. En las últimas décadas se ha convertido en uno de los principales pilares de una rama de la ciencia conocida como neurociencia cognitiva, un nexo interdisciplinario entre la psicología cognitiva y la neurociencia.Hoy podemos definir a la memoria, como la capacidad para organizar, codificar, almacenar (retener) y evocar la información recibida. Con ella construimos la "experiencia", capacidad de evocar las ideas, imágenes, sensaciones, acontecimientos, sentimientos, etc. y que usaremos para afrontar nuestras vivencias del presente y programar nuestros actos del futuro. Localización de la memoriaNo existe un único lugar físico determinado para la memoria en nuestro cerebro.[ La memoria está diseminada por distintas localizaciones cerebrales, como el cortex temporal: corteza del lóbulo cerebral temporal (que almacena nuestros recuerdos de la infancia), o la zona central de hemisferio derecho (que alberga el significado de las palabras) o la región del cortex parieto-temporal (que guarda los datos del aprendizaje) o los lóbulos frontales (que organizan la percepción y los frenos inhibitorios de nuestro pensamiento, antes de pasar al acto) o el cerebelo (que se supone es responsable de muchos de nuestros automatismos, como peinarse o andar en bicicleta). Y aunque existen muchísimos centros nerviosos de la estructura cerebral vinculados a la memoria, también podemos suponer, de acuerdo a algunos científicos, que el hombre apenas utiliza una diezmilésima parte (0,0001) del potencial de su cerebro a lo largo de su vida.A diferencia de la memoria de los animales, que suele actuar sobre la base de sus necesidades presentes, la memoria del ser humano posee la capacidad de contemplar el pasado y planificar el futuro. Por eso con nuestra memoria pensamos, tomamos decisiones y nos movemos para todo en la vida. Así podemos afirmar que la memoria es la piedra fundamental de nuestra vida psíquica. Y cuidar la memoria es cuidar la vida misma. Por eso, "cuando se apaga la luz de la memoria, los recuerdos ¿a dónde van? Muerte de toda muerte es no poder recordar". * Médico Especialista Jerarquizado en Psiquiatría y Psicología Médica. Investigador Clínico en estudios en la Enfermedad de Alzheimer y en enfermedades psiquiátricas y del Sistema Nervioso Central. Fundador y Presidente de A.L.E.A. (Asociación de Lucha en la Enfermedad de Alzheimer).
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