Memorias de un mozo con más de 30 años de servicio: “El Hotel París era como mi casa”
Roberto Peñalva tiene 82 años y después de una vida agitada, a la que le dedicó una buena parte a su trabajo en el emblemático hotel de la ciudad, hoy puede descansar. El histórico mozo recordó la "época de oro" del París, hoy casi derrumbado para un proyecto inmobiliario. Para quienes eran recurrentes del Hotel París, no solo del servicio de alojamiento sino también de su reconocido restaurante, que era visitado recurrentemente por muchísimas familias de la ciudad, pasar por la esquina de Bolivar y Pellegrini les debe, al menos, llamar la atención.Del emblemático hotel quedan algunas pocas paredes, luego que empezaron las obras para desarrollar allí un proyecto inmobiliario. Por eso, Roberto Peñalva, un histórico mozo del lugar no quiere ni cruzar por esa esquina, y prefiere guardar en su memoria las "épocas buenas".En la cocina de su casa, Roberto, que trabajó por más de 30 años atendiendo a los comensales del restaurante, dialogó con ElDía. "El Hotel París era como mi casa. Venían muchos viajantes, recuerdo que Julio Sánchez -junto a su esposa Celica Beatriz Massut eran los dueños en esa época- ponía las mesas largas con la comida, los vinos y todo lo que sabían que iban a pedir, porque ya los conocía a la mayoría", relató. Y recordó que "no era extraño que deje de hacer sus tareas y se siente a comer con los clientes".En esa época Roberto dividía sus tareas entre el hotel y el Frigorífico Gualeguaychú, y apenas volvía su casa para dormir un puñados de horas. Pero, según cuenta, lo hacía con gusto."La relación entre los jefes y los empleados del hotel no era como puede ser ahora. Yo me acuerdo que a Don Julio le gustaban los bifes de chorizo y a Doña Chela los ñoquis, y no era raro que, por ahí nos inviten a comer con ellos. Eran muy generosos, trabajaban a la par nuestra y si necesitábamos algo siempre nos ayudaban", recordó."En esos años hice muchos amigo, a mí me gustaba mucho atender a la gente. Enfrente estaba el Casino, así que al restaurante venía todo el mundo, y todo el que llegaba de afuera pasa obligadamente por el París. Nosotros, los mozos, siempre estábamos de punta en blanco", contó Roberto, y recordó a Doña Ana, "la vieja de al lado" que le almidonaba la chaquetilla para que se luzca en el restaurante de Don Sánchez."Fue una época hermosa. Pero las cosas fueron cambiando hasta que el hotel cerró. Yo me fui antes, después de Julio y Doña Chela ya no fue lo mismo. Y prefiero quedarme con ese recuerdo, esas mesas largas llenas y buena parte de la vida social de Gualeguaychú, que a mí me encantaba atender. Eso no me lo quita nadie", sintetizó Roberto.
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