A 42 AÑOS DE MALVINAS
Miguel Ángel La Paz, el gualeguaychuense que sobrevivió al hundimiento del crucero Belgrano

Como cada año, el próximo 2 de abril se conmemorará a los veteranos y caídos en la Guerra de Malvinas. Con motivo de esta fecha, Ahora ElDía conversó con Miguel Ángel La Paz, uno de los veteranos de nuestra ciudad que vivió uno de los momentos cruciales del conflicto.
Uno de los episodios decisivos durante la Guerra de Malvinas fue el hundimiento del Crucero ARA “General Belgrano”, un ataque repentino y artero ocurrido el 2 de mayo de 1982 y producido con torpedos del submarino HMS Conqueror fuera del área de exclusión militar de 200 millas de radio establecida por el Reino Unido. Este trágico episodio se llevó la vida de 323 soldados, casi la mitad del total de bajas argentinas en el conflicto.
Los 770 tripulantes restantes lograron sobrevivir, y Miguel Ángel La Paz fue uno de ellos y –hasta dónde él sabe– también fue el único gualeguaychuense que estuvo en aquella tragedia bélica.

Militar de carrera, La Paz entró a la Armada Argentina a muy temprana edad y se retiró como suboficial mayor en 2003. Cuando estalló el conflicto bélico de Malvinas, el 2 de abril de 1982, prestaba servicios en el Crucero ARA “General Belgrano”, algo que hacía desde 1977. Tenía 30 años y el rango de cabo superior.
“La mayoría nos enteramos que se habían tomado las Islas Malvinas porque se notaba algo raro en la dársena. Había movimiento de buques y de infantes, y una cantidad de situaciones que normalmente no suceden. Nosotros íbamos a entrar a dique seco para reparación, pero no llegamos a hacerlo. Al igual que otros compañeros, me enteré por la televisión que había comenzado la guerra. Salimos rajando porque ya nos estaban llamando. Entramos a embarcar combustible, víveres, munición, dos helicópteros… y el 16 de abril zarpamos”.
El hundimiento del Belgrano
Habían pasado las cuatro de la tarde del 2 de mayo cuando el submarino nuclear británico HMS Conqueror dirigió su ataque al Belgrano. Miguel había terminado su guardia cuando sintió el primer impacto.
“Cinco o diez minutos antes de dejar la guardia bajé a cubierta para despertar a un compañero que me tenía que relevar. Subí y me quedé hasta que venga y me reemplace con su gente. Él dice que gracias a mi se salvó, porque lo fui a despertar. Sino lo agarraba abajo en la 4ta y 5ta cubierta, donde se descansaba. Es por eso es que murió tanta gente, porque estaban descansando”, contó.

Y continuó: “Llegaron las cuatro de la tarde, dejé la guardia y bajé dos cubiertas con otro compañero. Él fue a buscar unas galletitas para tomar unos mates y yo fui por otro lado. Entonces fue cuando llegó la primera explosión. Se cortó la luz, había humo espeso y la cubierta de máquinas –donde pegó– estaba toda florecida. Se escuchaban gritos. Por los años que teníamos lo conocíamos perfecto al buque, sabíamos por dónde caminar. Hubo algunos que cayeron al pozo que se había abierto en la cubierta. Yo tuve suerte y salí por donde no se había roto. Pienso que este muchacho cuando llegó habrá ido a buscar las galletitas a donde tenía su taquilla y no lo vi más. Quedó abajo”.
Miguel La Paz también recordó la pérdida de Bellini, otro de sus camaradas a bordo del Belgrano. “Él bajó a buscar a un compañero que faltaba y no pudo volver a subir, porque los fierros se recalentaban y se retorcían todos”, describió al mencionar el detalle de que nunca pudo conocer a su hija: “Tenía a la señora embarazada y justo el día que zarpamos tuvo familia, y un compañero le gritó desde abajo: ‘Quedate tranquilo. Nació nena. Todo bien’”.
A la deriva
El relato continúa con el abandono del navío y la desesperante situación que vivió con sus compañeros luchando por sobrevivir en las frías aguas del Atlántico Sur. “El primer torpedo pegó en la proa y esta cayó por el peso de las anclas. Vino el segundo cuetazo y el barco empezó a escorarse. Llegamos a cubierta y teníamos ya unas balsas asignadas, que tienen capacidad para 20 personas. Ahí empezó a levantarse un temporal. La ola te caía, te tapaba y había que aguantarla. Nosotros éramos 19 y volvimos 18, una persona no volvió. Seguramente la ola se lo llevó, pero no te das cuenta en la oscuridad”, relató.
“Estuvimos 36 horas. Estábamos desesperados por sacar el agua de las balsas: con un zapato, con un jarro, con lo que había ahí. Desde que caímos hasta que salimos”, relató con la desesperación del recuerdo tatuada en sus ojos.
El rescate se hizo esperar: La Paz explicó que primero mandaron un buque destructor a buscarlos, pero el violento cabeceo de su proa hizo que acercarse fuera muy arriesgado para las balsas. “Así que se fue y quedamos esperando, a la deriva”, señaló y agregó: “Hicimos más de 30 kilómetros para el lado de Malvinas, por el temporal”.
La ayuda definitiva llegó con el Aviso ARA “Gurruchaga”, un buque de carga más pequeño. “Ese barco fue uno de los que más gente rescató porque podría maniobrar de manera más fácil”, detalló.

“Largaron una red de rescate que era como las de los arcos de fútbol. Ellos nos habían dado la orden de esperar a la ola grande, que cuando llegaba nos podíamos prender y entonces nos subían al barco. Cuando subimos estábamos duros, apenas podíamos caminar, congelados enteros por tantas horas en el agua. La tripulación del barco no comió al mediodía ni en la noche anterior para guardarnos la comida a nosotros. Se portaron de diez”, recordó.
Y siguió: “De ahí nos llevaron a Ushuaia, el puerto más cercano. Fuimos a la aeronaval. Ahí nos esperaban con chocolate caliente, con un sándwich, y con las comidas. Nos iban anotando y de acuerdo a esas listas había aviones que nos trasladaban a Puerto Belgrano, que es la principal base de la Armada Argentina y se encuentra en el sur de la provincia de Buenos Aires. Ahí nos hicieron revisiones médicas y preguntas y nos mandaron al cuartel base. Estuve uno o dos días ahí y luego me dieron unos francos para venir a ver a mi familia. Yo estaba casado y ya tenía dos chicos. Me vine desde allá a Gualeguaychú. Cuando llegué, mi papá estaba buscando noticias porque decían que me habían cortado las piernas. Cuando llegué todos se largaron a llorar”.
Miguel La Paz estuvo unos días en la ciudad, pero la guerra aún no había terminado y tuvo que volver a las filas: “Fui a Campo Sarmiento, ahí nos concentrábamos todos. A mí me mandaron a hacer un curso de unos días en el Astillero Río Santiago y me embarqué en la corbeta Espora”.
Fue allí donde estaba cuando le llegó la noticia de la rendición argentina, firmada el 14 de junio de 1982.
Malvinas, 42 años después
“En ningún momento pensamos en la rendición, uno cumplía su función lo mejor que se podía. A uno le duele que nos haya pasado eso, pero también tenemos que ver la otra parte, nosotros no teníamos experiencia en nada y ellos vinieron ayudados por países que nos rodean. Estábamos prácticamente solos, los únicos que nos ayudaron fueron los peruanos con los misiles Exocet. Después uno se da cuenta sobre cómo eran ellos y cómo éramos nosotros. Había diferencias diferencia”, reflexionó Miguel.

Y ejemplificó: “El submarino argentino debajo de la flota inglesa quiso tirar y no le salieron los torpedos habíamos embarcado munición vencida. Todas esas cosas iban en contra nuestra. Pero de todos modos les costó. Ellos cuando detectaron a ese submarino le tiraron, pero no lo pudieron agarrar. Igual que pasaba con la aviación nuestra, con la que hay que sacarse el sombrero. Si bien el nuestro era un barco viejo, los ingleses le tenían miedo”, agregó.