CONMOVEDORA HISTORIA
Pereyra: "El casco es símbolo que hay actos nobles después de una guerra"
Después de 37 años, el suboficial principal retirado del Ejército Héctor Pereyra recuperó el casco con el que combatió en Malvinas. "Lo voy a tener en mi casa, donde pase y lo vea todos los días, pero también va a estar en el corazón de todos mis compañeros", expresó.
El entonces Cabo Héctor Pereyra fue herido en la madrugada del 12 de junio de 1982, en la batalla de Monte Harriet. Prisionero de las fuerzas británicas y custodiado por Andy Damstag, un Royal Marine que le prestó su casco para que se protegiera en el fragor del combate. Luego, Damstag guardó en su mochila el de Pereyra. Pasaron los años y el inglés pudo contactarse con el bonaerense de nacimiento y gualeguaychuense por adopción para enviarle el casco a través de la Embajada Argentina. En 1982 ambos tenían 18 años. Pereyra cursaba el segundo año de la especialidad en Enfermería en la Escuela General Lemos, cuando le entregaron la jineta de cabo –primer grado en la escala de suboficiales– y lo destinaron a una unidad en Corrientes. De allí, al sur. Y posteriormente a las Islas Malvinas, el 25 de abril. El 11 de Junio a las 23, el joven de Gualeguaychú era uno más entre los tantos que estaban parapetados en trincheras repeliendo los ataques. Tres horas después, una granada cayó en su posición y lo hirió gravemente: sufrió fractura expuesta de tibia y peroné, y lesiones que le provocaron una hemorragia. Después fue tomado prisionero y custodiado por el británico Andy Damstag, Royal Marine que se quedó con el casco del cabo como trofeo de guerra.
Finalmente, Damstag y Pereyra, a través de las redes sociales, se reencontraron y el casco volvió a estar en manos del hoy suboficial retirado, que en diálogo con ElDía, aseguró que le debe la vida a quien lo tuvo prisionero, “cumpliendo con aquello de que cuando un enemigo queda fuera de combate hay que protegerlo”. -¿Cuándo se enteró de que Argentina estaba en guerra? Me encontraba en la Escuela General Lemos cursando el segundo año como aspirante al cuerpo de Sanidad, pero por el conflicto egresé el 7 de abril con el grado de Cabo. Me dieron la insignia y me destinaron a la tercera brigada de Infantería en Curuzú Cuatía, unos días en Corrientes, viaje al sur y posteriormente a Malvinas. -¿Cómo fue la llegada a las islas? Desembarcamos con alegría, pero también con la incertidumbre de lo que podía llegar a pasar. En aquellos días, máxime con solo 18 años, uno no tenía conciencia de que se avecinaba una guerra y lo que significaba un conflicto bélico. -¿Cuándo entró en combate? Fue el 11 de junio, en Monte Harriet, después de que se produjeran varios combates tras el desembarco ingles en la Bahía de San Carlos. Estábamos en una zona donde se destaca un cerro principal al que se denomina Harriet, después otro más chicos que lo rodean. Yo me encontraba en uno de los más pequeños, en una sección que pertenecía a la compañía comando y a los servicios de la tercera brigada de Infantería. Éramos solo 40 hombres los que conformábamos la que denominamos “sección olvidada” luego del repliegue de Monte Kent. Contábamos con armamento liviano, fusiles FAL, FAP y pistolas 11,25 y 9 mm. Se montó una línea de defensa con pozos de zorro, que se hicieron en la turba y trincheras en la piedra. Mientras que en la cúspide del cerro se encontraba el Regimiento 4, con sus tres compañías, su cuerpo comando, puesto de socorro y demás. No puedo explicar lo que sentí cuando vi que traían el casco en una bandeja. En esos pocos segundos se me cruzó todo lo que viví durante 45 días en Malvinas. No puedo explicar lo que sentí cuando vi que traían el casco en una bandeja. En esos pocos segundos se me cruzó todo lo que viví durante 45 días en Malvinas. -¿Cómo fue que cae herido? Estaba de guardia cuando se escuchó un disparo de aviso con munición trazante que aprecié en nuestra dirección. Quince segundos después comenzó la batalla. Los ingleses estaban más cerca de lo que esperábamos, rodearon el cerro en una maniobra de pinzas y comenzaron a avanzar. Las líneas enemigas nos empezaron a sobrepasar y caí herido por una granada de mano. Los británicos iban batiendo trincheras y posiciones con granadas. Yo volé por el aire, producto de la onda expansiva que me sacó de la posición en la que estaba parapetado. Como pude, entré de nuevo a la trinchera, hasta que otro soldado, Clemente Bravo, me sacó de la posición. Después, fuimos tomados prisioneros. La granada me provocó una fractura expuesta de tibia y peroné, quedando incrustada la esquirla, lo que me generó muchísima pérdida de sangre que se me metía en el borceguí. -¿Ahí nace la historia del casco? Antes de que la sanidad británica me atendiera, los Royal Marine me despojaron del correaje y la pistola reglamentaria. Luego, me aplicaron morfina y me detuvieron la hemorragia. Ya prisioneros, quedamos bajo la custodia de dos ingleses. Uno de ellos, Andy Damstag, me colocó su casco para protegerme. -¿Alguna vez imaginó reencontrarse con su casco y hablar con Damstag? En los 56 años que tengo jamás imaginé que podía darse algo así. Que iba a ponerme en contacto con el británico que me custodió y se llevó mi casco como botín de guerra. Andy siempre me rastreó, y para que eso sucediera fue clave que en la parte interior del casco haya escrito mi grado, nombre, apellido y número de documento. Es así que Damstag consiguió, después de mucho esfuerzo, localizarme y establecer un primer contacto. Todavía me cuesta creer lo que estoy viviendo. Ese soldado tuvo mi vida en sus manos y tranquilamente me pudo haber rematado en medio de una guerra. Pero no, prevaleció la parte humana, y es así que me cuidó y protegió, dándome su propio casco. Recuerdo que cuando terminó el combate le devolví su casco, nos dimos la mano y nos saludamos en nuestros respectivos idiomas. Nunca más supe de Andy. Terminada la guerra, Damstag siguió en la marina ocho años, conservando el casco como amuleto en las diferentes misiones en las que estuvo. Retirado de la fuerza, el inglés sintió la necesidad de saber sobre el hombre que había utilizado el casco. Le agradezco a él y a Marta Ransanz, una malvinera de corazón que ayudó a que pueda reunirme con mi casco. Lo voy a tener en mi casa, donde pase y lo vea todos los días. Pero este casco también va a estar en el corazón de todos mis compañeros. Dejó de ser un objeto metálico de protección de un soldado y pasó a ser símbolo que hay actos nobles después de una guerra Lo voy a tener en mi casa, donde pase y lo vea todos los días. Pero este casco también va a estar en el corazón de todos mis compañeros. Dejó de ser un objeto metálico de protección de un soldado y pasó a ser símbolo que hay actos nobles después de una guerra El texto Pereyra pidió un minuto para buscar el mensaje que le mandó Damstag y leerlo en forma textual: “Hola Héctor, mi nombre es Andy, cuando era un joven Royal Marine te conocí a ti y a tu amigo durante la batalla del Monte Harriet en las Malvinas, si recuerdas, intercambiamos cascos (porque quería un recuerdo de nuestra reunión) cuando vinieron a despejar la montaña, me devolviste mi casco, ahora me gustaría devolverte el casco. Un amigo mío dice que son valiosos para los coleccionistas, pero te lo presté hace treinta y siete años. Así que ahora quiero que lo recuperes”, leyó el entrerriano y contó que, junto al texto, el británico adjuntó fotos con su familia y el casco. -¿Cómo vivió la entrega del caso de manos del jefe del Ejército? Fue en el marco del 140 aniversario de la sanidad militar, acto central en el que se me entregó el casco y una mención especial. Pensé que se trataba de una ceremonia sencilla como las que habitualmente se hacen, pero terminó siendo muy emotivo, con compañeros de mi promoción, veteranos de guerra y nuestras familias. Terminamos desfilando con el casco en mis manos, junto a veteranos de guerra y compañeros de curso de formación, además de ex combatientes de otros lugares. Recibir el casco de manos del jefe del Ejército, teniente general Pasqualini, fue un honor y un momento que no olvidaré jamás. No puedo explicar lo que sentí cuando vi que traían el casco en una bandeja. En esos pocos segundos se me cruzó todo lo que viví durante 45 días en Malvinas. Cuando me llamaron grité fuerte ¡presente!, como en mis tiempos de militar, y caminé con las tres medallas –Congreso de la Nación, la de herido en combate y la del Ejército Argentino– para reencontrarme con algo que forma parte de mi vida. Al momento de recibirlo comenzó a sonar “Diana de Gloria”, ejecutada por la Fanfarria Alto Perú del Regimiento de Granaderos a Caballo. ¿Cuál va a ser el destino del casco? Lo voy a tener en mi casa, donde pase y lo vea todos los días. Pero este casco también va a estar en el corazón de todos mis compañeros. Dejó de ser un objeto metálico de protección de un soldado y pasó a ser símbolo que hay actos nobles después de una guerra. Tengo que armar mi rinconcito malvinero en casa, donde quedará. En lo inmediato, el 3 de noviembre estaremos en la entrega de la Vírgen de Luján que estuvo en Malvinas. Después, lo llevaré a Curuzú Cuatía y a Monte Caseros. Forma parte de mí y de toda la familia, de mi esposa, que es el pilar de mi vida junto a mis hijos. ¿Piensa reencontrarse con Andy? La intención es reencontrarnos. Estuvo la posibilidad de que él mismo venga a entregármelo, pero no pudo. Por lo que pensamos juntarnos después de 37 años, ya sea en la Argentina o en Gran Bretaña. Juntarnos, ahora como amigos, no como enemigos. Sin rencores… Para nada. Nunca lo sentí, siempre lo dije y lo sostengo en forma permanente. Lo de Malvinas fue un reclamo y una causa justa. Se hizo lo que se pudo y no tengo resentimientos con los ingleses ni con mis pares, pese a tantas cosas que se hablan. EL DATO Héctor Pereyra, nacido en San Isidro, pero eligió a Gualeguaychú como su lugar hace mucho tiempo. Desarrolló la mayor parte de su carrera como militar en el regimiento de la ciudad en la que se casó y formó su familia. En 2010, con el grado de Suboficial Principal, se retiró del Ejército Argentino. ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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