POR JORGE BARROETAVEÑA
Recién arranca la campaña y ya se armó feo: ¡a los salvavidas!

Y se armó en el avispero. Y no hay distinción de colores. Y no es cuestión de nombres ni de cargos. Antes de las elecciones los cruces ya dejaron víctimas y amagan con ser feroces, En Cambiemos se están diciendo de todo. En el oficialismo ya rodó la cabeza de un ministro, otro se fue y arden provincias como Santa Fe, Tucumán y Córdoba. ¿La pandemia? Paciencia.
Por Jorge Barroetaveña Nadie puede dudar de la lealtad de Agustín Rossi al proyecto de Néstor y Cristina. Se bancó los mejores y peores momentos, desde el gobierno y desde la oposición y muchas veces le puso el cuerpo, literal, a las críticas. Pero la interna de Santa Fe, con el actual gobernador Perotti nunca se resolvió. Se juntaron para las elecciones, porque el objetivo era recuperar la provincia, pero siempre estuvieron lejos. Ahora estalló de nuevo. “Perotti se quiere llevar al peronismo del Frente de Todos y no lo vamos a permitir. Quiere hacer un peronismo a la cordobesa y no puede ser”, disparó el ahora ex Ministro de Defensa que también hizo su aporte para devaluar la autoridad presidencial. ¿Porqué? Se negó hasta abajo del agua a bajar su candidatura, a punto tal que el Presidente se vio obligado a pedirle la renuncia públicamente. “Me enteré por los medios”, azuzó Rossi que siguió con su andanada contra Perotti. Quedó descolocado claro cuando Cristina, su máxima referente, selló un acuerdo con el mandatario santafesino. Le sacaron la escalera aunque igual ratificó su candidatura, pegó el portazo y va por más. Promete ser de alquilar balcones la pelea en Santa Fe. Otro caso insólito se da en Tucumán con el enfrentamiento entre Manzur y su vice. Córdoba ya es un clásico con las peleas entre Schiaretti y los referentes K. En todos lados, fiel a su historia de operador, el Presidente intentó meter baza pero con suerte regular como se puede apreciar. Sólo pudo retener a Santiago Cafiero que se lo querían llevar para Buenos Aires. A cambio claro, cedió espacios en las listas. Sólo contabilizando los primeros 15 lugares, la vice colocó más de 10 que le responden directamente. Para Massa hubo poquito y menos aún para los sindicatos y los movimientos sociales. Si la conformación de las listas representa una demostración de poder interno, no hay dudas quién lo tiene. Si las PASO sacuden los cimientos de la coalición gobernante, Cambiemos o su nueva versión “Juntos” no se le queda atrás. Los misiles que se cruzan Manes con los referentes del PRO son un poroto al lado de los Exocet franceses. “Mentiroso” fue lo más suave que la siempre medida ‘Lilita’ Carrió le dijo al neurocirujano. Morales, el gobernador jujeño salió a defenderlo y avisó que la pelea será feroz: directamente le echó la culpa a Horacio Rodríguez Larreta. Suena gracioso el manual del buen competidor del que hablaron antes de la contienda que, en el mejor de los casos, recién arranca. Por ahora sólo se dedican a hacer un control de daños con las cosas que se están diciendo. Lo que tiene la oposición es un problema de liderazgo doble. Macri, apartado de los lugares de decisión, deja un vacío que alguien tiene que llenar. Larreta, dispuesto a asumir ese liderazgo, tiene la necesidad de imponerlo desde ahora, lo antes posible. Se juega el cuero en esta elección y lo sabe. Pero tiene muchos coroneles al lado. Si su objetivo es ser una especie de primus inter-pares le costará sangre, sudor y lágrimas. Encima, le crecieron los enanos, porque el liderazgo naciente de Facundo Manes es el pretexto ideal que le faltaba a los radicales para plantarse y aspirar a pelear la mayoría societaria de la alianza opositora. El neurocirujano tiene una gran ventaja que en política cotiza como oro: no tiene pasado. Nadie le puede reprochar nada como mal o buen administrador de la cosa pública. Igual, eso no lo salva de la zaranda pública ni del zamarreo de sus supuestos socios de bloque. En la intimidad, es algo que siempre admitió que tenía en cuenta para dar el salto a la política y una amenaza que lo atribulaba. Habrá que ver pues si resiste los embates y supera ‘el recibimiento’ que le tienen preparado. La pandemia sigue su propia dinámica, más allá de la política que a veces parece ignorarla. Si bien ha habido una baja sustancial de casos a nivel nacional y las terapias dan signos de alivio, la llegada de la cepa Delta tiene en alerta al sistema sanitario. No sólo por su nivel de contagiosidad, mucho más alto que todas las demás, sino por el escaso porcentaje de población que tiene el esquema de vacunación completo. La firma del contrato con Pfizer y la carta de Nicolini que se filtró, fue la demostración necesaria de la errónea apuesta política que hizo el gobierno en este sentido. A esta altura sólo la combinación de vacunas permitirá salvar el escándalo del incumplimiento del contrato por parte de los rusos. Alguien, en algún momento, tendrá que rendir cuentas y contar la verdad de porqué se tomaron semejantes decisiones.
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