River a la B, Cristina, Mariotto, las cenizas del volcán y los docentes
En una semana en la que la Presidenta de la Nación definió con precisión de cirujano quiénes la acompañarán en las listas, que las investigaciones a Schoklender avanzan y el escandalete del INADI alcanzó niveles ridículos, la Argentina optó por hablar de otra cosa: el descenso de River a la B Nacional.Por Jorge BarroetaveñaFue el tema de conversación de la semana. No había lugar donde conocedor o profano del fútbol no emitiera opinión. Es que la angustia que domina a millones de hinchas del fútbol no la provocó ni siquiera la última participación argentina en un mundial de fútbol. Esa mezcla extraña de pasión, violencia, política, fanatismo y amor por una camiseta, acabó por desbordar los sentimientos de gente que asiste impávida a lo que muchos consideran una 'catástrofe deportiva'. Y más.El fútbol es una pasión para los argentinos. Y ha servido para canalizar broncas y alegrías. Hace un mes apenas asistíamos a un espectáculo deportivo, la final de la Liga de Campeones en Europa, en la que el Barcelona le dio un baile de aquellos al Manchester United. En Inglaterra. No hubo patadas ni violencia, ni en la cancha ni en las tribunas, y la gente y sus propios rivales terminaron aplaudiendo a los españoles que dieron una función futbolística histórica. No hubo dramas ni muertes. En la Argentina, la posibilidad concreta que un equipo grande como River se vaya a la B, ha provocado un tembladeral político y social. ¿Tan profundas son las raíces del fútbol? Sí, son profundas pero peligrosas.La situación se ve potenciada aún más por los vasos comunicantes entre el fútbol y la política. Los hijos no reconocidos de esta relación, las barras bravas son un cáncer que el fútbol no ha podido extirpar. La imagen de una decena de energúmenos entrando a la cancha el miércoles en Córdoba y amenazando delante de millones de personas a los jugadores de River no sólo fue aterradora sino reveladora de hasta dónde llega la impunidad de esta gente. Las cámaras tomaron primeros planos de los invasores, los mostraron hasta el cansancio haciendo gestos amenazantes y la policía sólo se limitó a decirles que, si volvían por el mismo hueco que habían entrado, estaba 'todo bien'. Lo peor es que la escena fue avalada implícitamente por cientos de miles de hinchas que confunden la camiseta con la patria y resumen éxitos y fracasos de su propia vida con una camiseta de fútbol.En este punto, los medios de comunicación tienen una responsabilidad que no pueden eludir. Con títulos catástrofe e inscribiendo lo que sucede como un verdadero drama, revuelven las tripas de los hinchas y no hacen más que profundizar su enojo y angustia. Los mensajes de aquellos que están delante de un micrófono deben ser medidos, tratando de no echarle nafta al incendio. Las primeras horas después de la derrota en Córdoba muchos periodistas deportivos lucieron exaltados y fuera de sí. Uno llegó a dar la lista completa con nombre y apellido de los integrantes de la Comisión Directiva de River. En la Argentina, emitir ciertos mensajes, en una sociedad revuelta y peligrosa donde los límites siempre están difusos, es extremadamente peligroso. Se abren puertas que no se sabe adónde pueden llevar. Satisfactoriamente, en las últimas horas, la mayoría intentó ponerle paños fríos a la novela y pudo percibirse cierta distensión en las opiniones. Si River se va a la B no será más que un 'drama deportivo'. Como institución grande volverá a la Primera División, se recuperará de sus problemas económicos y, lo más importante, ninguno de sus hinchas querrá menos a su club por tener que militar por un tiempo en otra categoría. Y el elegido fue Gabriel Mariotto. El titular de la nueva AFSCA (Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual) fue ungido para acompañar a Daniel Scioli en la vicegobernación de la Provincia de Buenos Aires. Mariotto, hombre clave en la batalla cultural que el kirchnerismo dio con la Ley de Medios, fue escalando posiciones hasta convertirse en alguien de extrema confianza para la Presidenta de la Nación. Claro es que nunca fue el elegido de Daniel Scioli. El bonaerense intentó imponer vanamente a su Ministra Cristina Alvarez Rodríguez o, en última instancia a José Pampuro. Pero su tarea final sólo se limitó a ver cómo pasaba el tiempo y la Presidenta tomaba la decisión fundmental en la soledad de la residencia de Olivos. Esta vez, casi como nunca, desde la Rosada (u Olivos según el caso) se digitó hasta el último candidato al Congreso Nacional, con especial énfasis en la siempre compleja Provincia de Buenos Aires. Encuestas en mano y tejiendo una fina trama de alianzas, Cristina Kirchner parece haber optado por cerrar el círculo aún más, buscando profundizar las raíces del kirchnerismo en el peronismo. Moyano, otro convidado de piedra, también sintió en las últimas horas la condena a la ausencia eterna de las cuestiones más importantes del poder y ha visto cómo sus pedidos de más cargos para la CGT y su gente, se desvanecían entre los pliegues del poder real. Ni el camionero ni Hebe de Bonafini estuvieron durante la semana, cuando la Presidenta confirmó que irá por su reelección. Esa tarde la lista de invitados fue seleccionada puntillosamente, tratando de cuidar la imagen presidencial, alejándola de riesgos innecesarios y presencias incómodas.La notable presencia presidencial en estas cuestiones, caras al futuro del oficialismo, fue ausencia notoria en el desastre ecológico que desde hace semanas azota poblaciones de la Patagonia. Bariloche y Villa La Angostura, los lugares más afectados, cuentan por millones las pérdidas del impacto económico de las cenizas del volcán Puyehue. Igual que en el conflicto docente que desde hace 60 días tiene sin clases a los chicos de Santa Cruz. En estas cuestiones, el poder no está en juego, pero si el futuro de la gente. No de los dirigentes.
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