Se acabó la fiesta, queremos saber quiénes la van a pagar
El país conmovido por lo de Tomás. Como antes se conmovió por Candela. Pero todo termina en eso. En la lucha que emprende la familia y amigos y se diluye en el resto de la sociedad. En el fondo parece importarnos más el bolsillo que el sentimiento. Cruel conclusión, pero real. Por Jorge Barroetaveña¿Qué pasa por la cabeza de alguien que es capaz de cometer semejante atrocidad? Tiene corazón, tiene alma, tiene conciencia? Seguramente todos tendremos la misma respuesta, lo mismo que el final que todos intuímos. Hoy es Tomás, ayer fue Candela y mañana quién sabe cuál será el nombre de la víctima.Lo peor es que la sociedad parece anestesiada. Se conmueve al principio, pero luego la invade la indiferencia como si la realidad le pasara por el costado. Apostamos algo: el recorte de los subsidios que dispuso el gobierno nacional perdurará mucho más tiempo que este caso o cualquier otro. ¿Sabe porqué? Fácil, porque el bolsillo está de por medio.Es que el festival de subsidios que desde hace años vive la Argentina en algún momento tenía que terminar. En los últimos dos años, el manejo férreo del kirchnerismo de la caja desapareció y el gasto público empezó a crecer. Si bien la aceleración de la economía, con inflación del 25% anual favoreció esta estrategia no hay crecimiento que aguante ni tesoro que lo soporte.La Argentina tiene una masa de subsidios, afirman algunos analistas, superior a los 70.000 millones de pesos. Y la fiesta en algún momento tenía que acabar.En dosis homeopáticas, los Ministros De Vido y Boudou vienen anunciando los recortes, para mitigar el impacto. La lógica política del kirchnerismo es la correcta: esperaron después de las elecciones para avanzar en los anuncios y hacerlo ahora, que la Presidenta está en la más alta consideración popular, no debería causar demasiado impacto negativo.Es más, los subsidios serían eliminados primero para los sectores de población de más alto poder adquisitivo, aunque no está claro que pasará en el interior del país, porque la Argentina no se termina en Capital Federal y el Gran Buenos Aires.La decisión de avanzar la tomó la propia Presidenta que tampoco se privó de tirarle por la cabeza a su amigo Daniel Scioli la administración de Edelap y a Mauricio Macri los subtes y el Premetro. Técnicamente lo que está haciendo el gobierno es un ajuste, esa palabrita que tanto le desagrada al oficialismo.Por ahora, el tijeretazo, no debería impactar en grandes sectores de población, aunque las cuentas pendientes son muchas. ¿Qué pasará con la tarifa del gas en verano, cuando desaparezca esa leyenda de las boletas que dice 'boleta subsidiada por el gobierno nacional"? ¿Qué sucederá con el transporte en los grandes centros urbanos? ¿Qué pasará con el agua potable? ¿Qué pasará con la luz, justo en las narices del verano? Las necesidad de caja quedaron expuestas con las sucesivas medidas, pero el colchón de votos que obtuvo Cristina Kirchner debería dejarla a salvo de cualquier contingencia.Aerolíneas Argentina se convirtió en el campo de batalla que más resistencia le ofrece el sindicalismo histórico a los avances de La Cámpora, la agrupación que fundó Máximo Kirchner y hoy se ha convertido en una máquina de conseguir poder. Cirielli, el piloto que encabeza el gremio APTA, fue, paradójicamente, funcionario de Néstor Kirchner. De fluídos contactos con Moyano consiguió que la CGT respaldara su lucha y llevara las disputas en Aerolíneas al terreno de la política. La Presidenta ya no sabe en qué idioma decirlo. La época de las apretadas pasó y cada vez que ve un paro o un corte de ruta se le ponen los pelos de punta. Moyano es la quinta esencia de esa metodología, por eso la inquina. Y algo de lo que pasó en los últimos días en Aerolíneas tiene que ver con eso. Con una rareza porque Recalde, el titular de la empresa, es el hijo del principal asesor del camionero en materia de políticas laborales, el actual legislador nacional Héctor Recalde. La mescolanza es infinita, tanto como el entuerto entre el gobierno y los sindicatos que siguen reclamando por la actualización del Impuesto a las Ganancias.Pero nada parece aventurar cimbronazos en el horizonte oficial. Ahora llegan los meses del verano, la gente se va de vacaciones y los temas económicos y políticos pasan a segundo plano. Tanto que la Presidenta coquetea con quienes formarán parte de su nuevo gabinete a partir del 10 de diciembre.Nombres sobran aunque serán pocos los que queden después de la zaranda. En el gobierno crece la sensación que el próximo ministro de economía será un fusible. Deberá 'comerse' el ajuste por arriba y por abajo y pagar los platos rotos de los cuestionamientos y el malestar social que pueda sobrevenir.Pero como el optimismo oficial (y si de levantar el ánimo se trata está el INDEC) todo lo puede, la catarata de votos en las urnas debería actuar como un blindaje seguro. Aunque la Presidenta de la Nación aprendió que no hay que subestimar ninguna medida. En marzo del 2008 una publicación perdida en el Boletín Oficial le causó un terremoto que pagó caro en las elecciones del 2009.Se recuperó y sabe que la economía es lo que importa, más allá de la política. Pese a la crisis internacional, la Argentina tiene buenas perspectivas en los mercados internacionales. América Latina en su conjunto en realidad. Por eso, las oportunidades siguen al alcance de la mano, más allá de los problemas de la coyuntura. La Presidenta se asoma a su segundo mandato tomando decisiones dolorosas. Habrá que ver hasta dónde está dispuesta a llevar el bisturí.
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