Se fue Alberto Gollán, el último caudillo de la televisión

El lunes pasado fue amargo, la familia anunciaba que había fallecido Alberto Casiano Gollán. Líder indiscutido de uno de los emporios comunicacionales más grandes del interior del país, Gollán se iba a los 96 años, dejando un legado extremadamente difícil de equiparar por más que pase el tiempo. Eduardo Gurovici*Opinión Así, con la llegada de los primeros aparatos de TV y en directa competencia con Pedro Simoncini, presidente del Directorio de Rader S.A. de Radiodifusión - Canal 5 TV, Rosario-, Alberto Casiano daba inicio a lo que reflejaría por décadas, el pulso de una ciudad como Rosario y la región, incluyendo a la provincia de Entre Ríos, donde su señal era captada hasta en Gualeguaychú con las viejas antenas de aire.Presidente del directorio de Televisión Litoral, conformado por canal 3, LT2, FM VIDA y Radio Cataratas de Iguazú e integrado por célebres personalidades rosarinas, a los cuales sobrepasó con su inteligencia y jamás les dejó asomar la cabeza, ostentaba un unicato que mantuvo exactamente hasta casi la fecha del aniversario del día de la Televisión, que casualidad o elección, decidió partir.Aristocrático, sigiloso, especulador, manipulador, calculador, querido por tantos y odiado por muchos, se mantuvo incolumne cuando en el '93, VCC, Canal 13, Vila, Manzano y toda esa runfla, dieron comienzo a la compra indiscriminada de cada cable, canal de TV o radio que se cruzara en su camino, no por la calidad, sino porque cada abonado o televidente valía en billetes lo que pesaba. Aún así, Don Alberto no pudo ante la presión societaria de Galavisión (sistema de TV por cable), y la diferencia fue sustanciosa.Sin delitos ni omisiones, con pecados y errores groseros, tal vez impulsado a querer adelantar una democracia que venía pidiendo paso a gritos; con desaciertos, pero cargado hasta el quebranto de condecoraciones, méritos y aciertos, expresaba lo que sentía sólo a través de sus acciones. Superando ampliamente la capacidad forjadora de Goar Mestre, Gollán dejaba en su camino la amelga que sólo abre la impronta de un temple semejante.Fácil de convencer a la hora de decidir, si eras su regalón; y capaz de enfrentar a la verdad absoluta con una necedad y terquedad tajante, si tu talante no era de su gusto, AG se levantó un día y dijo: "nos vamos de calle Dorrego", para que al unísono se escuchara, ¿¡adónde!? "A la planta", respondió.Ese traslado era otra de las locuras del "viejo" y de su amigo fiel Gurovici (mi padre), mudanza que todos acataron y ponderaron una vez reinstalados. Así Gollán terminó de transformar ese emporio en un paraíso mediático que ostentaba con cada visitante, sin que se le notase un atisbo de vanidad.Claro a la hora de la solidaridad y concreto en el momento de dar luz verde, sobre todo por lo bondadoso a la hora de regalar e implacable a la hora de quitar, ya que hubo quienes creyeron, por apego u otro sentido, que el lugar de trabajo les pertenecía, cuando en verdad el dueño era Gollán.Alberto me dijo un día: "tengo esto para vos, si es lo que querés hacer", y me regaló una radio en Iguazú. Y allí terminé de amarlo, era para mí un montón de cosas, porque sin duda también tuvo el consejo atinado cuando por ahí, mi viejo no lo tenía, o tal vez porque no se lo podía dar a Albertito, su hijo varón.Tal vez no supe aprovechar las oportunidades que me dio o no las capitalicé como él hubiese querido, y me duele haber estado a su lado desde muy chiquito sin haber aprendido como correspondía. Pero bueno, tal vez me descansé en su consentimiento.Estoy convencido que se despidió de mí, comimos las perdices que le gustaban y que yo cazaba. Lo escuché recordar con lágrimas a papá diciéndome que era su amigo, sobre todo cuando se llevó una foto de los dos que le regalé. Y al final, me invitó a manejar su Jaguar, cosa que no llegué a hacer.Chau Alberto, el legado quedará intacto. *Periodista. Director de LT41- AM660- Gualeguaychú
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