POR JORGE BARROETAVEÑA
Se va la vida, los gobiernos pasan: ¿y si nos la hacen más fácil?
Para hablar de lo que pasará mañana hay dos alternativas. Están los que dicen que 'se dirime el futuro' y los que creen que el lunes a las seis de la mañana, la inmensa mayoría de los argentinos se levantará como todas las mañanas para ir a trabajar. ¿Les cambiará la vida el resultado de mañana? Mal que no pese es probable que no, o muy poco.
Por Jorge Barroetaveña Aclarado esto, como para restarle dramatismo cada vez que vamos a votar, es obvio que tampoco se trata de una elección más. Es de mitad de mandato, sí. Se renueva parte del Congreso, sí. ¿Pero porqué hay que prestarle atención al resultado? Venimos de dos hechos inéditos para la historia argentina: una pandemia que se llevó puesto el mundo, con nosotros incluidos y un experimento político que alumbró en 2019 y se ignora el final que tendrá. Lo primero no lo podíamos evitar, sólo administrarlo de la mejor manera posible. Tampoco acá, como es habitual, hay medias tintas. El gobierno dice que evitó una catástrofe priorizando la salud. La oposición que se equivocaron en la cuarentena y en los dolorosos 115.000 muertos. Es un tema demasiado delicado para banalizarlo desde la política partidaria. El verdadero experimento al que asistimos es político, con final abierto. Es probable entonces que mañana empiece a vislumbrarse cuál será su futuro y por extensión el de buena parte de los que estamos en este barco. Hace dos años, en una jugada brillante, Cristina dio un paso al costado. Sabedora que ella sola no podía ganar la elección, dejó de lado la tirria, y lo llamó a Alberto. El hombre, que desde que se fue del gobierno se la pasó despotricando contra ella, metió violín en bolsa y asistió impávido al ofrecimiento. No tuvo muchas alternativas. La movida fue óptima. Fernández no sólo atrajo a los sectores peronistas reacios a la actual vice, sino que abrió la puerta para un voto castigo al gobierno de Cambiemos. La primera vuelta fue arrasadora y resolvió todo. Con un detalle: siempre estuvo claro que el aporte mayoritario del capital político era de ella. Y que ella lo había elegido a él. Pero lo importante en ese momento era ganar, volver al poder y de ahí avanzar en la reconstrucción. Llegó la pandemia y trastocó todos los planes, o los retrasó quizás. La peste alteró la gestión, la hizo cambiar de objetivos y de a poco las diferencias fueron quedando expuestas. Se comprobó que el ‘loteo’ original de la administración derivó en parálisis y en los ‘funcionarios que no funcionan’. Eso más los errores insólitos de un Presidente desorientado. La economía acabó por derrumbarse con la cuarentena y el 12 de septiembre apareció la factura. Parece una eternidad pero fue apenas hace dos meses. Los castigados del 2019 renacieron de entre las cenizas y los que llegaron para solucionar los problemas quedaron en la picota, justamente por no hacerlo. El contexto da para el espanto. Inflación de 3,5% en el último mes, dólar por encima de los 200 pesos y un acuerdo con el Fondo que se estira como un chicle. Si le sumamos inestabilidad política tenemos el combo completo. El oficialismo se abraza a la ‘recuperación económica’ que afirma ya se vislumbra en algunos sectores. Hacen acordar a los ‘brotes verdes’ de Macri. La oposición se relame pensando en quedarse con la mayoría en las Cámaras Legislativas y pegar el zarpazo para quedarse al menos, con la Presidencia de Massa. Y por ahí andan sueltos los egos de cara al 2023. Los radicales excitados por Manes y Lousteau ya se pintan la cara para enfrentarse al PRO que se sacude con su propia interna y la omnipresencia de Macri como ex presidente. Hace unos años, un politólogo norteamericano preguntó qué hacer con los ex presidentes que quieren volver. “Mandarlos de viaje”, le contestaron. En el norte la tienen clara. Dos períodos y a tu casa. Viajes, fundaciones y charlas. Y chau picho. En Argentina todos quieren volver, nadie se quiere ir del todo. Pero esa será una interna que deberán dirimir los opositores. El argentino que irá a votar mañana lo hará con una carga adicional de preocupación y angustia. Nadie duda que la democracia es el mejor sistema de todos. Nadie en su sano juicio quiere renunciar a la libertad de elegir. Pero llegó la hora que el sistema que elegimos los argentinos empiece a dar respuestas. Empiece a darnos un horizonte de vida que al menos, nos garantice la esperanza. No ya para nuestra generación, sino para los que vienen detrás nuestro y se plantean hacer su vida más allá de la Argentina. Ya es hora muchachos que acierten una, aunque más no sea por error. Si seguimos pifiando, no me atrevería a imaginar lo que viene. Quedarán dos años por delante de un gobierno condicionado. Que terminará y será reemplazado por otro. Nada raro, sino fuera porque a la gente se le pasa la vida esperando que alguna vez, se la hagan más fácil. Tan sencillo como eso.
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