UNA VIDA DE AVENTURA
Sebastián Riolfo, el gualeguaychuense que encontró su pasión en el montañismo

Entrenamiento, experiencia y espíritu. La montaña no es para cualquiera, pero este joven de nuestra ciudad va camino a hacer de su pasión, una profesión.
Tras pasar por distintas carreras y trabajos, Sebastián Riolfo encontró su pasión en el montañismo: una actividad que conjuga el trekking con amplios conocimientos de la naturaleza, preparación física, fortaleza mental y espíritu aventurero. Hoy, con 27 años y a un mes de haber alcanzado la cima del cerro El Plata (a casi 6.000 metros de altura), el joven gualeguaychuense se encuentra enfocado en finalizar sus estudios para titularse como guía de montaña. En diálogo con Ahora ElDía, compartió su historia con la pasión que lo llevó a elegir una vida de cumbres desafiantes y naturaleza plena.
Su interés por la montaña surgió en la infancia, en los años que pasó en la Patagonia, cuando el snowboard y la nieve le causaron fascinación. Pero no fue hasta después de la pandemia que descubrió el montañismo de la mano del trekking. Estando de vacaciones en el Sur, se animó a hacer la conexión entre los refugios Frey y Jakob, un recorrido de aproximadamente 6 horas en medio de las montañas de Bariloche. La experiencia fue un antes y un después: “Cuando llego hasta el filo donde se ve el refugio Jakob, veo la laguna, veo el refugio rojo y se me vuela la cabeza. Me emocioné tanto que me largué a llorar, y ahí descubrí que lo que yo quería hacer era eso. Empecé a buscar y buscar hasta que me enteré que existía la carrera de guía de montaña, y me metí en eso”, recordó.
“La carrera de guía engloba todo lo necesario para llevar clientes a la montaña de forma segura”, explicó Sebastián, y señaló los distintos aspectos que integran sus estudios: “Tenés materias claramente de entrenamiento; tenés orientación, cómo armar una carta topográfica del lugar; tenés las herramientas necesarias para poder interpretar un terreno. Geología. Rescate. Un poco de escalada. Te enseñan absolutamente todo”.

También contó que algunas de sus prácticas y exámenes implican salidas a la montaña. “¿Cuántas personas tienen un aula en la montaña? Eso es increíble, es una de las cosas que más me gusta”, expresó. “Al momento de anotarme en esta carrera, estaba buscando un trabajo que me diera los recursos para poder irme de vacaciones, y ahora encontré el trabajo que me va a dar los recursos para trabajar de lo que me gusta. Transformé mis vacaciones en un trabajo, que actualmente es un estudio, pero más adelante va a ser un trabajo. Creo que encontré el punto exacto para mí, y estoy muy feliz con eso”, manifestó.
Esta formación completa tiene que ver con los múltiples aspectos que vuelven al montañismo una actividad desafiante. Además del intenso acondicionamiento físico y lo crucial de conocer cómo “responde” el cuerpo en la montaña, Sebastián destacó la importancia de la preparación mental: “Tenemos que asumir que nos estamos involucrando con la naturaleza. A veces te dice que no podés seguir, entendés que es muy peligroso y tomás la decisión de volver a tu casa. Una frase que me dijeron y me gustó mucho es que ‘la cumbre no es en la cima sino en tu casa’. Tenés que ir a buscar el objetivo, pero una vez que llegás a la cumbre tenés que seguir teniendo cuidado porque la mayor cantidad de accidentes ocurren en la bajada; entonces, justamente, es no bajar rápido, no desesperarse, seguir teniendo las mismas precauciones que estabas teniendo al momento de ascender”.
A la fecha, su mayor desafío ha sido el ascenso a El Plata, el pico más alto del cordón montañoso homónimo ubicado en la provincia de Mendoza: “Fue duro, pero se logró. Cuando llegamos a los 5.000 metros, el agua ya se nos había congelado, no la podíamos tomar; yo me había llevado un termito con café para tomar más arriba porque sabía que iba a hacer mucho frío”, contó. Y agregó: “La aventura fue increíble. Tuve la suerte de haber estado aclimatado antes por (el cerro) Penitentes. En Veguitas superior hicimos campamento. Teníamos a los guanacos pastando alrededor de la carpa. Los lugares fueron increíbles. Apareció un francés haciendo paracaidismo que aterrizó al lado de nuestra carpa, se quedó tomando mate con nosotros. Es increíble, te podés encontrar con un montón de personas”.

Más allá de esta experiencia en particular, Sebastián destacó el intercambio entre culturas que muy a menudo se da entre montañistas que vienen a la Argentina desde todas partes del mundo, así como también la solidaridad que aflora en dichas circunstancias: “La montaña te lleva a una camaradería, a una ayuda general en el grupo. No podés dejar a alguien, todo el tiempo tenemos que estar ayudándonos porque estamos muy expuestos”, comentó. Pero además de los lazos que se tejen y de la satisfacción de lograr cada hazaña, para el joven la montaña regala también otra clase de disfrute y crecimiento personal:
“Me encanta estar en contacto con la naturaleza, me encanta entender muchas cosas geológicas del lugar y los animales que podés llegar a tener cerca. Cuando estuve en Penitentes nos voló un cóndor muy cerca, no quiero exagerar, pero si te digo 5 o 6 metros podría llegar a ser; le vi el ojo al cóndor a esa cercanía, son animales gigantes, tuve la suerte de esa. La Pacha de cierta manera te gratifica, te comparte lo que ella tiene si nosotros la cuidamos y para eso tenemos que tener un montón de recaudos”. Y agregó: “Me parece muy lindo el entender que antes las personas vivían de esta manera; ahora yo tengo una carpa, tengo buena ropa ‘técnica’, pero antes la gente andaba con cueros, con cosas muy precarias y vivían de esta misma manera, y me lleva a sentir que se puede vivir igual en la naturaleza. Es difícil, es muy difícil, por eso me estoy instruyendo, para poder llevar a la gente de forma segura a la montaña”.

El camino de este joven montañista continúa, y nuevos desafíos aparecerán de la mano de sus constantes aprendizajes. “Ahora con lo que me quiero involucrar mucho más es con la escalada en hielo, porque hay ciertas montañas, ciertas cumbres, en las que necesitás hacer ‘tránsito glaciar’, tenés que escalar en hielo para llegar a la cumbre, porque está congelada y es muy vertical”, contó. Y adelantó: “Me encantaría llegar a hacer acá algunas cumbres, del lado chileno hay muchas que se pueden hacer. Pero bueno, también necesito encontrar un compañero que me acompañe con esto, y tiene que ser un compañero al que le confiás la vida, es el que te va a estar cuidando si te caes, si pasa algún accidente, si te lastimas, y para eso hay que tener una amistad muy sólida”.