Slow Food, la lucha de Roma que se transformó en movimiento global

Chiara Davico, de la Oficina de América latina y el Caribe de Slow Food, explica que "el Arca del Gusto es la base en el sentido de que se reconocen los productos amenazados, que hay que salvaguardar, y se los describe desde un punto de vista que no es agronómico. Y luego en el Baluarte (comunidades de pequeños productores que preservan productos tradicionales, saberes antiguos y territorios) se trabaja, acompaña y asesora a las comunidades productoras para que sigan con eso".En la Argentina hay actualmente 4 Baluartes Slow Food: Papas andinas de la Quebrada de Humahuaca, Yacón, Frutos silvestres del Gran Chaco y Queso de cabra de Tucumán. Sin embrago, Chiara, que estuvo recorriendo nuestro país durante algunos días, se entusiasma: "Ahora seguramente los Baluartes aumentarán porque trabajaremos en la zona que visité, en Santa Victoria Este, en Salta, cerca de la Triple frontera, con Bolivia y Paraguay, donde hay pueblos originarios wichi. Tienen frutos del monte y producción de miel, en realidad recolección de miel, la recolectan desde adentro de los árboles. ¡Es una maravilla!", relata la joven de 34 años que estudió Ciencia Política, Relaciones Internacionales y Cooperación para el Desarrollo e hizo una Maestría en Flacso Argentina en Políticas Públicas de Género. Después de los dinosauriosDentro de las publicaciones que realiza la organización, hay una en la que hablan de la "Sexta Extinción".Allí se explica que las especies animales y vegetales, así como los hongos, los microbios y las bacterias, están desapareciendo a un ritmo impresionante jamás registrado en la historia del planeta: 27.000 especies cada año, o lo que es lo mismo, tres cada hora."Cada año destruimos 10 millones de hectáreas de selvas tropicales (en Borneo, en la Amazonia, en África) para ceder el paso a cultivaciones de palmas de aceite y campos de soja. Los manglares y las barreras de coral, hábitat de numerosas especies y protección fundamental para los litorales, se han visto reducidos en un 35% y un 20% respectivamente", cita el trabajo. Chiara Davico, de la Oficina de América latina y el Caribe de Slow Food, y Raquel Arévalo, miembro fundadora de la comunidad FloreSer Río Luján-Cardales de Slow Food Argentina
Más adelante se cuenta que en 2007 las abejas melíferas -polinizadoras de gran parte de los vegetales que comemos- comenzaron a morir en masa. En Europa la mortalidad se situó en torno al 20%, mientras que en Estados Unidos en el invierno de 2013/2014, superó el 40%.Un estudio realizado en 2011 por investigadores de la Universidad de Exeter ha previsto la desaparición de una especie de cada 10 antes de finales de siglo: se ha desencadenado lo que denominamos sexta extinción masiva, según describen en Slow Food.Con la quinta extinción, hace 65 millones de años, se extinguieron los dinosaurios. Pero existe una diferencia sustancial entre la extinción presente y las del pasado: el responsable de esta crisis ecológica global es el hombre. En 70 años hemos destruido tres cuartos de la agrobiodiversidad que los campesinos habían seleccionado en los 10.000 años precedentes. Cómo se rompió el equilibrioSegún la publicación, el equilibrio se rompió cuando empezamos a "administrar las granjas como industrias" porque la industria no tolera los tiempos de la naturaleza, no conoce ni las estaciones ni la paciencia. Debe producir siempre, mucho, velozmente y de la forma más eficiente posible. Debe producir en serie."La agricultura industrial nació en Estados Unidos, después de la Segunda Guerra Mundial para reconvertir la industria bélica. El nitrato de amonio, principal componente de los explosivos, era de hecho también una excelente materia prima para producir fertilizantes. Anteriormente, los terrenos se enriquecían gracias a la rotación con las legumbres (alubias, habas, guisantes) y al estiércol de los animales. Pero a partir de aquel momento empezamos a comprar fertilizantes, pesticidas, herbicidas, carburantes para las máquinas... Comenzamos a alimentarnos de petróleo", se señala.Y luego se agrega: "Unas pocas multinacionales tomaron el control de nuestros alimentos, patentando semihíbridos, fertilizantes, pesticidas y herbicidas e impusieron sus reglas al mercado. Las tres primeras (Monsanto, DuPont Pioneer y Syngenta) controlan hoy el 53% del mercado global de semillas, y las primeras 10, el 76%. El círculo se cerró con las semillas genéticamente modificadas, etapa extrema de este proceso. De los 1,7 millones de hectáreas cultivadas con OGM (organismos genéticamente modificados) en 1996, se pasó a 175,2 millones de hectáreas en 2013".Uno de los lemas centrales de Slow Food es promover una alimentación buena, limpia y justa para todos.¿Cuán sustentable es un modelo como ese en un país como la Argentina, cuyo modelo económico está basado en la exportación de soja y sus derivados?, preguntó El Día a Davico. "Mueve la economía del país, pero hay que ver dónde termina ese dinero, si está en manos de poca gente o es una riqueza que luego va a ser compartida. Por lo general los agronegocios lo que hacen es quedarse en manos de pocos. No me parece que las grandes ganancias lleguen mucho a los pequeños productores. Lo que promovemos son experimentos de pequeñas economías locales que intentan rescatar sobre todo su identidad y autoestima, porque muchas veces esas comunidades son las primeras que no se dan cuenta de lo que tienen", responde.Entonces, ¿la idea es que este tipo de cultura conviva con el modelo actual? "No -dice tajante Chiara-. Estamos contra los transgénicos porque de por sí destruyen la biodiversidad agroalimentaria que es lo que intentamos proteger. Tampoco respetan el tema de limpio. Los suelos están envenenados por el discurso de las empresas que tienen el monopolio de las semillas y los químicos para que la semilla resista".A su lado, Raquel Arévalo, miembro fundadora de la comunidad FloreSer Río Luján-Cardales de Slow Food Argentina, agrega: "La mayoría de las exportaciones argentinas de soja va a China y no es para la producción de alimentos. Como humanidad nos tendríamos que preguntar si es más importante utilizar la tierra para producir alimentos para animales o biodiesel o para que coman las personas"Raquel comenta que el año pasado participó del congreso que Slow Food hizo en China. "Allí, Carlo Petrini -fundador y presidente de Slow Food- se reunió con 400 alcaldes de ciudades chinas que comentaron que están volviendo a la agricultura tradicional, aprovechando la tecnología, el celular y todo, pero volviendo a la agricultura tradicional y que ellos tratarían de que la gente de sus pueblos volviera al campo para trabajarlo como se hacía originariamente. Me pregunto si en China, donde gobierna un sistema autoritario, las autoridades deciden elegir otro camino, ¿a quién le vamos a vender nuestra soja contaminada? Estamos hablando de un país que ya generó mucha contaminación y que está empezando a elegir otro modelo. Este modelo de agroindustria que parece tan fuerte, fue cuestionado hace unas semanas hasta por el propio Grobocopatel (Gustavo), "el rey de la soja" que dijo: "Tenemos que volver a aprender a sembrar". ¿Y la seguridad alimentaria?Uno de los argumentos de los defensores del modelo agroindustrial es que lo que está en juego es la seguridad alimentaria del mundo. Se dice que sin los avances tecnológicos y las mejoras genéticas no se podrían alimentar hoy a los millones de personas que se alimentan en el mundo. ¿Qué piensan al respecto?"Hay una parte de la gente que se puede alimentar bien, pero hay otra que no sé cuál es el alimento que le estamos dando", responde Chiara Davico.Raquel Arévalo explica que "pasan varias cosas". Por ejemplo, asegura que "hoy se producen alimentos para toda la población mundial y más, pero el problema es que hay una mala distribución de los alimentos que tiene que ver con la sustentabilidad y que eso es un problema complejo"."Tiene que ver también con que los países desarrollados tienen altas tasas de obesidad y tiran cualquier cantidad de comida y consumen de todo, tienen disponibilidad de alimentos todo el tiempo lo cual genera problemas como la huella de carbono. ¿Qué pasa en los países que están produciendo una palta para que comas fuera de estación en Dinamarca? Hace poco hubo una campaña para que no compren paltas de Chile porque los productores de palta chilenos que las venden a Dinamarca les han sacado el agua a los pueblos de alrededor para regarlas. Hay un tema ético también sobre qué es lo que comemos, cuándo lo hacemos y cuál es el uso de recursos que hacemos los que podemos hacerlo a costa de los que no pueden.""Raca", como la llaman sus conocidos, hace un mea culpa. "Está claramente comprobado que estos modelos extractivistas -como la minería-, que hacen lo suyo y no tienen en cuenta qué pasa alrededor... Este es un modelo que en su momento se creyó que era interesante, todos creímos que era interesante y salvaría la vida, pero pasaron 30 años y la verdad es que quedó claro que no es así. No sólo arruina la biodiversidad, que sabemos que es un tema que impacta a toda la humanidad, sino que tiene costos altísimos de salud y daños importantes en el agua, el suelo, etc. Tomamos un camino como humanidad que parecía bárbaro y nos equivocamos. El modelo agroindustrial mira lo que pasa dentro de lo que ellos hacen y todo lo demás son externalidades. Que haya 12 millones de personas afectadas de salud en la Argentina, que es un país de 44 millones de habitantes, ¿es algo que te hace seguir el modelo? El modelo industrial tiene un problema ético. Si pensabas que había gente que se enfermaba era una cosa, pero si sabés que hay gente que se enferma, es otra bien diferente", dice enérgica.Raquel insiste en que hoy "vas a cualquier pueblo de la patria sojera, o donde se cultiva tabaco, algodón, yerba, y la gente está enferma en proporciones muy alarmantes. ¿Qué pasa? Es gente chiquita, en pueblos chiquitos, que no tienen voz, que gritan a más no poder pero nadie los escucha. Este modelo claramente se cae por una cuestión moral".¿Cuáles son los planes de Slow Food en la Argentina a mediano plazo? "Primero fortalecernos. Hay un núcleo más fuerte en la Capital, algunas experiencias en el Sur, sobre todo con pescadores, y al Norte, con comunidades indígenas, en Tucumán con el queso, y en Misiones. Pero queremos organizarnos de manera tal de mejorar la relación con el interior", dice Chiara que aprovecha para contar que están desarrollando algunos programas a nivel de Cono Sur teniendo en cuenta algunas de las problemáticas comunes.Quizá haciendo honor a su nombre, lento -pero seguro-, la cultura Slow avanza también por esta parte del mundo. Parte de las actividades que se realizaron el año pasado en el Congreso de Slow Food, en China
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