Sobre la localización de los tribunales y el planeamiento
La falta de planificación urbana, social y económica se ha adueñado de nuestra ciudad en la última década. Este estado de cosas se agudiza a pasos agigantados. En este contexto corresponde evitar apresuramientos y poner todas las energías en el planeamiento, a traves de actividades como el reciente seminario de márqueting ciudadano.Por Darío CarrazzaOpiniónContrariamente, acciones como la localización de los tribunales en la terminal vieja, llevadas adelante aun despecho las objeciones técnicas puestas de relieve por profesionales -y colegios profesionales- vinculados al urbanismo, constituyen una contradicción en el proceder del estado, que por una lado convoca -saludablemente- a la ciudadanía a manifestarse y por el otro quiere tomar decisiones sin consideración de lo que esa ciudadanía va a manifestar.Claro que puede parecer antipático decir estas cosas, sabedores como somos de la comprometida situación edilicia del poder judicial local. Pero tenemos que participar y el primer paso de la participación es formarse una opinión. El siguiente es el de emitirla.
El propio gobierno necesita de esta ayuda indispensable que le deben proporcionar los ciudadanos: La opinión pública.Esto aclarado, insisto en que no tenemos que permitir que la urgencia se alce con la planificación. Siempre hay maneras de obtener paliativos para lo inmediato -como los alquileres, por ejemplo-. Pero si corremos permanentemente tras lo urgente complicaremos nuestra situación como ciudad. De alguna manera eso es el subdesarrollo, subordinar los planes a las urgencias. Si actuamos de ese modo quedaremos como los navegantes que no tienen rumbo: Todos los vientos siempre nos serán desfavorables.Esto estamos empezando a verlo. Nuestra ciudad crece con muy poco criterio y a veces sin nada de él. En los últimos dos años se han generado múltiples asentamientos que son ya pequeños ghetos, donde no hay un esquema de ingreso serio de un patrullero, ni el remis, ni el correo, ni siquiera una ambulancia.
¿Qué ciudadanía estamos generando? ¿Cómo afectará esa vivencia a los habitantes de esos lugares? ¿Cómo a los demás vecinos de las cercanías? ¿Qué ocurrirá con el valor de esas viviendas adquiridas y construidas con apego a la ley y el sacrificio de toda una vida? ¿Cómo impacta -o está impactando- el fenómeno del asentamiento sobre los criterios de seguridad que rigieron durante décadas en nuestro medio?Una planificación seria y comprometida es el único camino. Siempre lo tuvimos, sólo debemos retomarlo. Bueno es recordar que nuestra ciudad nació con un movimiento urbanístico estragégico de planificación en 1783. Tomás de Rocamora convenció a sus pobladores para mudarse a un lugar más alto y más cercano al río, distante del asiento primigenio a nada menos que ¡Una legua de distancia hacia el norte! Con el criterio de la emergencia una cosa así no se habría hecho jamás. Rocamora se habría limitado a hacer una nueva casa capitular y una capilla en pleno estero. Máxime cuando él no era de aquí y no viviría en la ciudad.Rocamora nos legó también una cuadrícula perfecta, con calles orientadas de norte a sur y de este a oeste, que nuestros antepasados abonaron y ampliaron durante años con la construcción de bulevares en lo que era pleno campo, como el Daneri o el Martínez. Cuántas décadas atrás se establecieron el aeropuerto, la calle Urquiza al Oeste, como verdaderos vectores de desarrollo. Sin embargo, en pleno siglo veintiuno, mediante ordenanzas de excepción, hemos construido barrios cuyas calles corren en cualquier sentido, con el criterio de la urgencia.Tenemos que entender que una gestión municipal dura cuatro años, pero la vida de una ciudad se mide por centenares y aun por miles de años. De tal manera tenemos que elevar el pensamiento para que esté a la altura de tales dimensiones temporales.Aclaro desde ya que vierto estas opiniones como ciudadano, más que como militante político o miembro del foro local. No existe en mi pensamiento el más mínimo ánimo de entorpecimiento -ni deslucimiento- de las gestiones que afanosamente y con las mejores intenciones y desvelos llevan adelante nuestros funcionarios, dejando horas de la vida familiar y el legítimo esparcimiento en el camino para ocuparse de nuestros asuntos públicos. Pero ese sacrificio exige y merece -lo reitero- justamente nuestra opinión sincera como vecinos que somos de esta ciudad que estamos resueltos a vivir aquí la vida.
* abogado
El propio gobierno necesita de esta ayuda indispensable que le deben proporcionar los ciudadanos: La opinión pública.Esto aclarado, insisto en que no tenemos que permitir que la urgencia se alce con la planificación. Siempre hay maneras de obtener paliativos para lo inmediato -como los alquileres, por ejemplo-. Pero si corremos permanentemente tras lo urgente complicaremos nuestra situación como ciudad. De alguna manera eso es el subdesarrollo, subordinar los planes a las urgencias. Si actuamos de ese modo quedaremos como los navegantes que no tienen rumbo: Todos los vientos siempre nos serán desfavorables.Esto estamos empezando a verlo. Nuestra ciudad crece con muy poco criterio y a veces sin nada de él. En los últimos dos años se han generado múltiples asentamientos que son ya pequeños ghetos, donde no hay un esquema de ingreso serio de un patrullero, ni el remis, ni el correo, ni siquiera una ambulancia.
¿Qué ciudadanía estamos generando? ¿Cómo afectará esa vivencia a los habitantes de esos lugares? ¿Cómo a los demás vecinos de las cercanías? ¿Qué ocurrirá con el valor de esas viviendas adquiridas y construidas con apego a la ley y el sacrificio de toda una vida? ¿Cómo impacta -o está impactando- el fenómeno del asentamiento sobre los criterios de seguridad que rigieron durante décadas en nuestro medio?Una planificación seria y comprometida es el único camino. Siempre lo tuvimos, sólo debemos retomarlo. Bueno es recordar que nuestra ciudad nació con un movimiento urbanístico estragégico de planificación en 1783. Tomás de Rocamora convenció a sus pobladores para mudarse a un lugar más alto y más cercano al río, distante del asiento primigenio a nada menos que ¡Una legua de distancia hacia el norte! Con el criterio de la emergencia una cosa así no se habría hecho jamás. Rocamora se habría limitado a hacer una nueva casa capitular y una capilla en pleno estero. Máxime cuando él no era de aquí y no viviría en la ciudad.Rocamora nos legó también una cuadrícula perfecta, con calles orientadas de norte a sur y de este a oeste, que nuestros antepasados abonaron y ampliaron durante años con la construcción de bulevares en lo que era pleno campo, como el Daneri o el Martínez. Cuántas décadas atrás se establecieron el aeropuerto, la calle Urquiza al Oeste, como verdaderos vectores de desarrollo. Sin embargo, en pleno siglo veintiuno, mediante ordenanzas de excepción, hemos construido barrios cuyas calles corren en cualquier sentido, con el criterio de la urgencia.Tenemos que entender que una gestión municipal dura cuatro años, pero la vida de una ciudad se mide por centenares y aun por miles de años. De tal manera tenemos que elevar el pensamiento para que esté a la altura de tales dimensiones temporales.Aclaro desde ya que vierto estas opiniones como ciudadano, más que como militante político o miembro del foro local. No existe en mi pensamiento el más mínimo ánimo de entorpecimiento -ni deslucimiento- de las gestiones que afanosamente y con las mejores intenciones y desvelos llevan adelante nuestros funcionarios, dejando horas de la vida familiar y el legítimo esparcimiento en el camino para ocuparse de nuestros asuntos públicos. Pero ese sacrificio exige y merece -lo reitero- justamente nuestra opinión sincera como vecinos que somos de esta ciudad que estamos resueltos a vivir aquí la vida.
* abogado
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