Sobre la particularidad nativa
El término "gualeguaychuidad", con carta de ciudadanía, supone que los habitantes de la ciudad tenemos rasgos culturales permanentes y reconocibles. ¿Pero cómo encaja el concepto en un contexto de crisis de las identidades? Marcelo Lorenzo ¿Los gualeguaychuenses podemos ser de una manera unívoca? ¿Es posible decir que, por encima de nuestras diferencias individuales, hay una forma de ser que nos engloba? ¿Existe una identidad colectiva, fraguada en la cocina de la historia?La sociología tradicional, que describió el tejido social en determinado contexto histórico, no tiene reparos en admitir la influencia decisiva de los grupos sobre los individuos.En este contexto, el primer grupo social es la familia, un ámbito de convivencia cotidiana y doméstica, que a través de lazos íntimos, marca en forma profunda a sus miembros.El hecho de vivir juntos, y de enfrentar la vida desde un proyecto común, a lo que se suma el vínculo de la sangre (componente genético), permite entender la idea de identidad colectiva.Las familias, en efecto, tienen un estilo, una forma de ser, un carácter original. De forma tal que uno de afuera reconoce en alguno de sus miembros ese perfil. Y pude decir, por caso, "los Pérez" son de tal o cual manera.Hay identidad cuando se reconoce el mismo ente a través del tiempo. Es decir cuando determinados rasgos perviven en la historia (por ejemplo familiar).La etimología "identidad" no deja dudas sobre su sentido: proviene del latín "identitas" y significa "el mismo, lo mismo".Ahora bien, se puede decir que una ciudad o municipio es una especie de colonia de familias. Es así la primera comunidad que, ligada al territorio, se constituye tan pronto se trasponen los límites de la casa y el individuo inicia su vida extra-doméstica.En cuanto varias familias reúnen sus habitáculos aparece un orden de intereses no tanto a los individuos cuanto a los grupos familiares como tales. El doctor Oscar José Lapalma (quien fuera director de este diario), cuando se refería a la ciudad, utilizaba la expresión "nuestra casa grande".Sugería de este modo la existencia de un orden suprafamiliar donde el nexo grupal se vincula a concretas circunstancias territoriales y a desafíos de afincamiento común.La vecindad de muchas familias habilita lazos por complementariedad, coalición, solidaridad y amistad. Se diría que el municipio o la ciudad son la primera concreción de la tendencia social del hombre tras la vida familiar.Visto desde esta perspectiva es un error confundir al municipio con una delegación administrativa del poder provincial o nacional. Más bien es una realidad sociológica con peso propio, al punto que se habla de "vida municipal" (quehacer de los grupos vecinales).Se trata de una comunidad fundada en la relación territorial pero profundizada en tanto el individuo ingresa en ella desde la familia (también comunidad, pero de sangre).Las familias afincadas en un mismo suelo y que se relacionan con cuestiones que superan las cotidianas, tienden a organizarse para satisfacer las necesidades surgidas de la convivencia.Los griegos antiguos, para quienes la ciudad lo era todo (concebían la vida individual en función de la polis), nos dejaron el término "ethos", que significó primitivamente "estancia, lugar donde se habita".En la tradición aristotélica, sin embargo, llega a significar "modo de ser" y "carácter". Pero no en el sentido pasivo de temperamento (como algo dado naturalmente), sino como algo que se adquiere, que se va incorporando a la propia existencia. El ethos localLos gualeguaychuenses, en tanto miembros de una comunidad histórica, de una realidad suprafamiliar que ha debido enfrentar los retos que impone el hecho de vivir juntos, poseen un ethos, carácter o identidad propios.A eso apunta la expresión "gualeguaychuidad", mentada entre nosotros por distintas personalidades del quehacer cultural, como es el caso de Marco Aurelio Rodríguez Otero, Gustavo Rivas o el sacerdote Luis Jeannot Sueyro."El ADN de los gualeguaychuenses", así tituló Gustavo Rivas un interesante artículo sobre el tema en su página de Internet (www.gurivas.blogspot.com.ar), donde hace una justificación histórica del acerto según el cual "Gualeguaychú es madre de sus propias obras", expresión acuñada por Rodríguez Otero.Allí dice que el rasgo saliente de los nativos, que se remonta a los orígenes sociales y que se ha venido transmitiendo de generación en generación, tiene que ver con cierta capacidad de valerse por ellos mismos.Los primeros pobladores, por caso, debieron lidiar con la orfandad. "Ellos no vinieron con una expedición fundadora, ya estaban afincados desde antes. No tenían una autoridad a quien someterle sus problemas: se las arreglaban solos", sostiene Rivas.El aislamiento que sufrió por mucho tiempo la sociedad nativa, y que constituyó uno de los grandes retos para la existencia colectiva, no hizo más que acentuar este rasgo idiosincrático de vivir con las propias fuerzas y recursos.El desarrollo posterior alcanzado (la modernidad y la diversificación de su base material) ha sido mérito de los habitantes locales, que según Rivas llevan así en sus genes un gran espíritu de inventiva y de autosuficiencia.Cabe postular que a veces uno no es consciente de la identidad que porta, sea como sujeto o miembro de un colectivo social.Se diría que la identidad está situada más allá de la conciencia y de la voluntad de los sujetos. Pero no obstante es una realidad. La identidad es un concepto relativo, se define en oposición a la forma en la que nos percibe y define el otro.La opinión que tenemos de nosotros mismos está sesgada por la proximidad existencial. A veces se necesita la lejanía para ver mejor, como la que puede aportar un extranjero, quien con un espíritu formado de otra manera, percibe con mayor facilidad el rasgo identitario.¿No son los de afuera, justamente, quienes descubren particularismos de Gualeguaychú y su gente, que uno que vive en esta ciudad, porque está inmerso en ella, está imposibilitado de verlos? Los riesgos de idealizarPedro Luis Barcia, otro copoblano afecto a indagar los personajes de la historia lugareña, al hablar del tema de la identidad, nos advierte sobre los riesgos que se corren de idealizar lo propio."A todos nos interesa la identidad pero todos también somos en cierto sentido egocéntricos, creemos que lo mejor es lo nuestro", recordó en una conferencia dada en la ciudad de Rosario en 2011.Según dijo allí, hay un egocentrismo bueno y otro malo, señalando que el que hay que cultivar es el primero. Dado que la realidad es analógica, invitó a considerar cómo funciona el orgullo familiar."Cuando nace, su familia le dice que es la mejor del mundo y le transmite a usted identidad de grupo, le da un legado familiar. Después usted sale de ese grupo de familia, entra en la segunda etapa de su vida, y dialoga con otra familia, otra empresa, otra cultura. Entonces se da cuenta que tiene que flexibilizar este egocentrismo. Si usted mantiene el egocentrismo en la segunda etapa, ese es el egocentrismo malo. Pero es necesario que usted tenga una fuerte raíza egocéntrica cuando es chico, porque se identifica con algo y después se abre al mundo", explicó.Los artículos sobre Gualeguaychú, que indagan sobre la fisonomía de sus habitantes, suelen resaltar las cualidades positivas. Aparte de su espíritu emprendedor, los nativos, por ejemplo, tendrían un particular sentido del humor, según una antigua observación de Fray Mocho, él mismo un representante de este carácter.El destacado autor costumbrista, oriundo de esta ciudad, llegó a decir que a los gualeguaychuenses parecía que siempre les estaban haciendo cosquillas porque tenían una sonrisa a flor de labios.En el prólogo al libro "A mi juego me llamaron. Gualeguaychú, vida cotidiana y humor", de Elvira Cepeda de Bugnone -otra exponente del ingenio humorístico lugareño-, la profesora Norma Martínez de Martinetti dice que esta cualidad es muy entrerriana, y que los gualeguaychuenses aportan lo suyo.Sostiene que el humor es una actitud ante la vida, un modo de ver el mundo, una "sabiduría alegre", un resorte de liberación o mecanismo cuestionador del orden establecido, cuya lógica y solemnidad perfora penetrando en el lado risueño de las cosas.Pero todo intento de establecer los rasgos de carácter de una sociedad no debería descansar sólo en el lado positivo, justamente para evitar las idealizaciones de que habla Barcia.Al respecto todavía están por escribirse, para completar el ADN local, aquellos rasgos de carácter negativo de los gualeguaychuenses. Superando aquel prejuicio según el cual nadie quiera escuchar verdades incómodas de uno mismo, en este caso como comunidad. ¿Existe hoy la gualeguaychuidad?La sociología tradicional parte del supuesto de que es impensable concebir la vida individual por fuera del grupo.La definición de Aristóteles del hombre como "animal político" abrevaba en esta concepción según la cual el yo individual vive en íntima conexión con la totalidad del cosmos social.Pero la existencia del hombre como un ser político dentro del conjunto de una comunidad no es algo que esté tan claro en el siglo XXI. De hecho hay quienes piensan que el sentido de la colectividad se ha volatilizado.Los cambios en la naturaleza de las relaciones interhumanas, la mutación operada al interior del espacio social, no han pasado inadvertidos a Zygmunt Bauman, el sociólogo de moda."El auge de la individualidad marcó el debilitamiento (desmoronamiento o desgarramiento) progresivo de la densa malla de lazos sociales que envolvían con firmeza la totalidad de las actividades de la vida. Señaló la pérdida de poder o de interés de la comunidad para regular con normas la vida de sus miembros", escribió.Algunos autores sostiene que el sujeto posmoderno se caracteriza por un desarraigo del lugar en el que vive y de los vínculos familiares. Se recluye en el solipsismo de su proyecto autónomo de existencia, tornándose forastero entre los que lo rodean.De esta manera se ha hecho inepto para la vida social y política, por cuanto ha devenido incapaz de establecer lazos con otros grupos, de unirse en comunidad de destino.Además la cultura global, que expanden las modernas redes informáticas, ha hecho que las nuevas generaciones no empalmen con la memoria y las culturas locales.Hay quienes piensan que la globalización se hace a expensas de lo local. En este contexto el término gualeguaychuidad se problematiza. ¿Designa un fenómeno cultural real o es un elemento retórico que describe algo que dejó de existir?
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