Supervivencia entre ruinas

grivas@eldiadegualeguaychu.com.ar O iniciativas desesperadas para asegurarse recursos o más poder. Como la incautación de los fondos jubilatorios que administraban las AFJP, o la ley de medios audiovisuales que está a punto de obtener. Ambas son formalmente legales, en tanto pasan por el Congreso, aunque de dudosa constitucionalidad. ENTRE TODOS LA MATARONEl problema de fondo es que esa intervención y estas leyes pueden obtenerse, porque previamente y durante años, se ha venido erosionando el basamento institucional: lo que antes no se podía, ahora se puede. Y aunque antes se hubiese podido, otros ni pensaban en esas aventuras. La sumatoria de la dilución en los límites al poder, más el autoritarismo de Kirchner y su falta de escrúpulos, hace que lo grotesco se haya vuelto normal. Lo peor es el acatamiento de la propia tropa y el acostumbramiento de los demás. Aunque esta semana hemos percibido la alarma de sectores políticos, empresarios y hasta sindicales, ante una situación caótica que tiende a agravarse. Sin asignar culpas, en momentos en que debiéramos unirnos, cabe preguntarse qué hizo cada uno en estos 26 años de democracia recuperada. Porque en gran medida, el desboque de poder que hoy nos alarma, se origina en la reforma constitucional de 1994, anudada en un pacto de cúpulas dirigenciales. A nuestra estructura republicana, esa reforma le introdujo injertos que fueron verdaderos disparates, como otorgarle al P. Ejecutivo la posibilidad de legislar. Sobre todo, cuando nuestras experiencias autoritarias anteriores aconsejaban lo contrario. Pero esa reforma, en lugar de encauzar razonablemente al poder -cuando ya tendía a desmadrarse- lo repartió vía canje, entre ocasionales socios políticos. Abrieron las compuertas, rompieron el equilibrio tan bien elaborado por los hombres de 1853 y como consecuencia, se desdibujó la división de poderes, el federalismo y hasta la representatividad geográfica, con la preponderancia desproporcionada del conurbano bonaerense. Malas normas y peor aplicación; luego dieron un paso más, al inventar los superpoderes en tiempos de emergencia, que después se eternizaron hipertrofiados.Estamos llegando a un punto extremo que ya inquieta. No es la primera vez que nuestra dirigencia denota ceguera. Falta de visión, siempre ha tenido que llegar al borde del abismo para visualizar los problemas, cuando se han hecho inmanejables. Nos ocurrió con la hiperinflación, con el endeudamiento interno y externo, crisis que todos veían venir, menos nuestros gobernantes.UN CASO INENTENDIBLEMuchos países pasaron por experiencias autoritarias, algunas de larga data, como la España franquista o Europa del Este. La mayor parte de ellos recuperó sus instituciones y a partir de ahí las han venido fortaleciendo. Nosotros vamos al revés. Nuestro retroceso contrasta más, si nos comparamos con nuestros vecinos. Hasta Paraguay, doblegado por tantas décadas de autoritarismo y corrupción, se encamina a la normalidad. Brasil y Uruguay salieron ordenadamente de sus dictaduras y hoy sus pueblos eligen en democracia y se gobiernan con república, en términos del Rabino Sergio Bergman. En Chile la transición fue más lenta y recién en 1990 asumió Patricio Aylwin pero hoy, próximos a renovar autoridades, tienen una democracia sólida. Con el equilibrio propio de las europeas, en cuyo poder se turnan partidos o alianzas de izquierda, derecha o centro. Todas son fuerzas estables y de la propia coexistencia surge la moderación, los acuerdos básicos y el rumbo común. Nada de eso ocurre acá: en gran parte, nuestra derecha está en extinción, luego de la adulteración de los 90. Nuestra izquierda desperdigada y con una franja detenida en el tiempo. En el centro, partidos ubicuos y mutantes, como el peronismo que con las mismas figuras circula por cualquier mano sin sonrojarse. Pareciera que las ideologías, al entrar en Argentina, pasaran por una lente deformante, como las caricaturas de Molina Campos.Acá se nota la falta de una derecha moderada, seria; la franja que generalmente prioriza el orden y el respeto de las leyes. Perdido ese orden, se transparentan las contradicciones de un gobierno que se dice progresista, ahora puesto en jaque curiosamente, por la ultra izquierda.Estamos regresando a 30 ó 40 años atrás, con tomas de fábricas inspiradas en métodos trotskystas, como la huelga revolucionaria. Ello se ha posibilitado no sólo por el vacío institucional, sino por el fracaso económico autoinfligido. Los altos índices de pobreza son el caldo de cultivo, sobre todo por el contraste con quienes ostentan una riqueza obscena, engordada en la corrupción. Hay países con bolsones de pobreza pero con orden, como India; los hay autoritarios con economías sólidas, como Corea del Sur o Taiwán, pero nuestro modelo actual con déficit mellizos de bajos ingresos y vaciamiento institucional, no es lo más recomendable.PROPUESTA RECURRENTEHasta aquí hemos descripto una realidad según nuestra óptica, aunque hay otras. Pero como no es cuestión de escribir sin aportar propuestas, vamos a terminar insistiendo en algo que ya casi hemos gastado. Nada se puede esperar de los Kirchner; sólo que terminen su mandato. Pero mucho es lo que puede hacer el resto de los partidos, incluido el peronismo disidente: reunirse, diagnosticar, acordar un plan de contingencia donde lo prioritario sea recuperar los pilares republicanos. Hace unos meses, desde esta columna, los instábamos a un programa común pre-electoral. No lo hubo y por ello el triunfo se les licuó. Ahora está a la vista 2011 y quien asuma, lo hará en medio de una ruina institucional. A esta altura, sería inimaginable que si es un radical, el peronismo, como ya lo ha hecho antes, se encargara de obstaculizar su gestión. Si es un peronista, tampoco le será fácil. Entonces se impone, como una alternativa ahora insoslayable, que todos se encaminen a lo que hasta hoy ha sido imposible: un pacto serio, duradero. Y hasta una coalición. Casi como un gobierno de postguerra.Hasta el domingo. Si Dios quiere.
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