Tarjetas de crédito o la invitación al endeudamiento

Las compras financiadas aceitan el consumo de las familias. Pero en Gualeguaychú la mora en los usuarios del dinero plástico ha crecido. Muchos consumidores, endulzados por la dinámica de postergar los pagos, entran en un ciclo peligroso de endeudamiento. Por Marcelo Lorenzo El consumo ha sido en los últimos años un signo distintivo de la economía. Acompañaron y a la vez aceleraron esa tendencia las compras financiadas a través de las tarjetas de crédito.La masificación de este instrumento que permite realizar compras y pagarlas posteriormente empezó en Argentina en los '90. Desde entonces, la modalidad no ha hecho más que profundizarse.Las entidades emisoras de tarjetas de crédito (entre ellas los bancos), enancadas en un ciclo de recuperación del poder adquisitivo de la población, han capturado un público ávido por consumir.Con razón se puede decir que con el dinero plástico se ha generado un proceso de democratización del crédito al consumidor.Y esto porque ha permitido el ingreso al circuito de personas que no tenían condiciones de tomar préstamos bancarios. De hecho, la oferta se ha focalizado en clientes que, por su nivel de ingresos o informalidad de empleo, no podían financiar sus compras a futuro.Así, sectores de menores ingresos han podido sumarse a la onda del "tarjeteo", haciendo que muchas familias modestas puedan cubrir necesidades de consumo postergadas.Indumentaria, artefactos del hogar, tecnología y alimentación, son los rubros que monopolizan la adquisición financiada de bienes, a través de la tarjeta, por parte de las familias.La búsqueda de mayor confort de los sectores medios y bajos, sobre todo, es muy fuerte y es el motor del consumo. Sin embargo, el proceso no está exento de problemas a la vista de que muchos superan el límite de endeudamiento.En efecto, de acuerdo a los datos del Instituto de Informes Comerciales de Gualeguaychú la mora en el último tiempo ha aumentado. Una tendencia que se refleja a nivel nacional, donde el retraso en el pago de las tarjetas ha encendido la luz de alarma de las instituciones emisoras."Algunas familias de Gualeguaychú han agotado sus posibilidades de financiamiento. Nos consta que ha aumentado la morosidad, más allá de que hay una especie de amesetamiento general en el consumo", explicó a este diario Patricia Greising, del organismo de información que pertenece al Centro de Defensa Comercial de la ciudad."Muchos usuarios están sobrepasados con la tarjeta y la mora va creciendo, sobre todo en los segmentos de menores recursos, que son los que están más complicados", indicó.Según El Cronista Comercial, en la Asociación Argentina de Empresas de Cobranzas y Servicios Jurídicos prevén que la mora en el 2014 alcance el 10%, lo que representa más del doble que este año.La entidad evalúa que la gente tendrá menor poder adquisitivo por efecto de la inflación y porque se espera la eliminación de subsidios a los servicios públicos (energía y transporte), lo que recortará el presupuesto familiar.En julio de este año, preocupados por el aumento de morosos en el pago de tarjetas de crédito, los bancos lanzaron un plan con miras a contener esa tendencia, según consignó Ámbito Financiero.Las acciones preventivas que se mencionan son: recortar límites de compra y financiación para los usuarios de ingresos más bajos; aumentar la proporción del pago mínimo permitido sobre el saldo total que vence mensualmente para esta franja de clientes; eliminar descuentos y beneficios en rubros determinados; y activar las clásicas prácticas de mora temprana (llamados telefónicos o SMS y recordatorios que se envían a través de los resúmenes de cuenta) para evitar los atrasos en los clientes más desprolijos.¿Consumidor irracional? Los antropólogos hablan de "sociedad de consumo" para explicar el rasgo dominante de nuestra época. Por medio de la adquisición de objetos en el mercado el individuo no sólo está cubriendo alguna necesidad material.El consumo en realidad es fuente de autoestima personal y reconocimiento social. Eso significa que es un potente mecanismo de integración simbólica. Hay algo por tanto más allá del valor de uso de los objetos: su posesión le otorga significado al propietario.A esto hay que agregarle todo el simbolismo que rodea a los bienes, fomentado por la acción formidable de la publicidad y el marketing, que apuntan básicamente a incitar los deseos de los consumidores, quienes serían menos racionales de lo que creen.El crédito para el consumo es parte de este juego, al facilitar la lógica de la compra. "Hay un elemento psicológico en esto. No es lo mismo pagar en efectivo que usar la tarjeta. En el primer caso se siente la compra en el bolsillo. Cuando se entregan los billetes se toma noción del valor de las cosas. Con la tarjeta no ocurre eso, uno se siente liberado de calcular los costos", razonó Greising.Consultado sobre el tópico, el titular de la Dirección de Defensa del Consumidor, Pablo Luciano, coincidió en que el pago a crédito de algún modo condiciona la mentalidad del usuario, entre otras razones porque uno suele "juzgar el valor de la cuota y no el total del importe a pagar".Hay razones para creer, en suma, que los consumos tienen un alto componente irracional (se habla de hecho del consumidor compulsivo o la elección ciega). Y en el caso de las compras a crédito, el problema es cuando las personas asumen compromisos de pago por encima de sus posibilidades monetarias. Arma de doble filo "El sistema de tarjetas de crédito puede ser muy beneficioso. Manejado con prudencia el usuario puede aprovechar ofertas y promociones comerciales. Pero también puede arruinar las finanzas individuales y familiares. Y de hecho puede conducir a que le embarguen el sueldo por años al titular de la tarjeta", analizó Luciano, al explicar que se está frente a un instrumento de doble filo, que requiere moderación y racionalidad por parte del usuario.En su opinión, se ha promovido la bancarización de la población y el empleo de la tarjeta de crédito, pero no ha habido una suficiente alfabetización económica correlativa, sobre todo en los sectores sociales de menores recursos.El proceso que conduce al sobreendeudamiento es conocido. Aunque la tarjeta impone un límite máximo para financiar las compras, según los ingresos de cada usuario, se puede caer no obstante en excesos.¿Cómo funciona el sistema de dinero plástico? El usuario lo utiliza para comprar bienes y servicios. La entidad emisora le envía al mes siguiente un resumen de cuenta, donde constan las posibilidades de pago que tiene.Se puede abonar el total estipulado para ese mes por la entidad emisora de la tarjeta o elegir hacer un 'pago mínimo', que es la cantidad de dinero que se debe pagar para no incurrir en mora.Y aquí el dato importante: sobre la diferencia entre el monto que se debía abonar y el pago mínimo rigen los intereses correspondientes, que son altísimos. Esa diferencia podría asimilarse a un préstamo que toma el titular del plástico con la entidad emisora.Esa carga financiera es lo que muchos usuarios suelen pasar por alto, o no considerar en todas sus implicancias. Y de hecho en este 'atraso parcial', para decirlo de algún modo, es donde reside el negocio de las empresas dueñas de tarjetas.El pago mínimo usado en forma excepcional no es dañino. El problema es cuando se hace habitual por ignorancia del consumidor, que virtualmente desconoce la dimensión del endeudamiento en el que se sumerge.Según Luciano, lo que la gente tiene que tener en cuenta para evaluar la carga de los intereses, es el costo financiero total (CFT), que está compuesto por la tasa nominal anual (TNA), más seguros y gastos administrativos.El CFT puede llegar a agregar en algunos casos 20 puntos porcentuales a la TNA que cobran las entidades por financiar saldos. Ese costo financiero total, según valores de mercado, hoy implica un interés del 75%, una enormidad si se tiene en cuenta que la inflación es del 25%."Antes de hacer la compra con tarjeta el consumidor tiene que comparar cuál es el precio de contado y cuál es el costo financiado del producto. Ahí va a tener una pauta de la carga de los intereses", afirmó Luciano.Por otro lado, aclaró que por ley ante un pago único no debe haber diferencias de precios entre operaciones de contado y con tarjeta de crédito. Sin embargo, el funcionario reconoció que hay comercios que no cumplen con esta norma, planteando un descuento por pago al contado, como un beneficio al consumidor.Cabe agregar que otra cuestión son los adelantos en efectivo a través de cajeros automáticos. Algunas entidades emisoras de dinero plástico llegan a cobrar hasta un 95% de interés por montos a devolver en 6 cuotas. Circulo vicioso El director de Defensa del Consumidor local explicó que el usuario de la tarjeta puede entrar en un círculo vicioso cuando cae en mora. Cuando ocurre eso el deudor tiene que recurrir a tomar un préstamo personal, en un banco o en una financiera, lo que supone pagar tasas de interés mucho más altas que las previstas en el régimen de las tarjetas."Caer en este esquema es mortal. La persona no puede usar la tarjeta de crédito para comprar. Además, por el préstamo personal, tiene que pagar una cuota mensual que le insume una parte importante de sus ingresos. Y es posible que caiga en mora también por este crédito, lo que termina con una demanda judicial y el embargo del sueldo", señaló.Luciano indicó que muchos usuarios de tarjetas subestiman algunos riesgos, como perder el empleo, la reducción de horas extras o la aparición de una enfermedad. O son muy optimistas con relación a sus rentas futuras para mantener las cuotas al día.La insolvencia sobreviene cuando la carga de la deuda contraída supera la economía del usuario de la tarjeta de crédito. En no pocos casos esto puede traer aparejados trastornos presupuestarios graves.La pérdida de control personal de la situación financiera de un usuario de tarjeta impacta también en su grupo familiar. Los problemas económicos, por lo demás, afectan la estabilidad psíquica de las personas. Capacidades culturales (((subtítulo))) Los riesgos ciertos de no pago o morosidad revelan la importancia de crear las condiciones culturales para que el titular de la tarjeta esté en condiciones de usarla en forma racional y prolija.Esto sería una manera de prevenir los males del sobreendeudamiento en el consumo. "Yo trazo el paralelismo con los analfabetos digitales. No se le da una computadora a alguien sin antes explicarle cómo funciona el aparato. Esto con las tarjetas de crédito nunca pasó. Hay un déficit en la educación de los usuarios, pese a que el producto se masificó", señaló Luciano.Según dijo, un síntoma del desconocimiento de los consumidores es que no saben que pueden impugnar el resumen de cuenta si consideran que allí figuran gastos que no han hecho y pueden probarlo.La lectura de esos estados de cuenta es clave. En ese escrito figuran los consumos realizados; los pagos efectuados; los intereses financieros -tasa nominal mensual (TNM), tasa nominal anual (TNA), tasa efectiva mensual (TEM), tasa efectiva anual (TEA), costo financiero total (CFT)-; y costos administrativos. También se informan los saldos anteriores y actuales y los límites de crédito total y para compras en cuota.Se recomienda que los usuarios lleven un control de sus gastos (guardando los tickets emitidos por los comercios) para analizar si éstos coinciden con lo que figura en su estado de cuenta y para calcular cuántas nuevas compras a crédito pueden afrontar.
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