POR LAURA VILLAMONTE
"Tenía que bajar de peso, aprender a caminar con tacos, depilarme y ser señorita"
El carnaval es y ha sido desde siempre, una actividad cultural y social de expresión y de disfrute. En esencia, el carnaval es la libertad de los cuerpos. Sin embargo hoy, en una realidad en la que las lógicas del mercado nos apremian, me parece importante poder pensar cuánto de disfrute personal y popular hay en los espacios carnavaleros y cuánto de esto nos violenta y des-subjetiviza. Principalmente a las mujeres.
Por Laura Villamonte* El cuerpo de la mujer siempre ha sido un campo de batalla sobre el cual la sociedad ha depositado sus juicios y valores. Para todes es normal establecer categorías de valor sobre las características corporales: sus medidas, su piel, su delicadeza y fragilidad. Esas categorías socialmente construidas no solo condicionan a las demás, sino que también nos condicionan, categorizan a nosotras mismas, afectando a nuestra salud física y mental, a veces de manera irreversible. El carnaval, como expresión cultural de la sociedad no está exento de estos significados sobre los cuerpos. Respecto de mi historia personal, desde muy chica me gustaron los disfraces, las coreografías y el ambiente de disfrute grupal que se vivía durante los meses de verano en la casa de mis primos y tíos. Este romanticismo e idealización forjaron unas ganas muy intensas de poder vivir todo eso. Fue así como decidí inscribirme en la primera oportunidad que tuve para independizarme de los discursos de mis padres. Mi primera temporada de carnaval saldría como reina. Para ese entonces no dimensionaba todo lo que tendría que cambiar de mí, para ser: "La reina la comparsa". Tenía que bajar de peso, aprender a caminar con tacos, depilarme hasta los brazos, aprender algún discurso para no decir algo que no fuera conveniente, comportarme como "señorita", ser simpática con todes, no tomar alcohol delante de las cámaras, etcétera. Supe desde el último día que desfile con la corona, que nunca más volvería a exponerme en alguna situación similar En ese momento estaba saliendo de mi adolescencia. Por supuesto, como todes, con un montón de conflictividades respecto de mi cuerpo y respecto a la exposición. Mi cuerpo, dejaba el lugar de la adolescente para empezar a desandar mis caminos como una adulta que supuestamente, "decidía sobre sí misma". Sin embargo, ante las hiper-exigencias que el reinado traía, comencé a cuestionar si ese lugar era para mí o no. Casi como un juego sambé la pasarela noche tras noche. Acompañada por una red de mujeres y otres, que me sostuvieron ante el imperativo de ser la "reina" que la comparsa necesitaba. Me cuidaron con ese amor que tienen les que también fueron vulnerades. Sin embargo, supe desde el último día que desfile con la corona, que nunca más volvería a exponerme en alguna situación similar. Con el paso del tiempo, descubrí el feminismo y empezaron a surgir nuevas preguntas en mi. Fuí resignificando ese cuerpo bailante y carnavalero. Un cuerpo que iba más allá de la mercantilización de mi imagen. Haberlo vivido desde mi propia piel, verlo con esa claridad fué impactante. Pero qué pasaba con estas nuevas ideas que irrumpieron en mis pensamientos. Como me dijo una vez una amiga feminista: "El feminismo es un viaje de ida, no hay retorno". Ahí estaba yo viajando entre contingencias, ¿era una contradicción haber sido reina y saberme feminista? ¿Me estaba cosificando a mí misma? Recuerdo que en ese tiempo también escuché a Carla Conte explicar, que disfrutar del bailar no era lo mismo que acceder a que le corten la pollera (o al abuso), en pleno show televisivo. De a poco esa contradicción, eso disruptivo en mí, se fue transformando en una oportunidad.
Allí estaba la potencia transformadora del feminismo que yo necesitaba, la que venía desde lo más subjetivo hacia lo que luego sería una verdadera revolución de mí ser. Porque es desde la lucha feminsta, desde donde se puede repolitizar la vida de nosotras, las mujeres y es desde ahí donde podemos cuestionar las prácticas de la sociedad. El feminismo venía a ser para mí la herramienta social más potente para reconstruir mi propia identidad, mi propia subjetividad aunque interpele, incomode y moleste. Tanto el carnaval, como los distintos eventos de belleza traen inherentemente, roles sociales para la mujer, que sostienen su deslegitimación como persona. Se la posiciona en un lugar de perjuicio desde donde casi exclusivamente se hace hincapié en adoctrinamiento de su cuerpo, el vaciamiento de sus pensamientos y a la competencia con otras, acorde a la lógica patriarcal y de consumo, imperante. La realidad en la que vivimos, todavía no acepta a la mujer libre, que disfruta y que goza de su cuerpo, con todas las características que tenga y del modo que quiera. Por eso considero que es nuestro deber como mujeres, inmersas en instituciones sociales, alzar las voces, debatir y reflexionar. El preguntarnos desde las organizaciones, nos da la fuerza para poder hablar y poder acompañar a todas las mujeres a crear su propia voz. A derribar los significados y estereotipos estancos, con parámetros estéticos irreales que dañan nuestra salud física y mental. "El feminismo venía a ser para mí la herramienta social más potente para reconstruir mi propia identidad, mi propia subjetividad aunque interpele, incomode y moleste" Este año un grupo de mujeres organizadas del Club Juventud Unida, crearon el Departamento de Género, al cual estoy acompañando. Su objetivo es poder generar espacios que fomenten estos debates hacia el interior de las instituciones. En este sentido se realizó un protocolo de actuación ante expresiones y acciones de discriminación y violencia sexistas en el ámbito social y deportivo del club, enmarcada bajo la "Ley Micaela". A través del cual se dictaron capacitaciones obligatorias en materia de género para todo el equipo directivo. Este trabajo hacia el interior de los colectivos es prioritario, a la hora de encauzar denuncias concretas que vayan contra la impunidad machista. No solo se trata de estar atentos a algunas situaciones, sino de dejar de mirar para otro lado y comprometernos con una realidad que nos contiene a todes. Todes les que participamos del carnaval sabemos esto, es como un secreto a viva voz. Es un problema estructural, que se tiene que afrontar también de manera estructural. La realidad exige una transformación, y mientras el carnaval y/o los concursos de belleza no cambien, las violencias se van a seguir ejerciendo sobre las mujeres y las disidencias. Si no hay un cambio concreto con esto, más allá de los discursos modernos estéticamente correctos, las violencias se van a seguir reforzando. Mi mayor deseo es que en algún futuro podamos pensar en un carnaval alternativo, en donde se cuestionen los conceptos monárquicos y el rol del representante de comparsa no sea ejercido exclusivamente por mujeres con cuerpos hegemónicos, sino que pueda ser llevado adelante por quien tenga ganas de posicionarse desde ese lugar, desde una verdadera equidad sociocultural. Y que a su vez ese lugar, esté reconfigurado e historizado, retomando el significado del carnaval como espacio de expresividad artística y sublimatoria de la humanidad y no solo sea relegado a un valor cuantitativo. *Profesora de Psicología / Ex reina de la comparsa PapelitosESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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